Según encuestas recientes, un 70% de los israelíes está a favor de priorizar el retorno de los 55 rehenes que siguen secuestrados por Hamás, a expensas de terminar la invasión y ocupación de la Franja de Gaza. A pesar de que esta idea no se traduce en protestas masivas, empieza a ganar fuerza y cuenta con decenas de miles de exmilitares y reservistas que, sumados a una minoría de objetores de conciencia e israelíes en contra de la ocupación, denuncian que "la guerra" solo responde a los intereses de la coalición de Netanyahu. Reporte especial.
En Israel predomina una línea de pensamiento que define a sus fuerzas armadas como un 'ejército del pueblo'. Esto se debe a que, como su personal permanente es limitado, la entidad castrense recurre a reservistas para hacer frente a las grandes crisis. Estos son hombres y mujeres que abandonan sus trabajos y oficios regulares para servir cuando son convocados.
Inmediatamente después de las masacres de Hamás en el sur de Israel, un récord de alrededor de 300.000 reservistas se alistaron, muchos de manera voluntaria. Alimentados por una sensación de deber y, en varios casos, también por una sed de venganza, hicieron suyos los "objetivos" de la coalición ultranacionalista de Benjamin Netanyahu de destruir al grupo islamista y recuperar a los 251 rehenes de entonces.
Sin embargo, después de más de 600 días de una brutal invasión israelí en Gaza (investigada por la Corte Internacional de Justicia como posible genocidio) y con 55 cautivos aún en el enclave palestino –entre 20 y 22 se presumen con vida–, ese apoyo férreo se está derrumbando ante la creciente percepción de que "la guerra" de Netanyahu no responde a la seguridad de Israel o al rescate de los secuestrados, sino a su supervivencia política y a la de su gobierno.
Un sentimiento reforzado por la intención israelí de ocupar y permanecer en la Franja, que ha acarreado llamar a unos 60.000 reservistas.
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Este movimiento, cuyo número va creciendo pero sin llegar a un rechazo masivo a servir o a formas de presión real sobre el ejecutivo, no es uniforme. Por un lado, incluso antes de que Netanyahu hiciera explícito su plan de ocupación, más de 10.000 militares (en su mayoría retirados, pero también en activo) firmaron varias cartas en reclamo de un acuerdo de liberación a expensas de poner fin a la invasión en Gaza.
Otros reservistas, que han estado en la Franja o en frentes como Líbano, hoy se niegan a volver a servir.
Mientras que algunos jóvenes reclutas se han declarado objetores de conciencia (se les conoce como refuseniks) y se rehusan a ir al servicio militar obligatorio, cumpliendo penas de prisión por ello. Los motivos de cada uno pueden variar, pero los une el rechazo a una invasión a la que ya no le ven sentido.
Guy Poran, piloto retirado: "No es lógico ni moral seguir con la guerra"
Al recorrer la plaza Habima de Tel Aviv, durante la protesta de cada sábado para exigir el retorno de los rehenes, Guy Poran no deja de recibir saludos. Este hombre de 69 años, alto y de cabellera gris, lleva puesta una camiseta azul con el logo de la unidad en la que solía servir en la Fuerza Aérea israelí, la 555, conocida como 'los cuervos del cielo'.
A eso atribuye los saludos, al prestigio que tienen los pilotos en la sociedad israelí, que los reconoce, dice, como actores primordiales en garantizar la seguridad del Estado.
Ese capital en la opinión pública, afirma Guy, le impulsó a firmar junto a otros compañeros una carta abierta para pedir que el Gobierno de Netanyahu priorice el regreso de los rehenes y ponga fin a la invasión en Gaza.
Su argumento encuentra base en la realidad si se tiene en cuenta que, a la publicación de la misiva rubricada por unos 1.200 pilotos retirados y en servicio, le siguieron varios pedidos similares de reservistas y exmilitares de distintas ramas del Ejército, entre ellos, de inteligencia militar, paracaidistas o tanques.
De su mochila, Guy saca gorras con el mismo logo de su unidad y se las da a quienes se las piden. Pero también lleva una copia de la carta y lee en voz alta el que considera un pasaje primordial:
"En este momento, la guerra sirve principalmente a intereses políticos y personales, y no de seguridad. La continuación de la guerra llevará a la muerte a los rehenes, a soldados israelíes y a muchos civiles inocentes"
Para este antiguo capitán de la Fuerza Aérea, un escrito de este tipo sirve para "poner con fuerza el tema sobre la mesa y en los medios" frente a un ejecutivo de extrema derecha que "no escucha la voluntad del pueblo".
