Los dominicanos estamos acostumbrados a que las campañas electorales por la presidencia de la República sean agitadas, intensas, con muchos contactos personales, con caravanas, marchas, discursos, más promesas de redención que consignas, y que la oposición tenga armamentos discursivos contundentes contra el candidato a la reelección, en este caso el presidente de la República, Luis Abinader, quien aspira a hacer lo que hizo ya Danilo Medina en los dos últimos períodos de gobiernos, entre el 2012 y el 2020, y como hizo Leonel Fernández entre el 2004 y el 2012.
Hipólito Mejía intentó una reelección presidencial en 2004, por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), pero no le fue posible por la gran crisis bancaria, que se había incubado en la gestión de Leonel Fernández de 1996 al 2000, pero que terminó siendo enfrentada por el presidente Mejía en el 2003. Fernández sacó provecho de la crisis y Mejía no logró lo que siempre lograron Joaquín Balaguer, el propio Fernández y su entonces compañero Danilo Medina.
Ahora hay alboroto por la posibilidad de que Luis Abinader alcance la reelección presidencial con un alto porcentaje de votación, como lo consiguieron Leonel y Danilo en el pasado. Se utiliza el argumento de que Abinader estaría ejerciendo presión, chantaje, uso excesivo de los recursos estatales, y que estaría comprando personeros de la oposición para llevarlos al Partido Revolucionario Moderno (PRM).
En el acto en que la Alianza Rescate RD relanzó ese proyecto, el pasado 25 de marzo, Miguel vargas Maldonado leyó una proclama en que se denuncia una supuesta trama de Luis Abinader y el PRM para establecer un sistema de partido único, que conllevaría eliminar la oposición, y convertir al presidente en una especie de nuevo Trujillo. ¿De dónde sacan tal exageración, es la pregunta que surge? ¿La oposición está convencida de que la política dominicana va por ese camino? ¿Que el presidente Abinader es una especie de dictador? Obvio, que un argumento así resulta contradictorio, pues el observador, el pueblo, no ve los gestos dictatoriales, ni siente que el país marche por una deriva antidemocrática.
¿Y qué ha pasado con el proceso electoral, que está en marcha y que debía concluir con la elección de autoridades presidenciales y congresuales el 19 de mayo próximo?. Eso es el próximo mes. Estamos a un mes y una semana de las elecciones presidenciales y no le vemos el ímpetu, la fuerza, el entusiasmo, la energía, el vigor que tradicionalmente han mostrado los partidos opositores. Y no se trata sólo de las caravanas, los mano a mano, contactos directos de los candidatos opositores, especialmente los que más posibilidad tendrían, Leonel Fernández, de Fuerza del Pueblo, y Abel Martínez, del Partido de la Liberación Dominicana.
¿Es que la oposición tiene planes de retirarse del proceso electoral, que anda tan falta de vigor, discurso y entusiasmo en las elecciones? Es una pregunta que algunos se hacen, porque hemos llegado al colmo de que partidos opositores han anunciado la intención de acudir ante organismos internacionales para denunciar la supuesta intención de ahogamiento de esas organizaciones por parte del presidente Abinader.
Es claro que los candidatos actuales no son como Juan Bosch, Joaquín Balaguer ni José Francisco Peña Gómez, ni los partidos políticos tienen el mismo entusiasmo y la dinámica que conservaban las entidades políticas en los años 80 y 90.
La política ha cambiado, las campañas electorales también. Ahora los candidatos se auxilian en las redes sociales y en las frases que pudieran tener impacto, aún sean exageradas, para ganar adhesiones. El proceso electoral presidencial del 2024 no se puede analizar con los viejos criterios de los años 80 y 90, ni a los líderes y candidatos tampoco se les debe pedir discursos como los que pronunciaban Bosch, Balaguer y Peña. Sería mucho pedir. Pero el entusiasmo es importante. La vida de una campaña electoral corre y se extiende con el ánimo que transmiten sus líderes.
Lo que sí podemos esperar de la oposición, y especialmente de sus candidatos presidenciales, es que tengan y muestren más ímpetu, más energía, sean más contundentes en sus discursos, con análisis y denuncias creíbles, con promesas bien fundamentadas y con críticas que pudieran generales más simpatías en el electorado. Las elecciones municipales representaron un duro golpe para los partidos de oposición, y parece que todavía no se reponen, y por eso la debilidad de su campaña. Eso es lo que luce.
La gran oportunidad la podrían estar dejando para el 24 de abril, momento en que Abel Martínez y Leonel Fernández se enfrentarán, con un debate organizado por la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios, con el candidato y presidente Luis Abinader. Esa podría ser una gran oportunidad. Pero… ¿Y si no les resulta positivo el debate, y el presidente Abinader también lesiona de forma contundente a sus adversarios? Se les acaba el tiempo.