¡Dr. Bruno Rosario Candelier, director de la Académica Dominicana de la Lengua! ¡Dr. Franklin García Fermín, Ministro del MESCYT!; Dra. Rosalía Sosa, Vicerrectora de Extensión de la UASD; Dr. Odalís Pérez, Miembro de Número ADL, y demás académicos presentes y teleconectados ¡Estudiantes, profesores, amigos y demás visitantes!

Recibo con beneplácito la distinción que me extiende la Academia Dominicana de la Lengua (ADL) al incorporarme como uno de sus miembros correspondientes. Agradezco a la Junta Directiva de esta histórica institución cultural, la cual cumple desde su fundación con el rol de observar, describir y difundir los modelos prototípicos del uso del español dominicano, sin que ello represente un menoscabo de los usos lingüísticos propios de estratos marginales.

Al habérseme otorgado el don de la palabra se me brinda, a la vez, la oportunidad para exponer ante tan selecto público parte de mi visión sobre la capacidad de simbolización únicamente humana, cuya forma tangible de mayor relieve es la lengua. Hace aproximadamente diez años que vengo planteando la idea de una cosmolingüística como un modo complejo de ver los alcances epistémicos de la lingüística científica inaugurada por Ferdinand de Saussure con la publicación postmortem del Curso de Lingüística General (1916).

El decano de la Facultad de Humanidades de la UASD, maestro Gerardo Roa, y el profesor de la Escuela de Letras, maestro Bartolo García Molina, mientras reciben sus respectivos galardones al ser integrados como “Miembros Correspondientes” de la Academia Dominicana de la Lengua. Les acompañan, la vicerrectora de Extensión de la Universidad, maestra Rosalía Sosa; el ministro de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, doctor Franklin García Fermín; el director de la Academia Dominicana de la Lengua, doctor Bruno Rosario Candelier, así como otras personalidades.

¿A qué llamo cosmolingüística? Primero, ilustrémoslo hablando de la lingüística y su objeto. La lengua como objeto estructural de análisis lingüístico se concibe como un sistema de comunicación social doblemente articulado que se encuentra en la memoria histórica de la comunidad que hace uso de ella en los intercambios sociales. La noción de sistema resalta el hecho cierto de que todos los elementos que constituyen la cadena hablada son solidarios entre sí, por lo que cada palabra es sintagmáticamente complementaria a la que le antecede y a la que le procede. Todas son complementos una de otra, pero no todas modifican a otras sintácticamente.

La doble articulación lingüística es parte del sistema que combina unidades de la primera articulación (fonemas) para producir unidades de la segunda articulación (morfemas). La doble articulación permite que en el idioma español la suma de cinco fonemas vocálicos y diecisiete consonánticos conforme la codificación para producir infinita cantidad de enunciados. Pero más allá del concepto estructural de lengua, el triunfo de la teoría estructural saussureano se debió al hecho de haber deslindado la lengua como objeto lingüístico, distinto al lenguaje y al habla.

La dimensión verbal del lenguaje se expresa mediante la articulación fonetológica del aparato fonador humano, constituyéndose en una condición sine qua non para la concepción de lo estrictamente lingüístico dentro del amplio mundo del lenguaje. Con esta clara distinción no se logró separar la lingüística de su carácter semiótico, en tanto ciencia del signo verbal por excelencia. Sin embargo, Saussure demostró que el paradigma científico positivista era aplicable a la lengua, pero no así a las hablas ni a sus hablantes, ni a las demás manifestaciones del lenguaje en sus contextos funcionales. De ese modo, la lingüística adquirió el estatus de las ciencias formales, matemáticas y físicas, al quedar claro que el oficio del lingüista debe ser la descripción de la estructura del sistema.

No obstante, pese a la revolución gnoseológica que produjo De Saussure, todavía pululan por los medios escolares y académicos formas especulativas de pensamiento que indican que la formación lingüística de quienes tenemos en nuestras manos el compromiso de educar en la lengua de Don Pedro Henríquez Ureña es una tarea pendiente en nuestra media isla y en el resto del mundo hispanoamericano.

