El 25 de julio se publicó un llamado firmado por escritores, artistas e intelectuales a no participar en la Feria del Libro de Santo Domingo (FILSD), en rechazo tanto al hecho de que el evento estará dedicado al régimen de apartheid israelí, como también en repudio a la censura racista y homófoba practicada por las autoridades culturales dominicanas durante la edición de la feria del año pasado, así como en protesta contra la reciente detención arbitraria del joven escritor haitiano Jhak Valcourt.
Es digno de celebrar que decenas de personas de la literatura y las artes de este y otros países sean capaces de decir públicamente que no participarán en un evento organizado por un gobierno antidemocrático, un evento donde se aplica la censura, y donde además se homenajeará a un régimen de apartheid que oprime al pueblo palestino.
Pelegrín Castillo, de la derechista Fuerza Nacional Progresista, se solidarizó con el gobierno israelí por Twitter y recibió mensajes de agradecimiento del embajador israelí y otros funcionarios de ese régimen. Otros intelectuales del régimen tuvieron reacciones mucho más violentas que la del propio Castillo, mediante artículos publicados en Acento.com.do y otros portales. Ante dichos ataques he decidido sumar mi firma al llamado a no participar en la FILSD y escribir estas líneas en defensa del derecho democrático a disentir. Además, lo hago en solidaridad con los intelectuales palestinos que han hecho un llamado similar, y con los intelectuales y escritores judíos que se oponen al Estado genocida de Israel.
Falacias autoritarias
Se cuentan por docenas, los epítetos y calumnias que se han lanzado contra quienes no quieren participar en el homenaje al apartheid israelí. Según un articulista, que ha escrito ya tres notas altisonantes, el llamado a no homenajear al Estado genocida de Israel es “estalinista”, “totalitario”, tiene un “propósito fascista”, expresa “odio al libro”, “odio a la libertad”. También se acusa a los firmantes de estar en contra de la República Dominicana y hasta en contra del pueblo dominicano. Como no podían faltar las teorías conspirativas, también afirma que hay un plan para fusionar a República Dominicana y Haití, y que el llamado a no participar en la FILSD forma parte de un plan para “destruir ambas naciones”.
A falta de argumentos, critica que hayan firmado personas dominicanas residenciadas en el extranjero. Otro articulista ha comparado el llamado a no participar en el homenaje al apartheid israelí con la destrucción de obras literarias. Un disparate. ¿Pero es que acaso es obligatorio participar en el homenaje al Estado genocida de Israel planificado por el gobierno? Por suerte, todavía es posible disentir, no participar, y decir a viva voz que ese homenaje no será a nombre nuestro.
Estos ataques al derecho a disentir reflejan la persistencia de la cultura trujillista, del método de equiparar cualquier crítica al gobierno con un “ataque” al pueblo dominicano y hasta a la nación dominicana misma. Leyéndolos, parecería que es un crimen no participar en un homenaje al apartheid israelí, o que es una expresión de “extremismo”. Pero no, no tiene nada de extremo. Al contrario, es la más modesta y humilde expresión del derecho a decir que no.
Es penoso tener que decirlo: el gobierno no es el pueblo ni el país; las y los dominicanos de la diáspora tienen derecho a opinar sobre los hechos políticos, culturales y sociales de su país; no tiene nada de extremo ni de totalitario oponerse al régimen de apartheid de Israel o estar en contra de la censura y la persecución racista que aplica el gobierno de Luis Abinader contra las personas haitianas y dominicanas de ascendencia haitiana.
¿Son legítimos los boicots culturales?
Por supuesto. El derecho a ejercer el boicot cultural es mundialmente reconocido. Durante décadas, desde al menos 1968, la Asamblea General de la ONU llamó a suspender “intercambios culturales, educativos, deportivos o de otro tipo con el régimen racista y con organizaciones o instituciones de Sudáfrica que practican el apartheid”. Actualmente, Amnistía Internacional, Human Rights Watch y otras organizaciones de derechos humanos israelíes, palestinas y del resto del mundo, coinciden en que Israel es un régimen de apartheid.
Incluso muchos políticos israelíes están de acuerdo en que Israel es un régimen de apartheid. Hasta un ex jefe del aparato represivo del Mossad, Tamir Pardo, ha dicho públicamente que el actual gobierno israelí es “peor que el Ku Klux Klan”. Para quienes no lo saben, el Ku Klux Klan es una organización terrorista estadounidense cuya ideología se centra en la supremacía blanca. Uno de los ministros del actual gobierno israelí realizó amenazas terroristas contra la cantante irlandesa Sinead O’Connor, por las que tuvo que cancelar un concierto en 1997.
La mayoría de los escritores palestinos, así como miles de escritores del mundo, muchos de ellos judíos, han adherido al llamado al boicot cultural al Estado genocida y racista de Israel.
Un planteamiento recurrente entre quienes atacan el llamado a no participar en el homenaje al apartheid israelí, es que supuestamente la cultura está más allá de la política. Para no perdernos en abstracciones, lo concreto es que la FILSD la organiza el gobierno de Luis Abinader, no una asociación cultural autónoma, ni una federación de escritores.
