Vivimos en una era de transformación acelerada, donde la digitalización del dinero no solo es una cuestión de eficiencia, sino de desarrollo económico e inclusión financiera. En la República Dominicana estamos siendo testigos de uno de los fenómenos más relevantes en la transformación económica del país: el crecimiento acelerado de los pagos digitales, las fintechs y las billeteras electrónicas.
Esta aceleración se debe principalmente a tres factores clave. En primer lugar, el acceso masivo a teléfonos inteligentes y la mejora de la conectividad han creado las condiciones necesarias para el uso generalizado de herramientas digitales. En segundo lugar, la pandemia impulsó de forma significativa la adopción de medios de pago sin contacto. Por último, la creciente competencia entre bancos, fintechs y empresas tecnológicas ha generado una mayor variedad de opciones para los consumidores y ha contribuido a aumentar su confianza en estas soluciones.
No se trata únicamente de fintechs. Muchos bancos tradicionales están desarrollando sus propias billeteras digitales y aplicaciones de pagos. Aunque las fintechs suelen ser más ágiles y se enfocan en segmentos desatendidos, actualmente se observa una convergencia: bancos y fintechs no solo compiten, sino que también colaboran en algunos casos. Además, hay tendencias adicionales que vale la pena destacar. Por ejemplo, ya existen soluciones como Apple Pay y Google Pay que permiten registrar tarjetas bancarias y pagar directamente con el teléfono móvil. Asimismo, varios bancos ofrecen la posibilidad de recibir remesas directamente en cuentas bancarias, lo cual ayuda a bancarizar a más personas y a trasladar flujos financieros desde entidades especializadas hacia instituciones tradicionales.
Los beneficios de una economía sin efectivo: más formalidad y más oportunidades
La adopción de pagos digitales representa una serie de beneficios significativos. Para las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES), la digitalización abre nuevas posibilidades comerciales. Al poder aprovechar herramientas como las redes sociales, plataformas de comercio electrónico, aplicaciones de delivery y sistemas de pago digitales, estas empresas pueden llegar a un público mucho más amplio que el de su entorno inmediato. Además, la trazabilidad de las transacciones facilita el acceso a servicios financieros como microcréditos y seguros adaptados a las necesidades de este segmento.
Reducir el uso de efectivo también conlleva una menor exposición a robos, facilita la fiscalización, optimiza la recaudación fiscal y fomenta la formalización de la economía. Para los consumidores, los pagos digitales ofrecen mayor comodidad, seguridad, un mejor control de gastos y nuevas formas de consumo adaptadas a la era digital.
Obstáculos en la República Dominicana: falta de infraestructura y de incentivos
Pese a los avances, el ecosistema de pagos digitales en la República Dominicana todavía enfrenta barreras importantes. La informalidad laboral es una de las más notables: se estima que el 55% de los trabajadores aún se encuentran fuera del sistema formal. Muchas MIPYMES no están registradas y operan fuera del radar de las autoridades fiscales, sin ver beneficios claros en formalizarse. A esto se suma el costo asociado a las soluciones tecnológicas. Las terminales de punto de venta (el “verifone”) requieren una inversión inicial, generan comisiones por transacción y, en muchos casos, implican mayor burocracia.
El marco fiscal tampoco favorece esta transición. Actualmente se aplica un cargo del 0.15% a todas las transferencias electrónicas, lo que desincentiva el uso del sistema bancario. Lo ideal sería que la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) y la Superintendencia de Bancos (SB) ofrecieran incentivos fiscales o beneficios para las empresas y ciudadanos que adopten medios de pago electrónicos de forma formal y frecuente.
Lecciones desde los Países Bajos: una transición planificada e inclusiva
En los Países Bajos, el uso del efectivo se ha reducido de forma drástica durante la última década. Hoy en día, muchos comercios no aceptan efectivo y hasta en lugares como mercados o iglesias se pueden realizar pagos mediante tarjetas o códigos QR. El usuario tiene que pagar un monto significativo cuando usa un cheque y empresas que quieren depositar dinero en efectivo en el banco tienen que pagar adicional por esta transacción. Este cambio no ocurrió de forma espontánea. Fue producto de una estrategia colaborativa entre el sector público y privado, en la que bancos, autoridades y organizaciones sociales unieron esfuerzos para crear una infraestructura robusta y accesible para todos.
Además, se desarrollaron campañas educativas para promover el uso de tecnologías financieras y se crearon soluciones específicas para grupos vulnerables, como tarjetas prepagadas o asistencia digital para adultos mayores. También se establecieron normas claras sobre interoperabilidad entre sistemas, transparencia en los costos de transacción y protección de datos personales, garantizando así una experiencia segura y equitativa para todos los usuarios.
El camino hacia una digitalización inclusiva
La República Dominicana cuenta con el potencial necesario para avanzar hacia una economía más conectada, formal y eficiente. Para lograrlo, se requiere una visión común y una coordinación efectiva entre reguladores, instituciones financieras, fintechs y la sociedad civil. Es fundamental revisar las regulaciones vigentes, eliminar barreras que desincentivan el uso de pagos electrónicos, invertir en educación financiera y proporcionar herramientas tecnológicas accesibles a las MIPYMES.
Avanzar hacia una economía sin efectivo no debe verse como un objetivo en sí mismo, sino como un medio para promover la inclusión, la transparencia y el desarrollo económico sostenible. Si seguimos el ejemplo de países como los Países Bajos, podremos trazar un camino firme hacia un futuro digital que beneficie a todos los dominicanos.
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