A ningún actor del sistema político de la República Dominicana se le ocurriría pensar y mucho menos intentar un fraude electoral para hacerse con el poder o con puestos electivos.
Y ni siquiera los grupos más radicales de la derecha o de la izquierda se aventurarían hoy a planificar la toma del poder a través de las armas.
Tampoco hay lugar para aventuras políticas golpistas en las Fuerzas Armadas o en la Policía Nacional.
Por eso ha resultado extraño que un grupo de altos oficiales militares y policiales retirados, y dedicados a la actividad política en apoyo a uno de los candidatos presidenciales, proclamaran que defenderán los votos de su líder.
¿A qué se debe esa declaración? ¿A qué se teme? ¿Acaso saben o piensan esos altos militares y policías retirados que alguien está planificando algún fraude o asalto al poder para desconocer los resultados de las elecciones que se celebrarán este año?
La advertencia de esos ciudadanos, antiguos hombres de armas y de uniformes, es a todas luces exagerada y extemporánea.
Los tiempos de los fraudes electorales, los golpes de estado y los "fallos históricos" felizmente quedaron en el pasado, en un pasado al que, precisamente, varios de esos exmilitares y expolicías sirvieron o sirvieron sus padres. Y, por cierto, dejaron improntas no precisamente honrosas.