El presidente Luis Abinader y la alcaldesa del Distrito Nacional, Carolina Mejía, han presentado un nuevo proyecto de reordenamiento urbano, que de acuerdo a la justificación de la propuesta procura transformar la capital dominicana mediante una estrategia coordinada entre el Gobierno y el Ayuntamiento.
El Plan Integrado de Santo Domingo parece haber llegado en el momento ideal y en la coyuntura apropiada para su efectiva implementación, tomando en cuenta que se trata de un compromiso de la administración municipal y del gobierno central, que tienen por delante poco más de 3 años de gestión compartida para poner en marcha de manera sustentable algunos de sus principales componentes.
Es probablemente una oportunidad irrepetible, ya que por primera desde la apertura democrática de 1961, el Ayuntamiento del Distrito Nacional y la administración central se alinean en una intervención de esta envergadura.
Por los datos limitados compartidos, se podría asumir que el plan es viable a corto, mediano y largo plazo, sobre todo si el proyecto incorpora una calificada representación de la sociedad, para garantizar la sostenibilidad y trascendencia del plan por encima de los cambios políticos a nivel de gobierno local y nacional.
En este sentido podría replicar la singular experiencia de Santiago a través de APEDI (la Asociación para el Desarrollo fundada en 1961 que aún comparte con las autoridades locales y nacionales los programas de planificación, inversión y desarrollo de la capital del Cibao.
En esa línea han opinado calificados urbanistas como Gustavo Valdez, quien propone que se integre la participación de los actores públicos y privados en la planeación, desarrollo y construcción del Plan, y Ricardo Sánchez Columnas, quien entiende que además de dotar la ciudad de espacios recreativos puntuales, hay que producir un ecosistema urbano que promueva el equilibrio necesario en el complejo proyecto propuesto.
La participación de los actores sociales se podría canalizar también por vía del Consejo Económico y Social Municipal, instituido por el artículo 123 de la Ley 176-07 o de algún mecanismo especial a ser designado por las dos instancias responsables.
Tres ejes fundamentales
De acuerdo a los detalles anunciados, el plan está estructurado en torno a tres ejes fundamentales: desarrollo urbano, sostenibilidad y movilidad, contemplando la ejecución de obras que impactarían significativamente la conectividad de la ciudad, el aprovechamiento de los espacios públicos y la protección del patrimonio histórico.
Se trata de un programa sumamente ambicioso que plantea la transformación del litoral de Santo Domingo, con la construcción de un nuevo parque urbano en el Paseo 30 de Mayo, que permitiría mejorar la conexión con el monumento a los Héroes del 30 de Mayo y desarrollar el Malecón Deportivo, un espacio de 50,000 metros cuadrados con áreas verdes, espacios recreativos y senderos para ciclistas y peatones.
El componente denominado “Santo Domingo del Mar”, contempla la construcción del Puente Los Trinitarios, una solución que permitiría desviar el tráfico interurbano y reducir la carga vehicular sobre zonas de alto valor patrimonial como la Ciudad Colonial, Gazcue y Ciudad Nueva, además de aliviar la congestión vehicular en el centro histórico.
Igualmente incluye, según los datos ya aportados, la construcción de un nuevo puerto de cruceros y una marina, ubicados frente al Hotel Jaragua, una infraestructura que impulsaría el turismo y fortalecería la conectividad marítima de la ciudad, posicionando a Santo Domingo como un destino estratégico para el Caribe.
Más de 40 años de intentos fallidos
La fortaleza estratégica de este proyecto es que por primera vez en mucho tiempo, por lo menos desde la apertura democrática iniciada tras la caída de Trujillo en 1961, tanto el Ayuntamiento de la capital como el gobierno central, se alinean en un proyecto de transformación urbana para enfrentar los desafíos del crecimiento exponencial y desordenado del Gran Santo Domingo.
Ciertamente no se trata del primer proyecto orientado hacia este macro objetivo, ya que desde hace más de 40 años los alcaldes capitalinos, desde José Francisco Peña Gómez hasta David Collado y Carolina Mejía, han propuesto iniciativas dirigidas a revertir el caótico proceso de gestión urbana, primero del gran capital de 1,400 kilómetros cuadrados y luego el pequeño pero compacto territorio de 94 kilómetros de la actual capital.
Entre las propuestas pioneras se conocen los proyectos sectoriales de ordenamiento para Los Minas Norte y la comunidad turística de Boca Chica, iniciados por la gestión de Peña Gómez; el Plan Maestro de Desarrollo Urbano, elaborado en la gestión de Rafael Corporán de Los Santos con el apoyo de la Cooperación Italiana; y el Plan Director de la ciudad de Santo Domingo, promovido durante la segunda administración del síndico Rafael Suberví Bonilla. Este último programa, contrario a la práctica tradicional, fue retomado y fortalecido en la gestión del síndico Johnny Ventura, que le dio mayor autonomía a la Oficina del Plan Director y organizó una serie de eventos importantes para reforzar su misión.
Johnny Ventura, a su vez, introdujo el Programa de Reurbanización de Santo Domingo, un plan auto sostenible destinado a reconstruir los barrios marginados de la capital, semejante a otros programas pioneros desarrollados en Singapur y en las favelas de Sao Paulo, Brasil. Igualmente aportó otro importante instrumento de planificación estratégica a través de las 27 Ideas Urbanas para la Ciudad de Santo Domingo, resultado de un programa desarrollado con la participación de reconocidos arquitectos, urbanistas y expertos en planificación del desarrollo urbano, bajo la coordinación del arquitecto español, de origen dominicano, Antonio Vélez Catrain, que previamente había dirigido otros dos proyectos similares en Madrid, España; y Buenos Aires, Argentina.
Sin embargo, la siguiente administración de 14 años se desentendió de estas propuestas y decidió comenzar de cero, convocando “un gran congreso sobre la ciudad que queremos” para finalmente presentar, al término de su tercera gestión el “Plan Estratégico del Distrito Nacional”, desarrollado aparentemente con escasa participación del liderazgo social, comunitario y económico, con incidencia en el territorio.
La ausencia de empoderamiento social y de continuidad institucional, probablemente ha sido el factor común en el desperdicio de tiempo, esfuerzos y recursos invertidos en cada uno esos proyectos.
Esa es la nefasta tradición que está llamado a superar el nuevo proyecto del Plan Integrado de Santo Domingo. Toda la Capital, el Gran Santo Domingo, y sus sectores más representativos deberían empoderarse de esta gran propuesta y no dejarla solo a la voluntad limitada de las presentes autoridades para que no se repita la secuela de fracasos que ya conocemos.
*Luis José Chávez es municipalista, tres veces regidor del ADN, dos veces presidente del consejo de regidores y el último secretario general de la Gran Capital.
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