Magistralmente, la dialectología moderna ha formulado el vocabulario científico que permite comprender el fenómeno del lambdacismo, el rotacismo y la vocalización, amén de los metaplasmos de adición, supresión y transposición, etcétera

Es más que evidente la necesidad epistémica de una mirada más aguda de la que podemos alcanzar con las lentes de la lingüística estructural; una cosmovisión que permita comprender las emisiones dinámicas del pensamiento expresadas a través de universo de universos comunicativos, cuyo activo fundamental es la lengua, pero ya no vista como un exclusivo sistema ideal.

Para un cosmolingüista, una lengua o sistema comunicativo es, además, un constructo verbal muy complejo que existe en la memoria histórica de la comunidad que aspira hablarla. El hecho es que nadie la habla porque si así fuera sólo existiría para todo el mundo una única lengua. Pero sí hablamos de manera eficaz, según la norma creada por la convención, en como mínimo un dialecto materno Sí, dije dialecto materno y no lengua materna.

Igualmente, las lenguas no son lógicas porque si lo fueran todos hablaríamos un solo idioma, ya que la lógica, como se entiende en las corrientes histórico-filosóficas, responde a unos patrones formales universalmente compartidos. Tal es el caso de los sistemas de representación de la realidad en áreas como la medicina, la física, la química, etcétera. El lenguaje de las ciencias formales como éstas es demostrable. En cualquier región del mundo un médico conoce lo verdadero de la medicina porque las partes del cuerpo humano, sin importar la nacionalidad, etnia, color, estatura, etcétera, se encuentran en la misma posición, desde el punto de vista funcional y estructural. No es así en lingüística.

Lo contrario pudiese suceder en una lengua si se concibiese en correspondencia con una gramática y una semántica lógicas, pero la realidad es que nadie habla una lengua, sino como mínimo una variedad de esta.  El habla, o más bien, las hablas son de naturaleza heteróclita, dinámica y, por tanto, no susceptible de ser demostrables, sino mostrables, según los usos dialectales de la vida cotidiana porque, sobre todo, sin esa diversidad dinámica, el concepto saussureano sería solo aplicable a lenguas muertas, aquellas que han quedado en su estado primigenio sólo en el papel y no en la consciencia histórica de por lo menos una comunidad de hablantes.

Como ejemplo, podemos citar los inútiles intentos por crear una lengua universal, como lo muestra el caso del “esperanto”, código artificial creado a finales del siglo XIX, sin resultado que se aproxime al concepto más errático de lengua. Por supuesto, lo que he dicho hasta este punto no implica obviar la existencia de los universales del lenguaje, no exclusivos de una lengua en particular.

Han sido las reflexiones sobre el lenguaje, o capacidad de simbolización únicamente humana, las que han permitido concebir una gramática universal. Me refiero a los hallazgos generados, mayoritariamente, en la época precientífica, la cual se extiende desde la invención del alfabeto iniciada por los sumerios (Año 3000 a C) hasta la aparición del Curso de Lingüística General en el año1916. La clasificación aristotélica del léxico, la distinción platónica del logos (onoma y rhema), el descubrimiento medieval de la gramática especulativa, la gramática racionalista francesa, la aparición de la gramática hispánica de Nebrija, el descubrimiento del sanscrito o protolengua hipotética, la invención del método histórico-comparado, así como la emersión del método positivista en ciencias naturales, etcétera, constituyen parte de los insumos epistemológicos de la lingüística científica. Sin embargo, con el establecimiento de la lengua como objeto de estudio lingüístico se reconoce que no es posible estudiar la heterogeneidad del habla con la fiel representación de la realidad con la que se estudian los objetos, unidades y entidades en otras ciencias distintas a la nuestra (Roa, 2016, Taxonomía del discurso. Soto impresora, S. A. Capítulo 1).

Lo que hasta este punto he querido ilustrar se subsume en los siguientes enunciados oracionales: Nadie habla mejor que nadie. Ningún contexto es absolutamente mejor que otro. No hay hablantes desprovistos de cultura, puesto que, incluso en toda variante dialectal encontramos los rasgos propios de una microcultura. Pero sí hay hablantes más cultos que otros. Uno puede estar descontextualizado al hablar, siempre que no se exprese conforme a la norma lingüística del dialecto (Coseriu, E. 2001).

