Luego de años sin verle personalmente, tuve la dicha y el honor de compartir con él.
Bastó una llamada telefónica previa a la cita para confirmar lo consabido.
El encuentro fue en su hermosa casa situada en una urbanización al final del malecón de Santo Domingo. Interactuamos sentados cerca de una sala donde habitaba un majestuoso piano de cola.
Corría el año 2017. Su trato afable, caballeroso, permanecía intacto. Era el mismísimo trato que me había profesado a mediados de los años 80, cuando lo conocí en el programa “El Sabroshow”, de la otrora televisora Rahintel, producido por Milton Peláez y conformado por un elenco de primerísimas figuras del humor, la canción y la conducción.
En los fulgores y el trajinar del espacio de televisión, pese a la diferencia generacional con quien suscribe, me propició, lo mismo que otros compañeros, un trato exquisito. Sólo que, en lo particular, este hombre, con quien también compartí en espectáculos nocturnos, tenía un especial don de gente que, gracias a Dios, de acuerdo con opiniones de sus familiares y de tantos amigos del medio artístico, mantuvo una invariable humildad hasta el final de sus días.
Durante nuestra conversación en su residencia, comprobé una vez más su desinteresada capacidad de servicio. Le pedí prologar un libro de sonetos de mi autoría.
La respuesta positiva a mi gentil solicitud no se hizo esperar. Se trata de una obra pendiente de publicación, titulada “Cien Sonetos con sonido neto”.
El artista que nos ocupa nació en Tamayo, provincia Bahoruco. Su nombre de pilas bautismales era Eliseo Zorrilla Gómez. Se dio a conocer con el pseudónimo de Cheo Zorrilla.
En edad de adolescente inició en el arte como trompetista de la banda municipal de su comunidad. Músico de academia, también tocaba piano y guitarra.
En los años 70, Danny Rivera le grabó la canción “Apocalipsis”. Desde entonces nuestro querido Cheo sostuvo una trayectoria de éxitos y una carrera intachable.
Preciosas composiciones suyas han sido grabadas por famosos artistas criollos y extranjeros, entre éstos Taty Salas, Luchy Vicioso, Fernando Casado, Vickiana, Raúl Grisanty, Joseíto Mateo, Danny Rivera, Sophy, Basilio, Lalo Rodríguez y Chucho Avellanet, constituyéndose en verdaderos “hits” de la música romántica, algunos incluso ganadores de lugares importantes en festivales nacionales e internacionales.
Cheo también fue funcionario público y un profesional universitario con estudios de post grado.
En 2016, Zorrilla fue exaltado al bienquisto Salón de la Fama de los Compositores Latinos, al lado de figuras como Julio Iglesias, José Feliciano, Diego Torres, Gloria y Emilio Estefan.
Cheo es el primer dominicano en lograr tal mérito. Dicho salón tiene su sede en Miami, Florida.
Admirado por muchos, ha recibido importantes reconocimientos; aunque nunca recibió, por parte de la Asociación de Cronistas de Arte (Acroarte), la premiación “El Gran Soberano”. Aportes le sobran, por lo cual al menos deberían otorgarle una estatuilla especial póstuma.
Por todo esto y otros asuntos no menos importantes, a este apreciado artista lo recordaremos todos los meses…no sólo al nacer cada enero.
Continuaremos valorando sus frutos de prolífico sembrador, lo cual nadie será capaz de olvidar olvidar.
Valoraremos también la solidaridad constante con familiares, amigos y artistas, en su rol de cirineo.
Gracias por confirmarnos que los hombres también lloran. Asimismo, por la inspiración a levantarnos como el ave fénix y atrevernos a volar aún con las alas rotas.
Porque en sus fans más amor no cabe ojalá el extraordinario legado de sus románticas composiciones resulte imperecedero e inmarcesible.
Por tanto, soñaré perpetuarme, escuchando y disfrutando las canciones del maestro Cheo Zorrilla, ¡hasta el apocalipsis!
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