Wilson Camacho es el director de la Procuraduría Especializada en Persecución de la Corrupción Administrativa (PEPCA) y recibió un reconocimiento el pasado 9 de diciembre, de Participación Ciudadana y Transparencia Internacional, por su dedicación e integridad en la lucha contra la corrupción en la República Dominicana.

Al igual que Yeni Berenice Reynoso, la directora de Persecución, produjo un discurso en el que explicó la naturaleza de su trabajo y las motivaciones que, profesionalmente, lo han llevado a asumir un compromiso como el que tiene, con todos los riesgos y sacrificios que conlleva.

Hay que decir que Wilson Camacho es un servidor público íntegro, capaz, dedicado, con tradición desde muy jovencito en la investigación criminal, y con unas ansias de estudios ejemplares. Su reconocimiento es más que merecido, y la pasión con la que asume su ejercicio es admirable y honorable.

Wilson Camacho reconoció que su Trabajo es de equipo, y no individual, y que los méritos corresponden al colectivo, y en particular a la Procuradora General de la República, Miriam Germán Brito, por dar apoyo y brindar todas las condiciones para que los fiscales que integran el PEPCA se sientan comprometidos y entusiasmados con todo lo que cargan.

“Los premios suelen ser individuales, los sacrificios colectivos. Así que tengo muy claro que este reconocimiento les pertenece a todos ustedes. Todos los compañeros de la Procuraduría Especializada de Persecución de la Corrupción Administrativa y de la Dirección General de Persecución del Ministerio Público hemos sido, y me incluyo, fogoneros de este tren que esta noche me trajo hasta aquí”.

Hermoso y digno gesto de un servidor del Ministerio Público con una historia de trabajo sencillamente brillante. Y dijo que muchísima razón que sin la organización de Marcha Verde, desde 2016, no hubiese sido posible el Ministerio Público con el que hoy cuenta el país.

“La corrupción es un problema, una desgracia en República Dominicana. Luchar contra ella entraña numerosos sacrificios personales de nosotros y de las personas que nos rodean. Hacer este trabajo de forma correcta implica comprometer el tiempo que antes dedicábamos a familiares y amigos, a los que ponemos en competencia con Job al exigirles cada vez más paciencia”.

No le faltan razones a Wilson Camacho para sostener la extraordinaria paciencia de sus familiares más cercanos. Trabajan 24 horas, se someten a todas las presiones, amenazas, riegos, rencores, ataques, solicitudes de toda índole, y requieren resistir, resistir y resistir en medio de la incertidumbre y los decires de los que desean derrotarlos en su trabajo.

“A veces las cosas que deberían ser comunes se convierten en heroicas y extraordinarias, lo que hemos hecho desde el Ministerio Público no ha sido algo más que cumplir con nuestro deber y hacerlo entregando alma, corazón y vida. ¡Lo que ha de hacerse, debe hacerse con pasión!”.

Una hermosa expresión cargada de verdades. Cumplir con su deber es su pasión. Así debían ser todos los funcionarios públicos, desde el presidente de la República, hasta el más humilde trabajador del último ayuntamiento del país. Es bueno tener un funcionario de la PGR que lo dice con claridad y sin temor. Cumplir con el deber es también una manera de aprender:

Es mucho lo que esta experiencia nos ha enseñado. Hemos aprendido a ser más pacientes, empáticos, solidarios, perseverantes y meticulosos. Pero también tercos… y hasta más chivo que una guinea tuerta.

Este proceso nos ha hecho a todos un poco contadores, economistas, ingenieros, analistas financieros, psicólogos… Nos ha hecho más abogados, hemos tenido que profundizar en el derecho penal, procesal y constitucional. Pero también hemos tenido que hacernos administrativistas. ¡En fin, este proceso nos ha hecho más fiscales!”

Todo el mundo conoce las consecuencias de la corrupción en la administración pública y en las sociedades. Es algo que se ha dicho y repetido, pero que se tiene que seguir diciendo para que quienes cometen actos de corrupción se evangelicen, se transformen, y se pasen al bando de los que entienden que ese mal hay que derrotarlo, como lo dice Wilson Camacho.

“La corrupción pública es un delito que corroe, destruye y drena el patrimonio de una nación desde los cimientos mismos del Estado. Afecta el desarrollo económico, social y el bienestar de los pueblos, impactando temas esenciales para su desarrollo como la educación, la salud, el empleo, la libre competencia… Impacta negativamente en la inversión extranjera y deja a los países, con sus gentes, sumidos en el atraso y la pobreza”.

