“No entren en un clima de Mundial de Fútbol”. Esta fue la reacción de la brasileña Fernanda Torres, de 59 años, cuando supo que estaba nominada al Óscar como mejor actriz para la película ‘Ainda estou aquí’ (I’m still here, Aún estoy aquí), que el domingo 2 de marzo recibió el galardón de Mejor película extranjera. Su advertencia no era en vano: los brasileños son unos hinchas natos que abrazan cualquier competición con pasión y alegría, ya sea en una cancha de fútbol o en la pista del Sambódromo.
La demostración de que los brasileños no conocen límites es del fenómeno de masas que ha desatado este filme duro y, al mismo tiempo, intimista, que denuncia los abusos y las torturas durante la dictadura militar de Brasil (1964-1985).
‘Ainda estou aquí’ cuenta la historia de Rubens Paiva, un ingeniero civil y político brasileño que en 1971 fue secuestrado, torturado y asesinado por el régimen militar, y de su esposa Eunice, quien dedicó 40 años de su vida a la búsqueda de la verdad sobre la desaparición de su marido.
En pocas semanas, la película se ha convertido en un éxito de taquilla, con más de 5,2 millones de espectadores.
Pero el fenómeno ‘Fernanda Torres’ ha superado todas las expectativas y, desde el pre-carnaval, han brotado como setas ‘blocos’ (comparsas callejeras) que homenajeaban a la actriz más popular del momento. En las calles de varias ciudades han aparecido los más variados disfraces, incluso reproduciendo el propio Oscar dorado en tamaño de hombre adulto.
También ha habido bailes temáticos para acompañar en directo la premiación en Los Ángeles. La reacción de los brasileños ha sido, como era de esperar, explosiva, ya sea durante los desfiles en el Sambódromo de Río de Janeiro o en el carnaval multitudinario de Salvador de Bahía.
La alegría de la fiesta más amada por los brasileños se ha sumado a la exaltación por un premio inédito para el cine brasileño, causando un verdadero frenesí colectivo.
En Tijuca, el barrio carioca donde creció Fernanda Torres, varios admiradores decidieron improvisar una celebración en el Cine Botequim 2.
Y en el norte de Brasil fue captada por las cámaras una estatuilla gigante del Oscar, mientras era transportada en la parte trasera de una camioneta por las calles de la ciudad de Palmas. Obviamente, la imagen se volvió viral en Internet. En las redes sociales, los internautas bromearon con la idea de que se tratase de una entrega especial para la actriz Fernanda Torres.
Eco en las calles
Al margen del éxito y de la reacción social, ‘Ainda estou aquí’ ha tenido el gran mérito de resucitar el debate sobre la dictadura brasileña en un momento clave, cuando el país espera el juicio contra el expresidente Jair Bolsonaro por un intento de golpe de Estado tras las elecciones de 2022.
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También representa una victoria de los artistas y de los productores culturales. Este sector sufrió muchas penurias durante el mandato del exmandatario de derecha, quien suprimió el Ministerio de Cultura nada más asumir el cargo, en 2019.
Seis años después, Brasil parece otro país. Hace menos de un año, France 24 hizo un amplio reportaje sobre los 60 años del golpe que dio inicio a un largo y represivo régimen militar.
En aquel momento, las manifestaciones de repudio a la dictadura y a una posible amnistía a los responsables de los ataques violentos contra la Plaza de los Tres Poderes de Brasilia del 8 de enero de 2023 estaban llenas de cabezas blancas. Eran las víctimas de un régimen sangriento que mató o hizo desaparecer a 434 personas, según los datos de la Comisión de la Verdad, aunque varios expertos hablan de al menos 10.000 víctimas.
Eran pocos los jóvenes presentes en estos actos. La tónica general fue más bien la rabia y la decepción, después de que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva decidiese desmarcar los actos conmemorativos previstos y ya costeados, en un intento de evitar tensionar las relaciones ya estremecidas con las Fuerzas Armadas.
“El Estado nos debe esto, en nombre de todos los ciudadanos brasileños. Merecemos que el Gobierno tome una posición”, reclamaba una mujer desde el escenario aquel 31 de marzo de 2024 en frente del Doi-Codi, el centro de detención y tortura de los militares en São Paulo, por el que pasaron al menos 7.000 personas.
"La película abrió los ojos de la gente"
Casi un año después, el escenario en Brasil es completamente diferente. Es como si la magia del cine hubiese conseguido lo que los activistas no alcanzaron en varias décadas.
“Creo que el arte es un instrumento de educación muy poderoso. Y esta película también tiene algo que es universal: habla de la familia. Todos tienen un padre o una madre. Todos sienten pena cuando un padre es arrancado de la familia. Piensas en el tuyo también. Recuerdas a tus amigos que pasaron por la dictadura, a los padres de tus amigos. Creo que la película tal vez abrió los ojos de la gente, que estaba un poco acomodada”, señala Cavi Borges, director y productor de cine, y también organizador de un baile de carnaval en honor a Fernanda Torres.
“Creo que los últimos cuatro años han dejado a la gente un poco perpleja y complaciente, no solo por el Gobierno de Bolsonaro, sino también por la pandemia de Covid-19. Tal vez esta película ha sido como una patada en la puerta y ha ayudado a la gente a querer hablar, manifestarse, protestar. El arte tiene mucha fuerza porque toca a la gente, toca el corazón y la cabeza de las personas. Hace posible hacer que la gente se mueva, la sacude para que despierte y siga el camino que quieren tomar”, añade Borges.