Fíjese que la norma en lingüística, como en las ciencias sociales en sentido general, es una construcción colectiva e intersubjetiva, como construcciones socio-históricas e idealizadas son las lenguas. Hace años que esta prestigiosa institución cultural ha reconocido las lenguas como sistemas complejos gracias a la voz de Chomsky, y de otros lingüistas renombrados, que les recomiendan observar y describir los usos lingüísticos en sus contextos, sin prejuicios, ni denigraciones, ni laceraciones a la dignidad de los hablantes.

Gracias a los estudios lingüísticos hoy sabemos que un dialecto es una variación de una lengua y no una degradación de ella, como se enseñaba en la etapa precientífica. Todos hablamos, por lo tanto, como mínimo un dialecto.

Como podemos ver, en cosmolingüística una lengua debe ser entendida como un diasistema, más que como un sistema. El diasistema, o macrosistema del español, entonces, está constituido por el conjunto de dialectos, sociolectos, idiolectos y otras variantes que la integran. Algunos de los dialectos de nuestro idioma son: el dominicano, el puertorriqueño, el cubano, el argentino, el mexicano, el venezolano, el colombiano, el de España, etc. A su vez, los dialectos se constituyen por subvariantes. Pero nadie habla una lengua porque ello implicaría el dominio absoluto de todas las variedades que la componen, en sus aspectos fónicos, formales, sémicos y pragmáticos.

Por lo tanto, cuando nos planteamos aprender un nuevo idioma, en realidad estamos accediendo a como mínimo un dialecto de esa nueva lengua. Se trata de una de las tantas metonimias que conforman los usos lingüísticos. Y por supuesto, podremos hablar con cualquier sujeto del nuevo idioma gracias al concepto de intercomprensión lingüística trabajado ampliamente en Francia por el dialectólogo André Martinet (1985).

Por consiguiente, cuando decimos a nuestros estudiantes que el inglés verdadero y correcto es el de Inglaterra, o cuando decimos que el correcto español es el que se habla en España o en Colombia, no hacemos otra cosa que exhibir una pequeña porción de nuestro desconocimiento de lo que son las lenguas y sus dialectos. El inglés de Inglaterra es mejor que el jamaiquino en Inglaterra, pero no en Jamaica. Mientras el Español de España es el de España, el colombiano es el de Colombia, el dominicano es el nuestro. Ni mejor ni peor. (Roa, 2017, “La lengua, esa gran desconocida”, Academia.edu).

Lo anteriormente expuesto también es un reflejo del proceso que ha implicado el paso de las especulaciones a los estudios científicos. A más de cien años del inicio de la época de la lingüística científica, todavía las imprecisiones conceptuales pululan por doquier sobre estos y otros aspectos. Por ejemplo, la noción de norma lingüística se asocia especulativamente con la otrora prescripciones de la Real Academia de la Lengua Española, que antaño tomaba como “modelo de uso” solo a escritores literarios. Por eso, todavía cuando un profesor de español, o de cualquier otro idioma, escucha la palabra norma se traslada mentalmente al terreno de lo correcto y de lo incorrecto; de lo permitido, versus lo prohibido. Por supuesto, esas ideas del término no responden a criterios lingüísticos; puesto que las normas se construyen en las hablas y son fijadas por la tradición, es decir, por la historia.

La gente habla siguiendo unas reglas aprendidas en el contexto social porque se apropia, sin justificación, de las reglas convencionales (arbitrarias) que lo hacen comprender y ser comprendido por los demás, identificándose, en cuanto a prosodia y acento, con una comunidad de hablantes o grupo social al que pertenece.

Los hablantes no se preguntan, por ejemplo, por qué los alófonos del grafema /r/ son pronunciados como vibrante múltiple en posiciones pre y posconsonánticas, en palabras como: rabia/rato/rombo/rumbo, ni por qué, sin embargo, en posición intervocálica suena como vibrante simple en palabras como: interino/sureño/literatura/Sara/misericordia/arenoso, etcétera. Los avances en lingüística diacrónica nos permiten comprender que tal tendencia se originó en un habla, para luego extenderse a todo el sistema, en un período aproximado de veinticuatro siglos, y así se estableció ese patrón/norma.

