En la mitología griega, Ícaro desafió las advertencias de su padre, Dédalo, y voló demasiado cerca del sol con alas de cera. Su búsqueda de la originalidad y la gloria lo llevó a la tragedia. Narciso, obsesionado con su propia imagen, se aisló y encontró la muerte en su reflejo. Estos mitos clásicos nos advierten sobre los peligros de la ambición desmedida y la obsesión por la singularidad. Ícaro y Narciso, en su afán de originalidad y autocomplacencia, encontraron trágicos finales.

En el contexto de la reforma educativa, estos mitos sirven como metáforas de lo que yo   llamo el "síndrome de la originalidad". Este síndrome se manifiesta cuando los responsables de políticas educativas, buscando destacarse con propuestas originales, ignoran la experiencia acumulada. Al igual que Ícaro y Narciso, quienes persiguen políticas y reformas educativas originales, a toda costa, pueden fracasar si no se basan en un conocimiento sólido y en las lecciones del pasado.

La investigación científica ejemplifica la importancia de construir sobre los cimientos existentes. El progreso científico y tecnológico se basa en la continuidad del trabajo y la colaboración entre generaciones. Cada nuevo descubrimiento se erige sobre el conocimiento previo. La continuidad permite abordar problemas complejos de manera sistemática y sostenida, lo que a menudo conduce a innovaciones que impactan positivamente a la sociedad. Además, la continuidad fortalece la credibilidad de los científicos y las instituciones, y permite la adaptación a nuevos descubrimientos y tecnologías.

La falta de continuidad en la reforma educativa contrasta con el ciclo seguido en los procesos de investigación científica. Mientras que la ciencia avanza de manera incremental, la educación a menudo se ve afectada por cambios abruptos y políticas fragmentadas. Los planes educativos pueden cambiar con cada administración, aún en la gestión de un mismo partido político, interrumpiendo la implementación de políticas a largo plazo. La formación docente, las mejoras curriculares y muchos otros componentes esenciales para lograr la calidad de la educación se ven afectados por la discontinuidad, lo que resulta en un sistema educativo que no logra evolucionar para enfrentar los desafíos actuales. La implementación de tecnologías educativas y métodos pedagógicos también se ve obstaculizada por la fragmentación, dejando a muchos estudiantes sin acceso consistente a recursos de calidad.

Entrega de certificación a investigadores del Fondocyt, sede del Ministerio de Educación Superior.

En el campo educativo la República Dominicana es un caso paradigmático de falta de continuidad de las políticas y de los programas que cada administración, cada ministro, intenta poner en ejecución, olvidando e ignorando por completo lo que sus predecesores han hecho. Cada administración quiere que la historia de la reforma educativa comience en su gestión. El pasado no cuenta. El “síndrome de la originalidad”, en nuestro país, ha caracterizado a la mayoría de las administraciones.

Para romper este circulo vicioso, es imperativo fomentar una cultura de continuidad en la educación dominicana. Esto implica reconocer el valor de construir sobre los logros anteriores, aprender de las experiencias pasadas y valorar la colaboración en lugar de la competencia. Al igual que en la investigación científica, las políticas educativas deben basarse en evidencias sólidas y en un análisis riguroso de lo que ha funcionado y lo que no en el pasado.

Las "políticas públicas basadas en evidencia" ofrecen una solución al problema de la discontinuidad. Al igual que los investigadores científicos deben justificar sus propuestas con base en investigaciones previas, los responsables de políticas educativas deberían hacer lo mismo, basar sus políticas y programas en datos y en análisis riguroso de lo que ha funcionado y lo que no ha funcionado en el pasado. Este enfoque implica evaluar, reconocer y considerar experiencias previas para identificar qué ha funcionado y qué no, evitando así la repetición de errores y el desperdicio de recursos.

Las políticas basadas en evidencia no sólo son más efectivas, sino que también gozan de mayor credibilidad y facilitan el aprendizaje continuo. Reducen el riesgo de implementar programas fallidos y promueven la transparencia y la rendición de cuentas. Además, fomentan la participación y el apoyo de la comunidad educativa al involucrarla en la revisión de experiencias previas.

La adopción de un enfoque basado en la evidencia permitiría a los responsables de políticas educativas tomar decisiones informadas y diseñar programas que tengan una mayor probabilidad de éxito. Además, la continuidad en las políticas educativas brindaría estabilidad y coherencia al sistema, lo que beneficiaría tanto a los docentes como a los estudiantes.

Para establecer una cultura de continuidad en la reforma educativa dominicana, se pueden implementar, sólo las presentamos a título de ejemplos, varias estrategias:

  1. Desarrollo de repositorios de evidencia: Crear bases de datos accesibles que contengan investigaciones, evaluaciones de programas y estudios de caso relevantes.
  2. Revisión sistemática de la literatura: Asegurar que todas las propuestas de políticas se basen en investigaciones y experiencias previas.
  3. Evaluación continua: Implementar mecanismos de seguimiento constante para ajustar las estrategias según los resultados.
  4. Colaboración multidisciplinaria: Fomentar la colaboración entre expertos de diferentes campos para obtener una visión integral.
  5. Formación y capacitación: Capacitar a los responsables de políticas en el uso e interpretación de datos y evidencias.

Los hacedores de políticas públicas, en lugar de perseguir la originalidad a toda costa, deben reconocer el valor de la continuidad y el aprendizaje acumulativo en la reforma educativa.

Urge que todos reconozcamos que la educación es un proceso continuo, no una serie de experimentos aislados. Al reconocer el valor de la experiencia acumulada y trabajar juntos hacia un objetivo común, podemos garantizar una educación de calidad para todos los dominicanos.

Superar el "síndrome de la originalidad" y promover políticas públicas basadas en evidencia es crucial para el futuro de la educación dominicana. Son pasos necesarios para construir un sistema educativo más sólido, coherente y efectivo, capaz de responder a los desafíos del siglo XXI.