En la República Dominicana, el acceso al crédito ha crecido con fuerza durante la última década, abriendo oportunidades para millones de ciudadanos que antes estaban excluidos del sistema financiero. Sin embargo, junto al avance de la bancarización también ha emergido un fenómeno cada vez más preocupante: el sobreendeudamiento personal. Esta condición ocurre cuando una persona asume más obligaciones financieras de las que puede afrontar razonablemente con sus ingresos disponibles, afectando no solo su estabilidad económica, sino también su salud emocional, su entorno familiar y su capacidad para responder ante imprevistos.

El sobreendeudamiento no se trata únicamente de tener muchas deudas, sino de llegar al punto en que las obligaciones mensuales superan el 30 % o 40 % del ingreso bruto, lo que obliga a la persona a sacrificar necesidades esenciales como alimentación, salud, vivienda o educación. En esta situación, el deudor comienza a depender del crédito para cubrir gastos corrientes, cae en pagos mínimos prolongados, refinanciamientos recurrentes o utiliza nuevas deudas para pagar las anteriores. El resultado suele ser el deterioro del historial crediticio, la pérdida de acceso al sistema formal, y en los peores casos, la judicialización o castigo de las obligaciones.

Entre las causas más comunes del sobreendeudamiento se encuentran la falta de educación financiera, el consumo impulsivo estimulado por la publicidad agresiva, el otorgamiento de crédito sin una evaluación rigurosa del riesgo por parte de las entidades financieras, así como cambios inesperados en los ingresos del hogar debido al desempleo, divorcios, enfermedades o emergencias. En algunos casos, las personas simplemente no cuentan con las herramientas para identificar su límite financiero y terminan comprometiendo sus ingresos futuros para sostener un estilo de vida insostenible.

La evidencia dominicana muestra que muchos clientes del sistema bancario mantienen múltiples productos activos en varias instituciones sin que exista un análisis integral de su capacidad real de endeudamiento. El resultado: usuarios con cinco o más productos financieros activos, pagando solo el mínimo en tarjetas y asumiendo cuotas por encima de sus ingresos disponibles. La consecuencia lógica es un aumento de la morosidad, la cartera castigada, y un mayor gasto en provisiones por parte de las entidades.

Para diagnosticar oportunamente esta situación, los expertos recomiendan monitorear indicadores como la relación deuda/ingreso (DTI), el índice de carga financiera, el porcentaje del ingreso destinado a pagos mínimos, la frecuencia de refinanciamientos o consolidaciones de deuda, y el historial de morosidad personal en los burós de crédito. Por ejemplo, si más del 70 % del límite disponible en tarjetas de crédito está siendo utilizado mes a mes, o si una persona ha aumentado su deuda en más de un 30 % en un año sin mejorar sus ingresos, está claramente en zona de riesgo.

Desde el punto de vista del ciudadano, el primer paso es planificar con disciplina. Elaborar un presupuesto mensual que identifique con claridad los ingresos, gastos fijos y variables, y el monto real disponible para pagar deudas. Es clave no comprometer más del 30 % del ingreso mensual al pago de préstamos y tarjetas, mantener un fondo de emergencia que cubra entre tres y seis meses de gastos esenciales, y utilizar las tarjetas de crédito como medio de pago y no como extensión del ingreso. Además, es vital evitar el uso del crédito para gastos recurrentes como salidas sociales, compra de ropas y accesorios que no se requieren de urgencia.

Desde el lado de los bancos, la responsabilidad recae en fortalecer los mecanismos de análisis de riesgo, no solo a nivel de historial crediticio, sino con una visión integral del perfil financiero del cliente. Esto implica considerar cuántos productos tiene activos en el sistema, su proporción de ingresos comprometidos, y su comportamiento de pago en los últimos 12 meses. Las entidades deben implementar alertas tempranas para identificar a tiempo a los clientes en riesgo y ofrecerles planes de reestructuración razonables, antes de que caigan en mora severa. Además, deben capacitar a su personal de ventas y crédito para actuar con ética y no incentivar colocaciones insostenibles.

Por otro lado, La Superintendencia de Bancos pudiera exigir a los burós de crédito integrar modelos preventivos que detecten patrones de sobreendeudamiento sistémico, y no solo moras. Estos modelos pueden identificar a tiempo cuando un cliente atraviesa una situación de estrés financiero, antes de que incurra en incumplimiento, y activar rutas de mediación con las entidades.

En definitiva, el sobreendeudamiento es una responsabilidad compartida. Los ciudadanos deben manejar sus finanzas con conciencia, los bancos deben evaluar con rigor y actuar con responsabilidad, y los reguladores deben anticiparse con políticas claras y herramientas efectivas. Solo con la acción coordinada de estos tres actores será posible frenar este fenómeno que no solo afecta a individuos, sino que amenaza la estabilidad de las familias, la eficiencia del crédito y la sostenibilidad del sistema financiero dominicano. 

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Tu Consultorio Financiero es una columna desarrollada por Jesús Geraldo Martínez sobre finanzas personales, para orientar a las personas con conocimientos básicos en finanzas y economía a mejorar su entendimiento. Para consultar con el autor puede escribir al correo jesusgeraldomartinez@icloud.com, o en Instagram @Jesusgeraldomartinez

Jesús Geraldo Martínez

Economista

Dominicano, consultor, con amplia experiencia profesional en regulación y supervisión del sector financiero, destacado por sus conocimientos en gerencia, finanzas bancarias, gestión de riesgos, administración y optimización de portafolios, investigación económica, planificación estratégica, análisis de riesgos financieros y sectoriales, análisis y estructuración de bases de datos, econometría, estadística, diseño y aplicación de modelos de pruebas de estrés.

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