La embestida sincronizada contra media docena de periodistas- esenciales en el desarrollo democrático de este país y en la lucha contra la corrupción-, junto a un nuevo intento por deshonrar a “Participación Ciudadana”, recuerda a un clásico del cine de terror: “El regreso de los Muertos”, estrenada en 1985, escrita y dirigida por el cineasta Dan O’Bannon.
Desde unos tanques mugrosos, apilados en la parte atrás de un almacén, se escapan gases que hacen revivir a pestilentes y descompuestos cadáveres, convirtiéndolos en zombis devoradores de vivos. Finaliza la terrorífica cinta, cuando esos zombis quedan destruidos por una lluvia de polvos atómicos. Entonces, vuelven a ser cadáveres y regresan a la tumba.
En la actualidad, se intenta revivir muertos de la moral, que perecieron por cometer crímenes contra esta sociedad. Esos difuntos, temerosos de actuar frente al público, utilizan a otros para devorar la dignidad de quienes insistieron, e insisten, en que deben ser enjuiciados, condenados, y enterrados.
Ciertos cadáveres políticos consideran la posibilidad de regresar a la vida pública, y, sobre todo, al poder. Buscan, a como dé lugar, indulgencias que borren sus pecados. Para ello, se sirven de testaferros que promueven la mentira.
Buscando un regreso triunfal y purificador, decidieron aplicar viejas estrategias de descrédito y degradación; potenciadas a través de las “redes” y de la epidemia de comunicadores que, desgañitándose, atacan por encargo o buscan “likes” sin reparos.
Se montaron en una acusación que hiciera el nuevo gobierno norteamericano a la USAID; marcándola como “organización criminal” (Que, dicho sea de paso, al hacerlo, se auto incriminan: Trump, en su anterior gobierno, y otros presidentes del pasado autorizaron y auspiciaron a esa agencia “criminal”, ya que opera desde 1961).
Entonces, buscando socavar la credibilidad de quienes tienen mucha, diseñaron una tormenta difamatoria; dirigida a un público al que, sin duda, consideran capaz de tragarse cualquier vocinglería dicha en lenguaje barrial. Pero se les presentó un problema: no encontraron pruebas ni documentos…
El triunfo de Trump ha legalizado y empoderado el uso de la mentira, demostrando que mentir es un arma poderosa; capaz de convertir lo malo en bueno y lo falso en verdadero, y, de paso, hacerse con la presidencia.
En estos días, un importante comentarista comentaba: los demócratas ahora tienen miedo, después que insultaron a Trump diciéndole violador, estafador, psicópata y bandido… Diciéndole… Dicho así, parecería que los antecedentes penales de Donald Trump son inventos de campaña. Ese comentario es un claro ejemplo de cómo la realidad se convierte en fantasía, y la fantasía en realidad.
Quisiera escuchar o leer explicaciones inteligentes y convincentes sobre el daño que “Participación Ciudadana” hace a este país; evidencias sobre acuerdos y estrategias en las que acordaron unificar esta isla. No aparecen por ningún lado. No existen. Todo lo contrario: lo que está documentado es el historial de servicio de esa institución contribuyendo al adecentamiento de la política, a la transparencia gubernamental, y al correcto desenvolvimiento de los procesos electorales.
En cuanto a los periodistas vilipendiados, esos de imborrable y bien ganado prestigio, ni por asomo aparecen pruebas que hagan dudar sobre su rectitud y excelencia profesional. Eso sí, abunda la retórica inconsistente, más parecida a chismes de comadre que a serias denuncias.
De no darse prisa y sustentar sus acusaciones, los comentaristas y “busca likes” que participan en el desafuero, se arriesgan al desprestigio; a quedar certificados como vendedores de falsificaciones chinas, fabricadas en cementerios políticos. En resumen: parece que los muertos en descomposición no regresarán a la vida, pues el gas resucitador no les funciona.
Sin siquiera un papelito que mostrar, ni una retórica convincente, recomiendo a los difamadores que repasen sus técnicas de post verdad…