El lingüista Eugenio Coseriu, en su libro “Sistema, norma y habla”, afirma que “es norma todo aquello que sea de uso constante en una comunidad” (1976). Esto significa, entonces, que las reglas que rigen los usos espontáneos de una comunidad son creadas históricamente  por los hablantes. No es posible, por lo tanto, hablar de “la norma”, en singular, sino de “las normas”, como tantos geolectos, dialectos, variantes dialectales y sociolectos, etcétera, existan en una lengua.

No se trata, pues, de clasificar los usos solo en correctos e incorrectos. Imagínese, por ejemplo, que se encuentra sentado en algún lugar del mundo, rodeado por personas que expresan lo siguiente:

  • “Vamo, vamo, uno má, péguense como anoche…”
  • “Cuando cruce”…
  • “Vamo, vamo, no me caliente lo cualto”…
  • “Se acaban lo chelito…”
  • “Ahí caben tre má”
  • “Wey, al fabol cuando pueda, me deja”
  • “La ba rompé, balbaraso…”
  • “Crúsame pol ensima”
  • “Tente cuidao si me pasa del semáfaro”
  • “En la casa de ese no hay nebera…”
  • “En la próxima equina, chofel”…

La lista anterior corresponde a una muestra grabada del habla del chofer de carro público y sus pasajeros. La norma de estos hablantes es un legado tradicional que se construye en torno al transporte urbano. Cualquiera pudiera pensar que en las muestras transcritas no hay norma. Si los oyentes se refieren a la norma propia del habla de Pedro Henríquez Ureña, Marcio Veloz Maggiolo, José Mármol, Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Gabriela Mistral, Andrés L. Mateo, Manuel Matos Moquete, Diógenes Céspedes, Carlisle González, Celso Benavides, Remigio García, Yrene Pérez Guerra, Bruno Rosalio Candelier, Odalís Pérez, etcétera, entonces tiene toda la razón. Y es que no se puede buscar la norma de una cultura en otra. La cultura literaria tiene sus contextos y sus hablantes. En el ejemplo anterior estamos ante una norma correspondiente a una cultura no escolar. Por lo tanto, en el habla de un chofer de carro público y sus pasajeros no podremos hallar otra norma distinta a la del contexto del padre de familia dominicano (Roa, 2020, La norma de la lengua y las normas de las hablas. Acento.com.do)

Magistralmente, la dialectología moderna ha formulado el vocabulario científico que permite comprender el fenómeno del lambdacismo, el rotacismo y la vocalización, amén de los metaplasmos de adición, supresión y transposición, etcétera; Todos estos fenómenos lingüísticos están presentes en la conversación supracitada. Pero hay que advertir que tales características de las hablas no son exclusivas de contextos no escolares. También en el discurso académico, en el de los intelectuales, podemos identificar estas variedades, aunque tal vez con menor articulación.

Por consiguiente, existen tantas normas como hablas, en plural, por lo que el mismo concepto de gramática, atribuido sólo a la lengua, ya no es suficiente, pues con él se ignora que cada grupo social construye norma, al tiempo en que emplea una gramática local y distinta a la gramática general de un idioma. El Dr. Odalís Pérez Nina va más lejos cuando en su análisis antropológico sobre los hablares del español dominicano establece que cada hablante posee un diccionario en su cabeza, lo que Chomsky ha convenido en llamar lexicón, mutatis mutandis.

Todo lo que he dicho hasta este punto constituye sólo una pequeña muestra del universo de universos comunicativos que puedo ver a través de mis lentes epistémicos: la cosmolingüística, la cual concibo como una transteoría que permite un reemplazo del paradigma disyuntivo para asumir el paradigma conjuntivo, coincidiendo en este punto con la teoría de la complejidad postulada por el filósofo francés Edgar Morín.