En este punto Camacho hizo unas cuantas reflexiones filosóficas, que son actuales y atinadas, y que involucran al conjunto de la sociedad, para buscar respuestas a sus preguntas:

La corrupción es un flagelo canceroso que castra nuestras posibilidades de desarrollo. Siempre deberíamos preguntarnos: ¿Cuántas víctimas deja un acto de corrupción? ¿Cuántos actos de corrupción puede promover una sola muestra de impunidad?

He dicho que la carrera contra la corrupción y la impunidad no es de velocidad, es de resistencia. No podemos pretender mover las fronteras de la impunidad sin obstáculos, de todo tipo”.

Y no deja de tener razón.

La justicia dominicana ha sido cómplice, en muchísimos casos, de la extensión de la corrupción, porque los jueces han sido temerosos o se sienten solidarios con los corruptos, y toman decisiones que les favorecen. Y poco a poco han creado una jurisprudencia de la impunidad. A eso se refiere Wilson Camacho cuando dice lo siguiente:

“…En un momento el Poder Judicial alegaba que no podía castigar la corrupción porque los casos no llegaban a los tribunales, lo cual era cierto.

Cuando los casos llegaron se alegó que no llegaron con pruebas suficientes, lo cual podría ser cierto en algunos casos y discutible en otros.

Pero ahora que los casos les llegan con pruebas suficientes alegan que es demasiada, muy técnica, compleja y sobre muchas personas. Como si las pruebas y los involucrados en un caso fueran la consecuencia de la creatividad del fiscal y no de la dinámica delictiva que se está investigando.

¡En fin, siempre hay una excusa para favorecer a los procesados por corrupción! ¡Y cada quien sabrá ante qué espejo pondrá su rostro para que lo refleje la historia!

Se trata de reflexiones que no dejan espacio para la duda. El sistema de justicia del país está conminado a tomar decisiones. Y hasta ahora el camino ha sido para favorecer la impunidad. Condenar a un corrupto es una de las decisiones más difíciles para un juez, en especial cuando se trata de un corrupto con vínculos políticos, con posibilidad de ser funcionario nuevamente. Esa es la desgracia. No hay inhabilitación para ejercer funciones públicas en el país. Todo el mundo lo sabe. Para condenar a los pobres, a los desamparados que delinquen no hay dificultad. Hasta cadena perpetua se aplica. Condenar a un corrupto enriquecido es la empresa más difícil para los jueces.

Estas palabras de Wilson Camacho tienen mucho sentido. Hay que conocerlas y sopesarlas detenidamente:

Es una realidad que en República Dominicana hay que sobreprobar cuando se trata de casos de corrupción. En estos procesos se desnaturaliza y tergiversa al extremo. Se ha creado un estándar irracional y metafísico para mantener abiertas las puertas de la impunidad.

Hagámonos algunas preguntas: ¿Dónde están las sentencias de principios jurídicos en materia de corrupción? ¿Dónde están las sentencias, al menos, buenas sobre corrupción? ¿Dónde está el contenido pedagógico de las decisiones sobre corrupción? ¿Cuál es el mensaje que nos transmiten estas decisiones? ¿A qué se apuesta?

El cuidado y la cobardía suelen estar presentes al momento de juzgar casos de corrupción. Se suele temer castigar a miembros de espacios de poder que luego pueden decidir el futuro del juzgador. El operador del Sistema de Justicia tiene que aplicar la ley, aunque se la cobren luego.

Una cosa es segura, la historia nos ha de evaluar a todos. Cuando eso suceda, cuando la historia pase balance, desde el Ministerio Público procuraremos tener la conciencia tranquila y la satisfacción del deber cumplido.

Habremos hecho lo correcto al combatir la corrupción y la impunidad.

Queremos felicitar a Wilson Camacho por sus palabras. Nos adherimos a él y agradecemos la profundidad de sus reflexiones y razonamientos. El trabajo por delante no es tarea fácil. Se requiere mucha entereza, honradez, dedicación y vocación para el sacrificio. Wilson Camacho honra la función que le ha sido encargada.

“Reducir la impunidad a su mínima expresión es una asignatura pendiente de pasadas generaciones. Es una obligación de nuestra generación y debe ser un tema superado para las generaciones futuras. La corrupción y la impunidad deben ser derrotadas”.