Este gobierno ya ejerció la censura en la FILSD del año pasado, en una convergencia perversa con la agrupación neonazi denominada Antigua Orden Dominicana. Ante las amenazas de ese grupo a la escritora y activista dominicana Ana Belique, las autoridades decidieron impedir que se realizara la presentación de un libro infantil, en vez de brindarle protección ante las amenazas de muerte de los neonazis y de someterlos judicialmente por terrorismo.
Eso no es todo, las autoridades también ejercieron la censura homófoba contra una presentación musical de los cantantes urbanos Inka y Fernando Bruno, y contra recitales de poesía en los que participaban poetas como la costarricense Andrea Gómez, duramente atacada por la ultraderecha. La poeta Michelle Ricardo también recibió amenazas de muerte por una de sus presentaciones en el marco de la Feria, sin que las autoridades hayan hecho nada por brindarle protección o someter a la justicia a los ultraderechistas que la amenazaron.
Todos estos antecedentes de violencia y censura plantean un dilema ético muy interesante para la comunidad artística y literaria. ¿Es correcto abandonar a su suerte a quienes han sufrido la censura de este gobierno y la persecución de las autoridades y de la ultraderecha neonazi, solo porque en esta ocasión no hemos sido nosotros directamente las víctimas? ¿O deberíamos defender las libertades democráticas de manera colectiva, planteando que si la FILSD no garantiza la pluralidad entonces no la legitimamos con nuestra participación? El llamado a no participar tiene ese contenido de defensa de las libertades democráticas, de que queremos que nuestro derecho a participar en las ferias del futuro sea garantizado.
En cuanto al pabellón del Estado invitado de honor, tampoco estará a cargo de escritores israelíes independientes o de organizaciones literarias, sino de la embajada israelí en República Dominicana, que es la representación del régimen de apartheid israelí y del gobierno de Benjamin Netanyahu, un gobierno con ministros abiertamente fascistas.
Existe una corriente valiente e íntegra de la intelectualidad judía que se opone a los crímenes del Estado genocida de Israel. Ante el 60 aniversario del Estado de Israel, en 2008, decenas de intelectuales judíos, entre ellos el Premio Nobel Harold Pinter, explicaron por qué no celebrarían la fecha:
“No podemos celebrar el nacimiento de un Estado fundado en el terrorismo, en masacres, en el desahucio de otra gente de su tierra.
"No podemos celebrar el cumpleaños de un Estado que más que nunca hoy se dedica a la limpieza étnica, que viola la ley internacional, que está realizando un monstruoso castigo colectivo a la población civil de Gaza y que continúa negando a los palestinos sus derechos humanos y sus aspiraciones nacionales.
"Celebraremos cuando árabes y judíos vivan como iguales en un pacífico Oriente Próximo”.
¿Cómo podríamos los periodistas dominicanos participar en un homenaje al Estado que asesinó el año pasado a la periodista palestina Shireen Abu Akleh y que entre 2000 y 2020 mató a 46 periodistas palestinos? Hacerlo sería traicionar a nuestros propios periodistas asesinados por Trujillo y Balaguer, como Orlando Martínez. Además, porque muchos de los crímenes de esas dictaduras dominicanas se llevaron a cabo con armas provistas por el Estado genocida de Israel. Así como también los gobiernos de Danilo y Abinader han espiado a periodistas dominicanos como Nuria Piera usando el software israelí Pegasus. No podemos ignorar tantos crímenes del Estado genocida de Israel contra el pueblo palestino y contra el pueblo dominicano. No podemos.
La campaña por el boicot cultural al Estado genocida de Israel es internacional
Uno de los articulistas ha preguntado si apoyaríamos llamados a boicot en otros países, como EEUU. Lógicamente nuestra principal responsabilidad está en la República Dominicana, donde vivimos y cuyas restricciones antidemocráticas sufrimos diariamente. Si nuestro gobierno avanza hacia medidas de discriminación racial sistemáticas, debemos oponernos, si decide homenajear a un Estado genocida, también debemos oponernos. Si en otros países se realizan eventos culturales, incluidas ferias del libro, en homenaje al Estado genocida de Israel, es seguro que también habrá llamados a boicotearlos, porque existe un movimiento internacional llamado Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) que defiende el derecho a la existencia y a la autodeterminación del pueblo palestino, libre de toda opresión colonial y racista. Desde República Dominicana nos solidarizaremos siempre que sea posible con esa campaña, que deseamos de corazón que culmine con una gran victoria, así como fue derrotado el régimen de apartheid sudafricano. Cuando el apartheid sudafricano era objeto de sanciones económicas, militares y culturales, uno de los pocos regímenes que lo apoyaban era precisamente el Estado genocida de Israel. No es casual.
Debemos honrar la valentía del pueblo palestino que sigue resistiendo luego de décadas de genocidio, colonización y ocupación militar. También debe inspirarnos la valentía de las personas judías que están en contra del apartheid israelí y del Estado genocida de Israel, a quienes también los intelectuales del régimen sionista acusan de “traidores”, “enemigos del pueblo”, etc. Nuestro gesto de solidaridad es no asistir, no participar en un homenaje a un Estado racista y genocida, no participar en la FILSD. Es tan pequeño que casi parecería insignificante. Pero los insultos de los intelectuales del régimen nos indican que no es insignificante. Que ha valido la pena y que debemos perseverar.