Según encuestas recientes, 7 de cada 10 israelíes se adhieren a la idea de que recuperar a los rehenes es la principal prioridad, aunque eso implique terminar con sus ataques en Gaza.
Si bien ninguna de esas cartas hace un llamado explícito a rehusarse a servir –y con todo el Ejército ordenó, o al menos amenazó, despedir a los reservistas firmantes–, Guy sostiene que "más y más gente encuentra formas de no ir, aun sin declararlo", y se esperanza con que "ese movimiento crezca al punto que el gobierno no tenga más opción que frenar la guerra".
El Ejército israelí no provee datos del porcentaje de acatamiento a los llamados a filas, pero medios en hebreo lo situaban hace poco en un 60%, una asistencia mermada no solo por el rechazo creciente a la invasión, sino también por el desgaste de los reservistas, que se ven perjudicados en su ámbito laboral o familiar debido a 20 meses de convocatorias.
Por eso, y ante un plan de ocupación que considera "una fantasía", Guy insta "a los soldados a preguntarse cuál es el objetivo de todo esto, cuál es la estrategia final; y lo que verán es que no hay ninguna".
"Esta es ahora una guerra por motivos políticos –insiste–. Y por eso mismo debemos no ir a luchar y no poner en riesgo la vida de rehenes y soldados por la supervivencia política del gobierno. No es lógico, no es moral y no tenemos que hacerlo".
Yuval Ben Ari, reservista que rechaza volver a Gaza: "Este gobierno no tiene la confianza de los israelíes"
En una publicación de Facebook del 31 de marzo, Yuval Ben Ari usó la misma frase que repite en diálogo con France 24: "No volveré a servir bajo el actual gobierno".
La decisión la tomó tras pasar solo una semana en Gaza durante su segunda ronda.
Fue destinado a Rafah (sur) luego de que Israel rompiera la tregua el 18 de marzo y retomara con extrema violencia los ataques en toda la franja, además de imponer un bloqueo total a la entrada de ayuda humanitaria. En otro mensaje publicado en su cuenta personal el 31 de mayo, recuerda que allí pensó que contribuiría con asegurar un área fronteriza, pero la realidad fue que "el Ejército se centró en la destrucción sistemática de la zona".
Entonces solicitó a sus comandantes que lo relevaran de sus funciones y decidió hacer pública su postura de rehusarse a volver a ponerse el uniforme bajo la tutela de un gobierno que, comenta a este medio, "no tiene la confianza de los israelíes y, en mi opinión, es ilegítimo".
Confiesa que la decisión le genera múltiples contradicciones porque choca con el deber interiorizado en los israelíes, el cual se le desbordó tras las masacres del 7 de octubre de 2023.
En ese momento se volcó como voluntario para asistir a las comunidades atacadas del sur israelí y, después, a pesar de estar exento por tener más de 40 años, decidió presentarse ante su unidad de infantería para "aliviar la carga de muchos soldados". Primero sirvió en la frontera libanesa, y su primera ronda en Gaza tuvo lugar entre noviembre y diciembre de 2024, cuando se sintió "conmocionado" por ver el grado de devastación del enclave palestino.
Entre los cientos de comentarios que recibió en Facebook, los mensajes de apoyo de familiares y allegados se entremezclan con muchos que lo tildan de "traidor" o de "cobarde", y los hay que directamente lo acusan de marcharse a Gaza por segunda vez para publicar su texto de rechazo, "siguiendo una agenda política de antemano".
Pero Yuval sostiene que, desde que Israel recrudeció su invasión tras la última tregua, "en los últimos dos meses, el gobierno israelí ha estado haciendo cosas muy malas, pidiéndole al Ejército que bombardee objetivos que no son de calidad y abandonando a los rehenes".
"La mayoría de la sociedad israelí se está oponiendo a la continuación de la guerra por buenos motivos: los secuestrados y los crímenes de guerra que se están cometiendo ahora", enfatiza.
Al caminar por la denominada Plaza de los Rehenes en Tel Aviv, Yuval se detiene varias veces. Primero, frente a un mural con recortes de portadas de diarios israelíes e internacionales sobre el 7-O, una fecha omnipresente para él y para los israelíes. "Yo creo que cualquier ciudadano, al menos una vez a la semana, piensa en cómo pudo haber pasado esto, cómo no lo vimos venir, cómo no lo prevenimos", reflexiona.
