A pesar de su proximidad geográfica y su diversidad cultural, el Caribe sigue siendo una de las regiones menos integradas económicamente del mundo. La mayoría de los países caribeños dependen fuertemente de economías más grandes, especialmente de los Estados Unidos, tanto para la exportación de bienes como para la importación de productos esenciales.
Según datos de la CEPAL, en algunos países caribeños hasta el 70% del comercio exterior está concentrado en la relación con EE.UU., mientras que el comercio intra-caribeño representa en promedio menos del 15% del total. Esta baja interconectividad limita las economías de escala, la complementariedad productiva y la resiliencia económica de la región.
El resultado es una estructura económica vulnerable, con poca producción local, alta dependencia del turismo internacional y baja diversificación.
El impacto de los aranceles estadounidenses
Con el reciente aumento de los aranceles de importación en los EE.UU., varios países del Caribe se ven doblemente afectados. Muchos productos importados desde otras regiones (como Asia o Europa) pasan por puertos y centros logísticos en Estados Unidos, que funcionan como un hub regional.
Cuando estos productos son reenviados al Caribe, se aplican tarifas aduaneras adicionales, lo que aumenta considerablemente el costo final para el consumidor. Esta dinámica no solo afecta la competitividad local, sino que también contribuye a una mayor presión inflacionaria, especialmente en bienes de consumo, tecnología y materiales de construcción.
Además, los cambios en la política comercial estadounidense generan incertidumbre para los pequeños estados insulares que carecen de capacidad de negociación directa.
La situación de la República Dominicana
Según cifras del Banco Central de la República Dominicana, en 2024 más del 55% de las exportaciones dominicanas tuvieron como destino EE.UU., mientras que solo alrededor del 9% de las exportaciones se dirigieron a países del Caribe. Esto indica que, a pesar de la cercanía geográfica y cultural, el comercio directo con el Caribe sigue siendo marginal.
Alianzas regionales y el rol de la República Dominicana
La República Dominicana forma parte de varios bloques y mecanismos de cooperación regional, como la Comunidad del Caribe (CARICOM), con la cual mantiene un acuerdo de libre comercio aunque no sea miembro pleno; el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), donde participa activamente en iniciativas de integración económica, movilidad y seguridad; y también integra la ALADI, además de contar con otros acuerdos bilaterales de alcance limitado. Asimismo, participa en el tratado de libre comercio DR-CAFTA con los Estados Unidos, América Central y otros países, lo cual ha fortalecido los vínculos comerciales con sus principales socios. Además, la República Dominicana es signataria del Acuerdo de Asociación Económica (EPA) con la Unión Europea y los países del CARIFORO, lo que facilita el acceso preferencial al mercado europeo y promueve una cooperación más profunda en materia de desarrollo económico.
Para fortalecer su rol en estos espacios, la República Dominicana podría promover una mayor conectividad marítima y aérea regional que facilite el transporte de bienes y personas. Asimismo, tiene el potencial de incentivar la complementariedad productiva, fomentando encadenamientos regionales en sectores como la agroindustria, la energía y la manufactura ligera. Finalmente, sería clave avanzar en mecanismos de armonización regulatoria que faciliten el comercio sin incrementar la burocracia.
El Reino de los Países Bajos: un modelo de integración útil
El Reino de los Países Bajos, que incluye a territorios del Caribe (Aruba, Curazao, Sint Maarten y los BES-eilanden), es un ejemplo de cómo la cooperación multinivel puede fomentar la integración y el desarrollo.
Como miembro activo de la Unión Europea y la Benelux, los Países Bajos han contribuido a modelos exitosos que incluyen infraestructura compartida como redes logísticas y transporte sostenible, integración energética mediante interconexiones y transición a energías renovables, así como cooperación académica y científica mediante movilidad estudiantil y proyectos conjuntos.
La experiencia del Reino demuestra que la unión de capacidades, acompañada de institucionalidad fuerte y visión común, puede generar beneficios sostenibles para todos los miembros.
¿Qué puede aprender la República Dominicana?
La República Dominicana podría aplicar varias lecciones del modelo neerlandés-caribeño. Impulsar una visión regional de desarrollo basada en intereses comunes más allá de acuerdos bilaterales es fundamental. Además, apostar por infraestructura de integración, como corredores logísticos, plataformas digitales y conectividad energética, puede mejorar significativamente el comercio y la cooperación. También es clave invertir en la formación de capital humano compartido, generando redes de conocimiento regionales. Finalmente, el país tiene la oportunidad de fortalecer su papel como puente entre el Caribe hispanohablante y el resto de la región, aprovechando su tamaño, estabilidad y liderazgo como herramientas para construir alianzas duraderas.
Conclusión
La integración económica regional en el Caribe no es solo una oportunidad: es una necesidad estratégica para reducir la dependencia externa, fortalecer la resiliencia y generar crecimiento compartido.
La República Dominicana tiene el potencial de liderar este proceso, aprendiendo de experiencias como la del Reino de los Países Bajos y apostando por una cooperación pragmática, sostenible e inclusiva.
Compartir esta nota