El gobierno del presidente Luis Abinader alcanzó el poder con el apoyo decidido del ala liberal de la sociedad dominicana.
Es una cuestión de gran relevancia. El partido de gobierno entre 2016 y 2020 era el de la Liberación Dominicana, que mantuvo una postura ambivalente sobre cuestiones como el aborto, la migración, la educación sexual, el Estado laico y las restricciones para las minorías calificadas como migrantes, gais y lesbianas, el papel de los jóvenes, entre otras cuestiones altamente sensibles.
Dentro del PLD hubo dos corrientes que se cruzaron: la derechista y ultraconservadora encabezada por el presidente del partido, Leonel Fernández, y la liberal dubitativa encabezada por el presidente de la República, Danilo Medina Sánchez.
Dos cosas dividieron al PLD: la reelección de 2016, la necesidad de Danilo Medina de establecer quién lo sustituyera, y la hidra de la corrupción que se desató e infectó a todas las instancias del poder morado.
Un partido recién nacido, como era el Revolucionario Moderno, aprovechó las circunstancias y lanzó su apoyo a los sectores progresistas, se alió a Marcha Verde, respaldó a los grupos de migrantes, a los gais y lesbianas, se adhirió a los jóvenes, rechazó la reelección, denunció la corrupción, y aprobó las tres causales, abrazó a los dominico-haitianos y se montó en la ola del cambio.
Pocas veces en la historia había ocurrido que en una segunda vez que comparecía a elecciones, un partido ganara la presidencia de la República. Más que el triunfo del PRM, lo que funcionó fue el rechazo al PLD y a la candidatura oficialista, encabezada por Gonzalo Castillo, ministro de Obras Públicas, y la vicepresidenta de entonces, Margarita Cedeño.
Las elecciones en medio de la pandemia dieron un claro resultado. El ala liberal había logrado un triunfo pocas veces visto. Luis Abinader y el PRM se alzaron con el poder, con el apoyo de la comunidad LGBTQI+, sociedad civil, migrantes, jóvenes, grupos anticorrupción y en franca oposición a los derechistas y conservadores, que se habían quedado con Leonel Fernández y su naciente Fuerza del Pueblo, que apenas llegaron a los 300 mil votos.
En el camino, en dos años, los liberales y progresistas, reunidos en Marcha Verde, en la sociedad civil, en las iglesias, en los grupos juveniles, feministas, gais y lesbianas, han descubierto un cambio sustancial en las propuestas que llevaron al gobierno de Luis Abinader al poder.
Ahora el gobierno reniega de la educación sexual en las escuelas, rechaza las tres causales en el Código Penal, se olvida de los migrantes y dispone la construcción de un muro en la frontera, y le resulta plausible que se aprueben leyes discriminatorias contra las mujeres, sin profundizar en las políticas contra la violencia de género, apenas manteniendo con atractivo para los grupos progresistas la independencia del Ministerio Público y la presencia de Miriam Germán y Yeni Berenice Reynoso en la Procuraduría General de la República.
Los conservadores y derechistas siguen afiliados y respaldando a Leonel Fernández. No es gran cosa, en términos de votos, pero han desarrollado una gran capacidad mediática y han podido copar las políticas públicas en materia de migración y relaciones internacionales. Esos grupos seguirán siendo fieles a Fernández, quien ha endurecido su postura derechista, rechazando ahora protocolos que él mismo había promulgado cuando era presidente en 2006.
Por el lado del PLD, la cuestión sigue siendo algo extraña. Su candidato presidencial pre-escogido, Abel Martínez, decidió que su línea de campaña es la cuestión migratoria haitiana, y que en ese sentido competirá con Leonel Fernández y con Luis Abinader por el voto conservador.
La derecha gana con Abel Martínez, con Leonel Fernández y con Luis Abinader. Todos los votos para ganar las elecciones no están en la derecha. Hay una franja liberal y progresista en la sociedad dominicana que no tiene quien la cultive, salvo las posiciones izquierdistas y minoritarias, de pequeños partidos que se han reiterado en el sectarismo y que no han podido ni querido crecer ampliado sus puntos de mira en los sectores de clase media y liberales.
Por lo que se ve en el panorama político hacia el 2024, la derecha será quien pautará el debate electoral y los tres grandes partidos estarán cortejando sus votos, en un proceso que solo conduce a la radicalización de la opción más conservadora en las políticas públicas. Una muy lamentable equivocación del único partido que pudo haber conquistado y permanecido como el ala liberal de la sociedad dominicana: el PRM.