De los poetas dominicanos, uno de los que mejor plasma en sus versos la esencia mística es Tulio Cordero “1955- Presente”. Autor de los libros: Latido cierto (1986), Si el alba se tardara (1989), La sed del junco (1999) y La noche, las hojas y el viento (2009), Hilo de fuego (2012). Es compilador de reflejos divinos y destellos de la naturaleza con excelsa fluidez. Poeta que se sube en el rayo estético y establece un vínculo espiritual entre él y los atributos del Supremo Hacedor, al cual evoca, canta y lo muestra con toda su magnificencia. Se coloca al pie del misterio y lo hace florecer en el poema. Toma elementos de la naturaleza, los contempla, se extasía en su trascendencia y crea un corpus poético de infinita espiritualidad. Anida en sus versos esa conexión con lo divino utilizando una estructuras breves y sublimes. En el poeta concurren los mundos gravitantes de su espíritu, y en metáforas, símbolos y secretos, plantea verdades de lo cercano y lo profundo, de lo sencillo y lo complejo. Devela con mantos de palabras aquello que guarda celosamente como un tesoro luminoso en su fragua íntima.
De formación teológica y filosófica; su sensibilidad mística, social y natural, las pone de manifiesto con una poesía al alcance de los sentidos espirituales. El crítico literario Dr. Bruno Rosario Candelier dice de su poesía lo siguiente: “En el caso de la experiencia mística, no es solo un avistamiento de la verdad como esencia de las cosas, sino que a ella nos abrazamos y vibramos al unísono con todo lo viviente en su estado energético”. Esto supone una actividad contemplativa del ser con una experiencia mística de hondos alcances. Ramón Saba dice: “Su lírica, marcada por una profunda espiritualidad y una intensa exploración de lo simbólico, lo ha convertido en una voz singular dentro del panorama literario contemporáneo”. También, otra opinión sobre la poesía de Cordero la presenta José Alcántara Almánzar: “Tulio Cordero plantea sus inquietudes ontológicas en versos de una aparente sencillez. Son versos y poemas casi siempre cortos, sin estridencias ni pontificaciones, sin intención de deslumbrar, con un saber que, sin embargo, se manifiesta en cada página”.
Los versos del poeta
Con sus versos, el poeta Tulio Cordero alcanza espacios de sensibilidades profundas. Crea un material poético entre la tierra y el cielo, el cielo infinito donde realiza el acto contemplativo. Y ese cielo es nuevo cada mañana, donde la pureza de la luz besa su propia esencia, de azul en lo alto y de verde en la tierra. Ese beso es como el despertar, tanto en la tierra como en el cielo. Proclama la ternura con el beso y la inmaculada constitución del universo. “Cada mañana el cielo es nuevo / y virgen la luz que besa / el verde aquí / y el azul allá.” Estos versos los encontramos en su antología de poemas Hilos de fuego (2012).
La palabra lirio es utilizada con frecuencia por el poeta. Su simbolismo místico de pureza, inocencia, divinidad y espiritualidad evoca ese entorno, ese diálogo, esa petición, ese deseo de estar unido al Creador: “Llámame Tú / con tu voz de paloma. / Sostenme Tú / con tus manos de espigas. /Y ríeme / con tus dientes de lirio.” Leisegang (La Gonse), al referirse a los dientes, los trata como especie de resguardo (como las almacenas); es un muro y defensa del hombre interior. Si se asocia a la palabra lirio, entonces es en defensa de la espiritualidad, la pureza y la inocencia.
En el poema “La noche aun y tú”, el autor presenta los siguientes versos: “¡Tanto he vivido de memorias muertas! / ¡Tanto! Jugando sobre pajas, / distraído de lirios.” La palabra clave de “distraído” ha de levantarse dentro del texto como una montaña con superior relieve con respecto a las otras. Sirve como guía para sumergir al lector en un campo semántico con dimensiones místicas. Recuerden el simbolismo de la palabra lirio antes referido. El poeta ha estado distraído, alejado de su propia espiritualidad, sumido en recuerdos, en memorias muertas, entre pajas.
Distraído de lirios
Ahora bien, resulta interesante el uso de la preposición de. Un símil en el contexto literario puede convertirse en una metáfora honda y profunda si se cambia el como comparativo por de.
