En el marco de operaciones presentadas como parte de la lucha contra el narcotráfico en América del Sur, Estados Unidos ha desplegado el portaaviones USS Gerald R. Ford en el Caribe, una decisión que supone un importante refuerzo de su presencia militar en la región. ¿Cuál es la historia y la capacidad de este “gigante de los mares” y qué mensaje busca transmitir Washington con este despliegue?
“En cumplimiento de las directrices del presidente Donald Trump para desmantelar las organizaciones criminales transnacionales y combatir el narcoterrorismo en defensa del territorio nacional, el secretario de Defensa ha ordenado al portaaviones Gerald R. Ford (…) desplazarse” a la zona de mando correspondiente a América Central y del Sur, escribió el portavoz del Pentágono, Sean Parnell, en la red social X el 24 de octubre.
El Gerald R. Ford, uno de los portaaviones más grandes del mundo, “reforzará los medios actuales para contrarrestar el tráfico de estupefacientes”, anunció el Departamento de Defensa estadounidense. “El aumento de la presencia militar de Estados Unidos en la zona consolidará su capacidad para detectar, vigilar y frenar a actores y actividades ilícitas”, añadió el comunicado. Hasta ahora, solo se habían desplegado en la región buques y aviones de combate.
Desde comienzos de septiembre, Washington lleva a cabo una campaña de ataques en aguas del Caribe, presentada como una operación contra el narcotráfico, con el despliegue de navíos y cazas. Estos actos, acompañados por ataques contra varias embarcaciones acusadas de transportar drogas hacía el país norteamericano, han incrementado las tensiones regionales, en particular con Venezuela y Colombia.
En ese contexto, el despliegue del portaaviones estadounidense USS Gerald R. Ford aumenta aún más esas tensiones y representa un nuevo paso en la política militar de Washington hacia la región.
Frecuentemente descrito como el buque de guerra más avanzado del mundo, este coloso de la Marina estadounidense combina tecnología de última generación con un mensaje político dirigido a otros países, que refleja el deseo de reafirmar la posición de Estados Unidos en su esfera de influencia.
El Gerald R. Ford es el primero de una nueva generación de portaaviones diseñados para reemplazar a la célebre clase Nimitz, pilar de la flota estadounidense desde la década de 1970. La construcción comenzó en 2005 en los astilleros Newport News Shipbuilding, en Virginia, y el navío fue puesto en servicio en 2017. Bautizado en honor al presidente número 38 de Estados Unidos, busca -de acuerdo con la formulación de la Marina de Estados Unidos- representar la continuidad del poder naval estadounidense en el siglo XXI.
Con un costo estimado de unos 13.000 millones de dólares, es el buque militar más caro jamás construido. Sin embargo, la Marina afirma que su diseño permitirá ahorrar recursos durante los próximos 50 años, gracias a sus sistemas automatizados y a las menores necesidades de mantenimiento.
Alta tecnología naval contra lanchas que, según EE. UU., transportarían drogas
El Gerald R. Ford desplaza unas 100 000 toneladas y mide 333 metros de eslora, el equivalente a tres campos de fútbol americano. Está propulsado por dos reactores nucleares capaces de generar suficiente electricidad para abastecer una pequeña ciudad, lo que le otorga una autonomía casi ilimitada: puede navegar hasta 20 años sin reabastecerse de combustible.
Según medios especializados en defensa que han documentado el desarrollo del USS Gerald R. Ford desde su construcción, su principal innovación es el sistema de lanzamiento electromagnético (EMALS), que reemplaza las tradicionales catapultas de vapor.
Este sistema permite que los aviones despeguen con mayor rapidez, menor desgaste y hace posible un uso más eficiente de la energía. El sistema de frenado, denominado Advanced Arresting Gear, utiliza un mecanismo de energía controlada que puede detener tanto drones como aviones de combate supersónicos.
El portaaviones cuenta también con un radar de doble banda capaz de seguir cientos de objetivos simultáneamente, tanto en el aire como en el mar, a varios centenares de kilómetros de distancia. En materia de defensa, está equipado con misiles antiaéreos, cañones automáticos y sistemas de protección cercana frente a amenazas como drones o misiles.
