Son tantos los problemas acumulados en nuestro país y tan limitados los recursos para resolverlos, que muchas veces la impaciencia opaca la racionalidad y terminamos por cruzarnos de brazos abandonando la búsqueda de soluciones, pues entendemos que jamás podrán ser resueltos.
Y eso es todo lo contrario a lo que debemos hacer, puesto que el trabajo persistente y el seguimiento constante son las únicas formas de lograr las cosas, pero también se requiere de visión para comprender la forma en que evolucionan las circunstancias, pues es un error pensar que viejos problemas pueden seguir siendo abordados de la misma forma, y que soluciones del ayer sigan siendo apropiadas en el presente, pues los tiempos cambian, y la velocidad con que lo hacen también.
Aunque estemos aún en etapa de precampaña, hace rato que los partidos y sus principales voceros entraron en esta, y desgraciadamente los mismos discursos, comportamientos y herramientas del ayer siguen siendo utilizados por muchos aspirantes a cargos electivos, tanto viejos conocidos como nuevos actores, a pesar de que intentan dar la impresión de ser más modernos utilizando redes sociales y plataformas tecnológicas.
Resulta chocante que a sabiendas de la facilidad con que hoy día se puede tener acceso a los hechos pasados muchos sigan apostando a la desmemoria, o a que cierta insatisfacción con el presente pueda capitalizarse para cambiar el pasado haciéndolo ver mejor de lo que fue, lo que en cierta forma evidencia que estos piensan que la gente es más ignorante o manipulable de lo que es.
Quizás por eso el debate político luce anquilosado, y las posiciones sobre los temas se dan más como ataques al adversario que, como propuestas bien pensadas, queriendo hacer ver que la solución de estos, a pesar de tener décadas, es tan simple como cambiar a unos por otros, sin que se analicen no solo propuestas, sino ejecutorias pasadas y presentes para solucionarlos o avanzar en el camino correcto.
Nuestra sociedad ha experimentado cambios importantes, algunos de los cuales producen gran inquietud, como lo es la descomposición social que ha significado la penetración del microtráfico y el consumo de drogas en nuestros barrios, ahondando más las diferencias existentes y complicando el trayecto para superarlas, pues tristemente en muchos casos no existe el interés por tener mejores oportunidades para estudiar, para trabajar, para practicar un oficio o deporte y a través de estos escalar, sino la fatalidad de un día a día consumido por el vicio, que no ambiciona un mañana mejor ni está dispuesto a luchar por este.
Por eso es preocupante que parte de nuestro liderazgo político que debería estar consciente del valor inestimable de la paz social que nos ha permitido lograr los avances y el crecimiento económico que hemos tenido, el cual a pesar de sus deficiencias y carencias nos coloca en mejor situación que muchos otros países de la región, apueste a narrativas de antaño que incitan a la división de la sociedad entre pobres y ricos, intentando erigirse como protectores de los primeros, y de hacer ver a otros como defensores de los segundos, cuando no es cierto ni lo uno ni lo otro.
Si hay algo que ha causado daño y ha robado oportunidades de desarrollo en este y en cualquier otro país ha sido la corrupción, la cual ha desviado miles de millones de recursos que debieron ser utilizados para satisfacer las necesidades esenciales de la gente, hacia los bolsillos de unos cuantos que muchas veces enarbolando discursos de clase terminan siendo más millonarios que los que supuestamente atacaban y culpaban por su voracidad desmedida y falta de compromiso ciudadano.
Por eso a lo que debemos apostar no es a crear fricciones, sino a impulsar correctamente las políticas públicas, para lo que se necesita por el contrario de mayor cohesión y esfuerzo colectivo, así como de la capacidad de la clase dirigente para hacer entender a cada cual su cuota de responsabilidad, y saber impulsar las acciones que convengan a la colectividad, aunque afecten parcialmente a algunos, esas que se dicen alegremente en campaña, pero que da tanta dificultad que se apliquen cuando se llega al poder.