En las cambiantes horas de la noche alguien se va dormir. Piense o no esas horas están revestidas de: pensar es existir.
De a días es que se alcanza todo lo que deseamos, pero no todo lo deseado se consigue. Es posible que no se haya dejado nada sin concluir o iniciado, o no bien comenzado se haya abandonado.
Causa: quizás porque el hombre de este tiempo está cargado, en su cabeza, de más cosas por hacer o desear que ningún otro hombre que jamás haya existido, pero también el que más cosas personales o no, deja a medio hacer. Somos cosas a medio hacer, que se terminan o no y después no importan. Pero el hecho de estar cargado con más cosas (ideas, sueños) realizables o no, no significa que al intentarlo (soñarlo e idearlo) se consiga. Por eso alguien siempre se va a dormir. En este contexto dormir significa, además de lo que biológicamente, hacer otras cosas como distraerse.
Distracciones que con la frecuencia que ocurran, siempre incontenibles, terminarán sustituyendo parte de esas cosas (importantes) que cargamos y que por ser distracciones se dejan de lado, que son las que verdaderamente se dejan inconclusas.
Quizás hay que pensarse como homo sapiens permanentemente distraído, lejos de las cosas que se piensan y se dicen que son importantes, pero no se ejecutan como es debido, es decir, concluirlas.
Lo que a destacar es que para realizar o encaminar a la realización eso que se considera prioridad hay que incluir la distracción, que termina de apoderándose de todo. No verla como una excusa, que se acostumbra a hacer; que por X distracción no se pudo alcanzar el objetivo. Si ya la distracción ha adquirido categoría de cosa que no se puede evitar y a la que en el fondo no ponemos resistencia, por reincidencia, empecemos a verla como fin, es decir la parte que adsorbió el todo.
Hay quienes viven en distracción permanente. Ya no se puede evitar que todo termine en una distracción, aun desistiéndosele. Todo termina en una distracción aun no deseándolo. Dejar cosas a medio hacer o comenzándola, ver las distracciones como concluidas y ya. Las distracciones en el fondo son una serie de laberintos en los que, aunque no se ponga un pie, ya se está en ellas. Podría ser que lo que se cree que no es la distracción que evita el objetivo del trabajo principal lo sea. En caso de sobrevivir al intento de hacer algo evitando la distracción, lo mejor es hacerse el crédulo; sabiendo a perpetuidad que no se va a hacer nada aun se tenga la oportunidad. Pues es preferible abandonar eso que se quiere hacer, antes que la distracción le inmovilice. Por voraz que sea un hacer, solo el hecho de entenderlo como totalidad respecto al ejecutar… ya posibilita el nacimiento de la distracción. Esas distracciones son las que hay que tomar en cuenta para un nuevo hacer cargado de ideas y sueños, y en ese nuevo hacer encontrar las nuevos ideas y sueños, ad aeterno.
Compartir esta nota