También observa la pantalla gigante que lleva la cuenta de días, horas, minutos y segundos de cautiverio de los rehenes, y se imagina que "la guerra podría continuar hasta la elección de 2026″ si dependiera de la coalición ultranacionalista de Netanyahu.
Se detiene asimismo en un árbol del que cuelgan carteles con los rostros de los secuestrados y señala a Inbar Hayman, que "es vecina mía", y desde ahí observa un piano con pegatinas de soldados caídos y se permite pensar que "nadie puede ignorar las imágenes que están llegando de Gaza en los últimos meses".
Por todo, Yuval llama a otros soldados a negarse "para salvar a nuestra gente y a nuestro país, porque no queremos ser un estado paria" y porque "esto es una tragedia para israelíes y palestinos". "Esta guerra tiene que terminar, tenemos que traer de regreso a nuestra gente y empezar a reconstruir Gaza", concluye.
Sofia Orr, refusenik: "No podría servir en un Ejército que está cometiendo un genocidio"
La fresca noche del 15 de mayo en Beit Jala, en el sur de Cisjordania ocupada, ofrece una imagen no tan común: civiles israelíes y palestinos compartiendo un evento conjunto para conmemorar la 'Nakba' (catástrofe, en árabe), el éxodo forzado de unos 750.000 palestinos y la destrucción de sus aldeas durante el proceso de creación del Estado de Israel.
El encuentro se lleva a cabo desde 2020 y está a cargo de Combatientes por la Paz, una organización que nació en 2006 y que en sus orígenes reunió a soldados israelíes y militantes palestinos que decidieron dejar las armas y trabajar para una solución política al conflicto.
Sentada en primera fila y designada como una de las oradoras está Sofia Orr, una joven de 19 años que se ha opuesto a la invasión israelí en Gaza desde el principio. Por esa razón, en febrero de 2024, se convirtió en la segunda adolescente desde el 7-O en declararse públicamente como objetora de conciencia y se negó a realizar el servicio militar obligatorio.
Eso le valió tres meses de encierro en una prisión militar y el repudio de algunos allegados, pero no modificó su convencimiento de que "no solo tenía que no formar parte de esto, sino manifestarme en contra e intentar mostrar que rehusarse es una opción y que un futuro diferente es posible".
"Tomé la decisión de no alistarme porque era mi deber moral. Nunca podría servir en un Ejército que sostiene un régimen de apartheid, que está cometiendo crímenes de guerra, opresión y ahora un genocidio", expresa con voz calmada pero firme.
Al subir al escenario, Sofia lee un inusual testimonio de un soldado israelí de 1948, en el que describe actos de violencia y limpieza étnica contra los palestinos.
Sus palabras resuenan con fuerza en el contexto actual de violencia exacerbada, no solo en Gaza, también en Cisjordania ocupada. La joven considera que "es extremadamente importante alzar la voz, sobre todo en tiempos como estos" para "apoyar la cooperación israelí-palestina", "intentar impulsar las voces palestinas, porque necesitan ser escuchadas", y "asegurarse que la narrativa del pueblo palestino no sea borrada cuando se habla de esta tierra".
Esta postura, afirma, llevó a que algunos la tildaran de "ingrata" e "ingenua por creer que se puede dialogar con los palestinos". "Yo les digo que ellos son los ingenuos por pensar que se puede intentar una y otra vez usar más fuerza y violencia y esperar que eso tenga un resultado diferente al de los últimos 80 años. No hay una solución militar a un problema político", sentencia.
Sofia reconoce que hace parte de "una voz muy minoritaria en Israel".
Aunque valora que "están creciendo los movimientos de reservistas y jóvenes" que rechazan la invasión, puntualiza que "todavía están muy limitados a los rehenes", que "no siempre ven lo que está pasando en Gaza" y "no están realmente combatiendo la deshumanización [de los palestinos] y luchando por un futuro de verdad": "Tal vez lleven a un giro en la dirección correcta, pero el consenso general todavía es muy racista y violento".
Aunque las aspiraciones de Guy, Yuval y Sofia para el futuro puedan ser distintas –y las verbalicen de formas diferentes–, los tres comparten una misma visión a corto plazo: que el derramamiento de sangre en Gaza y el sufrimiento de los rehenes deben terminar.
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