Hagamos el ejercicio con “distraído de lirios”. En esta frase o verso pueden presentarse variantes sintácticas: 1. “distraído de lirios”, 2. “distraído como lirios”, 3. “distraído con lirios”. Cada uno de estos versos conduce a caminos diferentes con relación a Él, a Dios. El poeta prefiere el caso primero. Si se distrae de lirios. ¿Cuál sería la naturaleza de esa distracción? En su conciencia gravita, pervive, subyace el ser “viviendo en memorias muertas” y “jugando sobre las pajas”, pero sabe de la existencia de lo divino, de lo manifiesto con la palabra Tú. Es el ser que no negaría a Dios a pesar de sus andanzas. Quizá desatento, no olvidado. El poeta, el ser-poeta, estaba distraído en su vínculo espiritual hasta que las “espinas lo tocaron” y “no supo”, como lo expresa en el siguiente verso: “Espinas me tocaron y no supe.” Despertó de esa distracción. En su proceso de iniciación, en su transmutación espiritual atravesó la oscuridad, sin portar la luz ansiada. Encuentra aquella reacción de Él, esa prueba donde no puede tocarlo hasta terminado el proceso de purificación: “Y dura esta noche y no dejas Tú / que yo te toque”. Ante tal situación viene, quizá sin comprender la negativa de Él, pregunta el ser-poeta: "¿Aún no olvidas que ayer / verdores míos desvié de tu mirada?".
¿Pensó el ser poeta en un posible rencor divino? Si fuera de esta manera, seguro que se le negaría mil veces la comunión. Sin discutir nada aún, el ser poeta no estaba preparado para aquella relación. Los versos finales del poema “La noche aún y tú” son los siguientes: “Ah, si Tú estas aguas no amainas, / yo velas no tendré en el alba.” Se infiere que el ser poeta está llamando la atención de Dios. No tendría la luz (yo velas) deseada en la etapa iniciática (en el alba).
La luz y lo azul
La luz es como un despertar de la conciencia. Y cuando se alcanza tal estadio, todo es luz. “La penumbra es / solo una cara de la luz / que juega con nosotros / a las escondidas. / ¡Todo es luz!”, dice el poeta. No existe la ausencia de luz, sino que la sombra es una cara de ella, algo juguetona. Los fundamentos teóricos físicos se han transmutado a espirituales. La conciencia es única, cósmica, y somos parte de ella.
En el poema “Nocturno de la luna flaca”, Tulio Cordero nos lleva esta vez a una metáfora que no toma en cuenta preceptos teóricos de la física. Para el caso, se desconoce el fenómeno de la curvatura de la luz. No asume que es curva, “si se corva su luz”. En el contexto poemático, la imagen simbólica es la luna vista en la nocturnidad. “Tal vez un arco / de polvo boreal / descongele las notas / que animen nuestra prosa”. Podría ese arco ser imagen de lo divino con su aura, dador de vida, animador de nuestra esencia que yace, esperando la resurrección.
En el poema “Halo”, tenemos los siguientes versos: “Sobre el pináculo de este día / cuelga su halo el azul. / Se postra.” Vuelve lo azul y en su contexto hay reverencia, altura, divinidad. En “Deseos”, el poeta vuelve al halo azul. “Dedos míos / tocan el halo azul / de tu forma / tiemblan”. Indudablemente, lo azul es lo divino en forma y esencia. Ante ello, los dedos del poeta tiemblan. Veamos este temblor como una experiencia espiritual intensa, la cual representa la conexión del ser con fuerzas superiores.
Estos versos muestran las etapas de iniciación, tránsito, ascenso y búsqueda de la consumación del ser. Cuando se inicia: “Y este poco de luz / que por debajo de mi puerta – / entra / será mi alimento / en este día / que empieza”. Cuando transita: “Ahora que la lluvia ha cesado, / veo solo pedazos de luna / esparcidos por estos charcos. / Y siento el deseo de alzarme / sobre este sombrío ramaje / para tocar lumbre verdadera.” Cuando asciende: “En mi ascenso / tropiezo alguna piedra / que ayer / semilla fuera. / Hay brisas que amanecen / con recuerdos que duelen. / Luz que atisba, / luz que ciega. / Luz que alivia / y que llaga.”
Si se analizan los versos de Tulio Cordero, se puede inferir que es una poesía de la conciencia, pero aquella que está ligada a lo espiritual, al rayo cósmico del ser en plena contemplación e iniciación. Hay un poeta que rezuma lo humano desde su procedencia para retornar a la misma fuente desde donde brota.
Tulio Cordero no busca la poesía por medio de sus versos, en sus versos está la morada de la poesía.
Domingo 27 de julio de 2025
(Día de los Padres)
Publicación para Acento No. 156
Virgilio López Azuán en Acento.com.do
Compartir esta nota