Según la Marina de Estados Unidos, el USS Gerald R. Ford puede embarcar hasta 75 aeronaves, entre ellas cazas F/A-18 Super Hornet, aviones de guerra electrónica EA-18G Growler, aeronaves de alerta temprana E-2D Hawkeye y helicópteros MH-60. En el futuro, también podrá albergar cazas F-35C y drones de combate.
Su flota aérea embarcada puede realizar ataques a más de 1.000 kilómetros, además de misiones de vigilancia, reconocimiento y rescate, garantizando cobertura aérea sobre amplias zonas regionales.
Además, el portaaviones no opera de forma aislada: constituye el núcleo de un grupo de combate naval, que suele incluir dos destructores, un crucero, un submarino de ataque y varios buques logísticos. En conjunto, forman una fuerza capaz de realizar operaciones militares de gran escala en cualquier punto del planeta.
Un instrumento diplomático y estratégico
Según Military.com, un medio de comunicación especializado en temas militares y de defensa de Estados Unidos, a bordo del USS Gerald R. Ford viajan unos 2.600 marineros, a los que se suman 1.800 miembros de la aviación naval durante los despliegues. Las innovaciones tecnológicas han permitido reducir la tripulación respecto a los modelos anteriores, mejorando al mismo tiempo la seguridad y las condiciones de vida del personal.
Más allá de su valor militar, el portaaviones es también un instrumento diplomático y estratégico. Según el Pentágono, su presencia busca reforzar las operaciones estadounidenses de lucha contra el narcotráfico y mantener la seguridad regional.
Capaz de desplazarse a más de 55 km por hora y de alcanzar cualquier punto del globo en cuestión de días, el Gerald R. Ford ofrece a Estados Unidos una presencia inmediata en zonas de crisis, sin necesidad de depender de bases extranjeras.
Washington afirma que el despliegue en el Caribe de este portaaviones se inscribe en la estrategia de la administración de Donald Trump para fortalecer su presencia militar en América Central y del Sur, apoyar las operaciones contra el narcotráfico y reafirmar el compromiso con la seguridad hemisférica.
Sin embargo, algunos expertos consideran que esta decisión podría interpretarse como un intento de presión sobre gobiernos percibidos como hostiles, y una amenaza a su soberanía nacional.
De acuerdo con 'The Washington Post' y Reuters, el Pentágono ha colocado el buque bajo la responsabilidad del Comando Sur de Estados Unidos (USSOUTHCOM), encargado de supervisar las operaciones militares de ese país en el hemisferio occidental.
Millones de dólares por día de operación
Enviar el Gerald R. Ford al Caribe no es un gesto menor. Este portaaviones, considerado el mayor símbolo del poder naval estadounidense, requiere una logística enorme: operaciones de reabastecimiento en el mar, mantenimiento, coordinación regional, seguridad en las escalas y apoyo a las tripulaciones.
Cada día de misión se calcula en varios millones de dólares, incluso tratándose de un buque de propulsión nuclear.
Según un análisis del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), el USS Gerald R. Ford representa la prolongación contemporánea de la visión estadounidense del mar como un espacio de influencia y proyección de poder. Su presencia en el Caribe remite al papel histórico de las flotas de Estados Unidos en la configuración de los equilibrios regionales.
Antes del anuncio del despliegue del portaaviones, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, había informado en X de un nuevo ataque estadounidense contra una embarcación acusada de tráfico de drogas en aguas caribeñas. Se trató del décimo ataque conocido contra embarcaciones señaladas como narcotraficantes en el Caribe y el Pacífico.
Según un recuento de la agencia de noticias AFP, estos ataques han causado al menos 43 muertes, sin que Washington haya presentado pruebas públicas de la implicación de las víctimas en actividades de narcotráfico. Varios expertos han calificado esas operaciones como posibles ejecuciones extrajudiciales.
“Según el derecho internacional de los derechos humanos, el uso intencional de la fuerza letal solo está permitido como último recurso contra un individuo que represente una amenaza inminente para la vida”, declaró a la AFP Marta Hurtado Gómez, portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
“De lo contrario, constituiría una violación del derecho a la vida”, añadió. “En términos generales, nadie debería ser asesinado por delitos relacionados con las drogas”.
Desde las costas caribeñas, el horizonte parece tranquilo, pero los observadores más atentos saben que tras esa calma aparente se oculta una presencia lista para actuar en cualquier momento.
Reuters, AFP y medios locales
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