Dentro de los tantos libros que vivo armando, que salen y no salen, uno tiene un título muy especial: “Homeríadas”. Veo una compilación de las fotos que por más de veinte años le han hecho Jaime Guerra y Maurice Sánchez a Homero Pumarol. El Homerito antes y después del accidente, en Madrid, en Ciudad de México, en Cabarete, eufórico, también en gris y en más bajas que las que tendría el capitán del Titanic poco antes del glup glup.
Si Max Beckmann retrató su mundo, sus fantasmas y demonios pintándose a sí mismo, con Homerito podría verse su generación y todo lo que vendría después, en esa tropa tan variopinta donde están Rita Indiana, Frank y Thaís, entre otros dominicanos. Valiente, alcemos nuestra indómita y brava…
Homero Pumarol ha desarrollado el extraño hábito de entrar y salir de toda una biblioteca de los más diversos géneros: de caballería, de ciencia ficción, del Dante con sus infiernos, de Vivaldi animando a fieros comedores de pizza.
“Con Homerito podría verse su generación y todo lo que vendría después”.
Músico, publicista, maldición de los choperías que circunda algunos parques y que no ceja en sus intentos de que la trompeta que Homero toca con tanta desfachatez se hunda en los arcanos y el orco y hasta en Perdidas en el espacio o que se vaya por el mismísimo hoy de ozono, oh, susantísima.
A todo esto me topo con su “Cuartel Babilonia”, publicado en el 2000, léase, con 25 años recién cumplidos, la mejor manera que tuvimos de arrancar en este siglo XXI. Con una portada espectacular, barajada por Ángel Rosario y Jaime Guerra, en noches de santos rosarios y guerras extenuantes con el Homerito en la sala, ¡DANGER! ¡DANGER!
En el 2018 me atreví a pedirle a Homerito que me lo autografiara. ¡Era justo! ¡El libro ya era mayor de edad, a sus 18 años, joder, la hostia, tío!
Ahora vuelvo a ella: "Miguelín, este cuartel es solo una de tantas cosas que nos unen. 5.5.2018″.
“Nos unen los cuarteles, esta Babilonia que no nos deja”.
Sí, Homerazo, nos unen los cuarteles, esta Babilonia que no nos deja, y le seguimos dando vueltas al parque más de la bolita del mundo, aunque hace tiempo que nadie sepa del Deseo, ¿a Dios gracias?
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