En abril de 2014, los diversos sectores sociales de la República Dominicana, representando a la sociedad en su conjunto, firmaron el Pacto Nacional para la Reforma Educativa en la República Dominicana, con un horizonte de ejecución hasta el año 2030. Transcurrida una década, y a seis años de la fecha límite, es imperativo reflexionar sobre los avances logrados, los retrocesos sufridos y los desafíos que aún persisten.
El reciente llamado del Presidente de la República a favor de un Pacto por la Calidad de la Educación, en ocasión del inicio del año escolar 2024-2025, puede interpretarse como una invitación a renovar nuestro compromiso con la calidad de la educación. Sin embargo, más que un llamado a un nuevo pacto, esta convocatoria debe entenderse como una oportunidad para actualizar y fortalecer el Pacto Nacional para la Reforma Educativa que ya está en marcha, considerando los cambios y las lecciones aprendidas en la última década.
Es crucial destacar que el actual Pacto Nacional para la Reforma Educativa ya contempla una sección integral dedicada a la calidad de la educación, estableciendo objetivos y mecanismos diseñados para garantizar la mejora continua. Este pacto no es simplemente un documento, sino un compromiso que involucró a toda la sociedad dominicana en un esfuerzo conjunto para transformar nuestro sistema educativo.
El Pacto Nacional para la Reforma Educativa establece un compromiso integral con la calidad educativa, abordándola desde varios ángulos esenciales. Entre ellos, se destaca la necesidad de asegurar que el currículo sea pertinente y aplicable en todos los contextos socioculturales, garantizando que los docentes estén capacitados para implementar estrategias de aprendizaje innovadoras y creativas que fomenten el desarrollo de competencias fundamentales en los estudiantes. Además, el pacto subraya la importancia de la universalización de la jornada extendida, como un medio para ofrecer una formación más completa y adaptada a las necesidades del siglo XXI.
Otro aspecto crítico que el pacto aborda es la necesidad de fortalecer la evaluación y supervisión de los procesos educativos para garantizar la calidad. Se establece la creación de un sistema de evaluación continua y transparente que mida no solo los resultados académicos de los estudiantes, sino también la efectividad de la enseñanza y la gestión educativa en todos los niveles. Este enfoque garantiza que las políticas y prácticas educativas se ajusten continuamente para mejorar los resultados. Al renovar el pacto, reforzaríamos nuestro compromiso con estos principios de calidad, asegurando que se mantengan como pilares fundamentales del sistema educativo.
En mi artículo titulado "El síndrome de la originalidad y la tragedia de la reforma educativa dominicana", recientemente publicado en el periódico “Acento”, advierto sobre el riesgo de ignorar los esfuerzos previos en busca de lo "nuevo" y "original". Tal como en la mitología de Ícaro, donde la búsqueda de la gloria llevó a la tragedia, en nuestro contexto educativo, lo que necesitamos no es un nuevo punto de partida, sino una revisión crítica y una renovación que asegure la continuidad y el fortalecimiento de lo que ya hemos construido.
En este sentido, el llamado presidencial puede interpretarse como una señal de que, después de una década de implementación del referido pacto, es hora de renovar los "votos matrimoniales" con la reforma educativa que juramos en 2014. Esta renovación debe basarse en una evaluación integral de lo alcanzado, identificando los logros y abordando las áreas de mejora, para asegurar que el pacto siga siendo un marco robusto que guíe nuestra educación hacia el futuro deseado.
Propongo que, en lugar de interpretar este llamado como el inicio de un nuevo pacto, lo veamos como una oportunidad para realizar una evaluación exhaustiva del Pacto Nacional para la Reforma Educativa en su décimo aniversario. Tomando en cuenta los resultados de esta evaluación y el nuevo Plan Decenal Horizonte 2034, diseñado con amplia participación social por el MINERD, podemos actualizar y fortalecer el pacto existente, extendiendo su vigencia hasta el 2034 y garantizando así su continuidad por la próxima década. Al igual que en un matrimonio que celebra una década, lo que necesitamos no es romper nuestros lazos y buscar un nuevo comienzo, sino reafirmar nuestro compromiso, realizando los ajustes necesarios y consolidando los cimientos que ya hemos construido juntos.