Conjunción es un concepto/principio fundamental en cosmolingüística porque permite la confluencia dialógica necesaria para comprender cada hecho del lenguaje dentro de los contextos en que se producen; por lo que, para hacer comprensible las causales de un determinado fenómeno del lenguaje se requiere la intervención de más de un especialista, según lo demande la propia naturaleza ontológica del fenómeno comunicacional.

Asimismo, contextualización es otro concepto/principio fundamental que permite el análisis de los actos del lenguaje en los contextos socioculturales y comunicacionales. Esta competencia implica el diálogo con el propio fenómeno para determinar, amén de su contenido semántico, quién lo produce, quiénes son sus destinatarios, dónde se produce, cuándo, cómo y cuáles son sus verdaderas intenciones. Esta competencia implica reconocer las máximas expuestas por el lingüista Paul Grice para determinar la pertinencia, la relevancia, el modo y la calidad del contenido. Contextualización es la competencia que todo lector/oyente ideal debe desarrollar en estos tiempos de tantas informaciones falsas. Hoy, más que en cualquier otro tiempo, se requiere esta competencia para deslindar entre el decir verdadero y las distintas formas de posverdad.

La oposición es otro concepto/principio general de la vida que permite deslindar entre entidades que por naturaleza se oponen. Parte, a la vez, del principio de la unicidad del lenguaje a partir del cual se sabe que toda emisión lingüística es única e irrepetible como únicos e irrepetibles somos los individuos. Al mismo tiempo, el principio de la similitud de las entidades establece que todo el que habla lo hace similar a como habla su comunidad. Sendos principios permiten relacionar y diferenciar entre universos comunicativos verbales y no verbales; entre sistema y diasistema; entre norma y normas; entre unidad y diversidad; entre sociolecto e idiolecto; entre mito y realidad; entre discurso e ideología; entre conocimiento científico y populismo académico, etcétera. Gracias a este principio, verbigracia, un investigador puede establecer claras relaciones y diferencias entre los saberes especulativos y los conocimientos que han adquirido el estatus de la ciencia.

Esta perspectiva de análisis no se circunscribe a las emisiones únicamente verbales, sino que su enfoque contempla el abordaje de los universos comunicativos que se expresan mediante otras formas de significados no verbales, resultando el cine el universo de mayor aprovechamiento (Roa, 2022, Cosmolingüística: Discurso, ideología y cine).

Dicho de otro modo, la lingüística de la lengua se circunscribe a la descripción de la estructura del sistema de comunicación social doblemente articulado, desde una perspectiva muy especializada, limitada a las emisiones únicamente verbales (F. de Saussure, 1916). Sin embargo, el lenguaje, como capacidad de comunicación humana, se expresa de múltiples formas, y no sólo a través de la lengua hablada. Las fotografías, las caricaturas, los memes, los emoticones, los grafitis, las pinturas, las canciones, las telenovelas, las películas, las hablas, las lenguas de señas, los lenguajes silbados y los tonales, etcétera, son sólo muestra de las diferentes manifestaciones en que se expresa la poderosa y singular capacidad humana, el lenguaje. Todos estos textos no verbales son entendidos como múltiples formas de expresión del pensamiento, incluyendo el sistema lingüístico, por lo que todas ellas se estudian desde la ciencia general de los signos, la semiótica. Lo que interesa a la cosmolingüística, además de las formas, es el estudio del pensamiento que se expresa a través de ellas, entiéndase: los significados, los sentidos, temas, mensajes, etcétera; vistos en sus contextos presenciales y ciberespaciales.

Siendo así, el estudio de la forma del sistema lingüístico le concierne al lingüista (semiólogo verbal). Asimismo, el estudio de las formas de los retratos, las caricaturas, los memes, los emoticones, los grafitis, las pinturas y los símbolos presentes en el cine y en la red de redes (internet), continúan siendo de interés de estudio del cosmolingüista (hermeneuta/semiolingüístico), en tanto entiende que los significante/representámenes son medios de expresión del pensamiento y que, por lo tanto, adquieren significado y sentido en una lengua. A la cosmolingüística le interesan, no solo los modos de significar, sino además el estudio del pensamiento contextual y sus implicaturas sociales.

