Vivimos en un mundo que clama por soluciones más sostenibles. La República Dominicana, con su exuberante biodiversidad y su creciente economía, no es ajena a este llamado. Históricamente, nuestro país ha demostrado un compromiso encomiable con la sostenibilidad, visible en iniciativas de reforestación, la gestión de áreas protegidas, la conservación del agua y prácticas pesqueras responsables. Además, la apuesta por las energías renovables (solar, eólica, hidráulica y geotérmica) busca reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Incluso, la arquitectura sostenible y la planificación de infraestructuras verdes están ganando terreno para asegurar la sostenibilidad de los proyectos de desarrollo urbano.

Sin embargo, la sostenibilidad es un concepto amplio, y en la era actual, es imperativo que avancemos un paso más allá: hacia la economía circular.

De la sostenibilidad a la circularidad

¿Qué significa realmente una economía circular y por qué es el momento de que la República Dominicana enfoque sus esfuerzos en ella? Tradicionalmente, nuestras economías han operado bajo un modelo lineal: extraer, producir, usar y desechar. Este modelo, si bien impulsó el desarrollo industrial, es inherentemente insostenible a largo plazo. La economía circular, en contraste, busca cerrar el ciclo: diseñar productos para que sus materiales puedan ser reutilizados, reparados o reciclados, minimizando así los residuos y el uso de nuevos recursos. Es un modelo que no solo beneficia al medio ambiente, sino que también ofrece enormes oportunidades económicas.

Para entender el potencial y los desafíos de esta transición, podemos mirar hacia los Países Bajos, una nación que se ha posicionado a la vanguardia de la economía circular. Su objetivo es ambicioso: ser una economía completamente circular para el año 2050, lo que implica que los productos y las materias primas se reutilizarán casi por completo y la generación de residuos será mínima. Para 2030, tienen un objetivo intermedio de reducir en un 50% el uso de metales, minerales y combustibles fósiles.

El enfoque neerlandés va más allá de la simple retórica. El gobierno ha implementado medidas concretas: incentivos para utilizar más plástico reciclado en los productos, promoción de la economía colaborativa (compartir productos en lugar de poseerlos) y la exigencia de que los bienes sean reparables. Proyectos tangibles, como la reutilización de puentes y el desarrollo de infraestructuras sostenibles que priorizan la extensión de la vida útil de los materiales, son ejemplos claros de su compromiso.

Entonces, ¿qué puede aprender la República Dominicana de esta experiencia?

De la sostenibilidad a la circularidad: una hoja de ruta clara

La República Dominicana ya tiene una base sólida en sostenibilidad. El siguiente paso es traducir estos esfuerzos en una estrategia sistemática y explícita de economía circular. Así como los Países Bajos cuentan con una "Hoja de Ruta hacia una Economía Circular", el país podría beneficiarse enormemente de desarrollar su propio plan con metas, plazos e indicadores específicos para reducir residuos, aumentar el reciclaje y promover la reutilización de materiales. Esto permitiría una mejor coordinación entre actores públicos y privados, y una visión compartida de futuro.

Políticas y regulación específicas

El cambio no ocurre solo con buenas intenciones; requiere un marco regulatorio robusto. Los Países Bajos han implementado políticas que fomentan el diseño circular y la responsabilidad extendida del productor. La Republica Dominicana podría explorar incentivos fiscales para empresas que adopten prácticas circulares, normativas que responsabilicen a los fabricantes de todo el ciclo de vida de sus productos y estándares que exijan un porcentaje mínimo de contenido reciclado en nuevos bienes. Un ejemplo concreto es la gestión de residuos sólidos: mientras el Banco Europeo de Inversiones (BEI) ya ha invertido en este tema en el Caribe, la Republica Dominicana podría avanzar con regulaciones que promuevan la separación de residuos en origen y el desarrollo de infraestructuras modernas de reciclaje.

Infraestructura para la gestión de residuos y reciclaje

Uno de los mayores desafíos en la transición hacia la circularidad es la gestión eficiente de los residuos. La República Dominicana, como muchas naciones en desarrollo, aún enfrenta retos significativos en la recolección y procesamiento de desechos. Los Países Bajos poseen una de las infraestructuras de reciclaje más avanzadas del mundo. Podemos aprender de su experiencia en recolección diferenciada, plantas de clasificación de alta tecnología y procesos que convierten residuos en recursos, por ejemplo, la generación de energía a partir de desechos no reciclables. Invertir estratégicamente en este ámbito es fundamental.

Innovación y colaboración multi-actor

La economía circular no es solo tarea del gobierno o de las grandes empresas: es un esfuerzo colectivo. En los Países Bajos, la colaboración entre autoridades, sector privado, centros de investigación y sociedad civil es clave. La Republica Dominicana podría fomentar plataformas de cooperación donde distintas industrias identifiquen sinergias para aprovechar subproductos y residuos como insumos, y donde startups puedan desarrollar soluciones innovadoras. La academia tiene un papel esencial en investigar nuevos materiales y procesos circulares.

Educación y conciencia ciudadana

Ningún cambio sistémico es posible sin la participación activa de los ciudadanos. La educación sobre los beneficios de la economía circular, la importancia de la separación de residuos en casa y el consumo responsable es vital. Así como los Países Bajos han alcanzado un alto nivel de conciencia ambiental, la Republica Dominicana podría invertir en campañas educativas que empoderen a la población para convertirse en agentes de cambio.

La transición de una economía lineal a una circular no es un camino sencillo, pero es imprescindible para el futuro sostenible de la República Dominicana. Al aprender de la experiencia de países pioneros como los Países Bajos, podemos acelerar nuestro progreso, reducir riesgos ambientales y aprovechar nuevas oportunidades económicas. Es tiempo de que nuestra apuesta por la sostenibilidad evolucione hacia una estrategia integral de circularidad que asegure no solo la belleza de nuestra isla, sino también su prosperidad a largo plazo.

Armand Toonen

Director Ejecutivo del Holland House Caribbean. Consejero Independiente

Armand Toonen, PDEng MSc CPIM MBA, es actualmente Director Ejecutivo del Holland House Caribbean, Consejero Independiente e inversionista. Armand tiene treinta años de experiencia en multinacionales de clase mundial que operan en servicios financieros, telecomunicaciones y alta tecnología en Europa, América y Asia. En la Republica Dominicana trabajo como Vicepresidente en Orange, AGL, Banco Santa Cruz y Altice. Historial comprobado como CEO, CCO, CMO, COO, CSO y consultor. Experiencia en “growth hacking” mediante redefinición de estrategias, transformación (digital), fusiones y adquisiciones y creación de equipos de alto rendimiento. Armand tiene un doctorado y varias maestrías en administración de empresas, ingeniería industrial y logística. Se preparó entre otros en Harvard Business School y Hemingway para el rol de consejero. Ex miembro del Programa de Liderazgo Global de Vodafone.

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