El triunfo de la película también ha dado alas a un personaje desconocido para el gran público. “En nombre del cine brasileño, es un gran honor recibir esto de un grupo tan extraordinario. Esto es para una mujer que, después de una pérdida tan grande en un régimen tan autoritario, decidió no doblegarse y resistir… Este premio es para ella: se llama Eunice Paiva. Y también para las mujeres extraordinarias que le dieron vida. Fernanda Torres y Fernanda Montenegro”, dijo el director Walter Salles durante su discurso y agradecimiento.
La viuda de Rubens Paiva se convirtió en un símbolo de resistencia cuando decidió no agachar la cabeza y luchar para conocer la verdad sobre el paradero de su esposo.
Tras su desaparición, comenzó a estudiar derecho en 1973 y se graduó a los 47 años. En 1988, fue consultora de la Asamblea Nacional Constituyente, que promulgó la Constitución Federal brasileña.
Posteriormente, ya como abogada, fue una de las personas que presionaron al Gobierno de Brasil para promulgar la Ley N° 9.140, durante el mandato del ex presidente Fernando Henrique Cardoso en 1995, que determinó que las personas desaparecidas durante la Dictadura Militar fuesen consideradas muertas.
Finalmente fue posible emitir el certificado de defunción de Rubens Paiva, un momento simbólico que ha sido retratado en el filme.
Eunice Paiva también tuvo un papel importante en la lucha a favor de los derechos de los indígenas brasileños.
Para el filósofo y escritor Ailton Krenak, que recientemente se convirtió en el primer indígena en ocupar una cátedra en la Academia Brasileña de Letras, Eunice “animó el debate sobre la falta de una política pública que promueva el reconocimiento y la protección de las tierras indígenas”.
En 1987, esta abogada y activista contribuyó a la fundación del Instituto de Antropología y Medio Ambiente (Iama), una organización de la sociedad civil enfocada en la defensa y autonomía de los pueblos indígenas que funcionó hasta 2001. Su trabajo a favor de la protección de los pueblos indígenas, como los habitantes de la Tierra Indígena Zoró en el Estado de Mato Grosso, es una de sus múltiples contribuciones a la promoción de los derechos humanos.
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‘Ainda estou aquí’ termina con la escena de Eunice Paiva ya mayor, mirando por la televisión una sesión de la Comisión de la Verdad, instituida por la expresidenta Dilma Rousseff, que también fue torturada por la dictadura.
Le da vida la actriz Fernanda Montenegro, una eminencia del cine brasileño y quien es la madre de Fernanda Torres. Curiosamente, en 1999 Fernanda Montenegro también fue nominada al Óscar de Mejor actriz por la multipremiada ‘Estación Central de Brasil’, pero no consiguió alzarse con la estatuilla.
El director Walter Salles optó por no incluir en el guión una escena que realmente aconteció en 2014 y que tiene como protagonista a Jair Bolsonaro.
Bolsonaro y la afrenta a la memoria de Rubens Paiva
El expresidente pasó parte de su adolescencia en Eldorado Paulista, escenario en el que la familia Paiva tuvo mucha influencia. El padre de Rubens, Jaime Paiva, era un coronel local y fue elegido diputado dos veces, la última vez en 1968 por el partido de la dictadura Arena. La familia era propietaria de una fazenda y su poder adquisitivo les permitió liderar la economía y la vida social del municipio.
Por su parte, Bolsonaro nació en una familia humilde y la fortuna de los Paivas representaba una distancia social insalvable.
En su biografía, ‘Mito o Verdad: Jair Messias Bolsonaro’, escrita por su hijo Flávio Bolsonaro, el político afirma que le incomodaba la diferencia de clases. En 2014, la Cámara de Diputados de Brasil rindió un homenaje a Rubens Paiva y colocó un busto con su imagen por su incesante lucha por la democracia. “Mi familia estaba allí con fuerza. Conmovidas, mi madre y mi tía pronunciaron hermosos y orgullosos discursos sobre la memoria de su padre”, recuerda Chico Paiva, nieto del político asesinado.
“En el medio, fuimos interrumpidos por un pequeño grupo que venía a manifestarse. Era Jair Bolsonaro junto con algunos amigos (quizás eran sus hijos, en ese momento no sabía quiénes eran), quien se tomó la molestia de salir de su despacho y venir hacia nosotros gritando: ’¡Rubens Paiva recibió su merecido, comunista deshonrado, vagabundo!'. Al pasar junto a nosotros, escupió en el busto. Lanzó un escupitajo durante un homenaje a un colega diputado que fue brutalmente asesinado”, añade Chico.
“Walter Salles es un director muy inteligente. No puedo hablar por él, pero creo que no quería que esta película se convirtiera en un choque frontal. No quería algo directo y sí que la gente reflexionara, pensara y, en el fondo, también que se indignara, pero de una manera más sutil. Hay directores que ponen el dedo en la herida y que deciden meterse con todo, y otros , que hacen algo más simbólico. Creo que es una elección artística”, señala el productor Cavi Borges.
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