La evaluación de los primeros diez años de implementación del Pacto Nacional para la Reforma Educativa es una oportunidad invaluable para identificar tanto los logros alcanzados como las áreas que aún requieren mejoras significativas. Esta evaluación no debe verse solo como un ejercicio de rendición de cuentas, sino como un proceso constructivo que nos permitirá ajustar y refinar nuestras estrategias. De este análisis surgirán nuevas prácticas y enfoques que, de ser implementados, nos asegurarán un progreso más sólido en los próximos diez años, especialmente en términos de mejorar los aprendizajes de los estudiantes, que han sido señalados como una de las principales debilidades de nuestro sistema educativo.
Es fundamental que la evaluación del Pacto Nacional para la Reforma Educativa incluya un análisis riguroso de los mecanismos de monitoreo y seguimiento implementados durante la primera década. Debemos examinar su efectividad para garantizar la transparencia y el cumplimiento de los objetivos planteados. Asimismo, es crucial evaluar el papel desempeñado por los diversos actores sociales involucrados en el proceso, identificando tanto sus contribuciones como las áreas donde su participación pudo haber sido más efectiva.
Es fundamental reconocer que, aunque el pacto ha sentado bases importantes, la realidad educativa es dinámica y exige una adaptación continua. La evaluación de lo realizado hasta ahora permitirá identificar no solo las áreas donde se han obtenido avances, sino también aquellas donde los resultados no han sido los esperados. A partir de estos hallazgos, se podrán diseñar estrategias y prácticas innovadoras que aborden directamente los desafíos más críticos, como el bajo rendimiento estudiantil, y asegurar que en los próximos diez años logremos un impacto significativo en la calidad de los aprendizajes. Este enfoque nos permitirá cumplir con el objetivo primordial del pacto: ofrecer una educación de calidad para todos los dominicanos.
Renovar el pacto no solo reafirma nuestro compromiso con la educación de calidad, sino que también actúa como un ancla que asegura la continuidad de los esfuerzos realizados hasta ahora. En un contexto donde las ideas nuevas pueden parecer tentadoras, es crucial recordar que los cambios abruptos, aunque bien intencionados, corren el riesgo de desestabilizar lo que ya se ha logrado y fragmentar los avances obtenidos. La renovación del pacto, por tanto, no es solo un gesto simbólico; es una estrategia sólida que permite aprovechar al máximo las políticas y programas que han demostrado su valía a lo largo de los años.
Al optar por fortalecer y actualizar el pacto vigente, evitamos el ciclo de empezar desde cero con cada nueva administración, o en cada período de gobierno, lo que a menudo resulta en la pérdida de impulso y la dilución de recursos. En su lugar, nos enfocamos en construir sobre los cimientos ya establecidos, asegurando que los logros acumulados no solo se mantengan, sino que se expandan de manera coherente y sostenible. Este enfoque no solo proporciona estabilidad al sistema educativo, sino que también facilita una evolución constante y adaptativa, alineada con las realidades cambiantes del país y del mundo. En última instancia, esta renovación nos permitirá avanzar con una visión clara y unificada, evitando los errores del pasado y consolidando un sistema educativo más fuerte y cohesionado para las futuras generaciones.
En resumen, invito a la sociedad dominicana y a nuestros líderes a interpretar este llamado presidencial como una oportunidad para consolidar nuestros logros, corregir el rumbo donde sea necesario, y seguir avanzando hacia una educación de calidad para todos. De esta manera, podemos garantizar que nuestro compromiso con la educación dominicana perdure y se fortalezca, sin la necesidad de comenzar de nuevo cada vez que cambia la administración.