La lingüística generativo-transformacional se interesa en la forma de la lengua, la cual concibe como una competencia innata. Concretamente su interés está puesto en el aspecto formal o gramatical de un idioma en oyentes hablantes ideales (Chomsky, 1956). Aunque sus principios parten de la capacidad del lenguaje para transmitir mensajes mediante oraciones inéditas, en esta corriente la actuación/habla se constituye en excusa para estudiar la forma. La cosmolingüística valora estos aportes y contextualiza sus reglas transformacionales en el contexto de los actos de habla. Asimismo, advierte los alcances de esta forma restrictiva de hacer ciencia.

La lingüística del habla, o de la conversación, estudia el sentido de los textos verbales en relación con las intenciones comunicativas de los enunciadores, sus enunciatarios y los contextos, desde los ámbitos macroestructurales, superestructurales y microestructurales (van Dijk, 1985). Esta teoría ostenta el mérito de haber roto el canon estructural que colocaba sólo a los textos literarios como modelos comunicativos. La cosmolingüística aprovecha estos avances, pero no se circunscribe a las emisiones verbales, sino a cualquier proceso y producto comunicativo del lenguaje que emplee otras formas de transmisión de pensamiento.

Casa de las Academias, sede de la Academia Dominicana de la Lengua. Santo Domingo, Distrito Nacional.

El análisis crítico del discurso es una perspectiva teórica para el estudio de los procesos discursivos  ideologizantes (van Dijk, 2005; N. Fairclough, 2008). Esta teoría coincide con la nuestra en que no es excluyente, por lo que ambas estudian temas, sentidos y textos para identificar algún tipo de laceración a la dignidad humana por parte del poder. La diferencia estriba en que los estudiosos críticos del discurso lo hacen casi siempre desde la perspectiva de los textos escritos, tratando con timidez los dispositivos no verbales, puesto que ello implicaría la interversión de investigadores de otras áreas del conocimiento. En cosmolingüística se estudian los significados/significantes/representámenes como manifestaciones del lenguaje, entendido como universo de universos comunicativos, cuyo principal criterio exegético lo constituye la competencia lingüística.

La translingüística es otra perspectiva teórica propuesta por Mijail Bajtin y trabajada en el país por Manuel Matos Moquete. Esta teoría no se circunscribe al estudio de las formas lingüísticas, sino a las fronteras discursivas que unen y separan una disciplina de otra. El objeto es el discurso visto en términos transversales y no más allá de los actos estrictamente verbales (M. Bajtín, 1985; J. Kristeva, 1986; M. Matos, 2005). Cosmolingüística integra los procedimientos de esta teoría que mejor aprovechamiento faciliten para la comprensión del sentido expresado a través de las diversas manifestaciones del lenguaje.

Por lo tanto, el universo enunciativo constituye el campo de estudio de la cosmolingüística, entendido como el significado del pensamiento expresado como producción y producto del lenguaje, a través de las múltiples formas. Me refiero al discurso, pero no sólo al discurso lingüístico o verbal.

Por lo tanto, un cosmolingüista ante todo debe ser un buen ser humano, un buen lingüista y un buen exégeta de textos verbales y no verbales; lo que implica plena consciencia de lo que son los lenguajes, los hablares y los contextos de usos semiolingüísticos. Como afirma Saussure: “Desde un primer momento hay que situarse en el terreno de la lengua, y tomarla como norma de todos los demás sistemas de comunicación humana”. Es, por lo tanto, en este contexto que les presento esta breve introducción a mi lupa dialéctica, epistémica y axiológica, la cual he bautizado con el neologismo cosmolingüística.

Es precisamente bajo esta lupa intelectiva que estudio actualmente el discurso constitucionalista en los documentales sobre la Guerra de Abril de 1965 para determinar el modo en que se articulan las estructuras del lenguaje, más allá de la lengua, para producir discurso de concienciación ciudadana.

¡Muchas gracias!

Gerardo Roa Ogando

13 de agosto de 2022, Academia Dominicana de la Lengua

Gerardo Roa Ogando en Acento.com.do