Roberto Antonio Pérez Herrera nació en Bajos de Haina, el 8 de marzo de 1956 y falleció en Santo Domingo, el 8 de abril de 2025, en el colapso del techo de la discoteca Jet Set, era mejor conocido como Rubby Pérez fue una figura emblemática de la música dominicana que nos deja una huella indeleble en el corazón de sus seguidores. Su vida estuvo marcada por un trágico accidente a los quince años, donde perdió una pierna. Sin embargo, el espíritu indomable de Rubby le permitió superar este obstáculo con la ayuda de un ciudadano chino que le enseñó a caminar nuevamente. A partir de ahí, su trayectoria fue un canto de lucha y superación.

La reciente tragedia que ha golpeado al país, con la pérdida de 222 vidas y casi 200 heridos, resuena con más fuerza al recordar la partida de Rubby Pérez. Su ausencia deja un vacío en la música y en la comunidad que lo vio crecer. En eventos en los que se presentaba, juventud y vitalidad se unían para disfrutar de sus letras y melodías, expresando no solo su talento, sino también su esencia como ser humano. Su legado es un homenaje cariñoso a un hombre que siempre se desafiaba a sí mismo, destacándose como un excelente estudiante, pelotero, boxeador y cantante.

El nombre artístico de Rubby fue un regalo de su amigo Fernando Villalona, y su vida familiar era igualmente importante. Padre de siete hijos, vivía con Zulinka Pérez, con quien compartía una conexión especial. A pesar de su exigente naturaleza en el escenario, también era un padre amoroso. Su formación espiritual, que incluía oraciones matutinas y nocturnas, refleja un hombre que mantenía un vínculo constante con su fe. Su cariño por Venezuela, donde se sintió tan bien recibido, permeó su música, y su voz resonaba con orgullo y emoción cuando cantaba sobre su segunda patria.

La carrera musical de Rubby inició en el Ateneo bajo la tutela del maestro Miguelito Méndez. Su talento vocal, comparado a un tenor primo, le abrió las puertas de grandes orquestas, incluyendo la de Wilfrido Vargas. La victoria en un concurso interpretando «Ideal», de Carlos Santos Suriel, reafirmó su lugar en el escenario musical dominicano. Creció rodeado de amor, especialmente de su abuela, y a pesar de un hogar marcado por la violencia, la resiliencia de Rubby brilló mientras se esforzaba por superarse académicamente.

«Cuando voy a Maracaibo,» canto con el cual transmitía su amor profundo y agradecimiento a Venezuela tierra que le brindo cariño y acogida; desde el programa Sábado Sensacional tuvo una conexión genuina con su tierra y su gente.

Su amor por su padre, quien se convirtió en ministro evangélico, lo llevó hacia el camino espiritual,  a el confiaba todos sus proyectos y su padre le dijo que cuando ya no estuviera, abriera la Biblia y leyera el Salmo 103:   «Alaba Alma mía a Jehová tu Dios y no olvides ninguno de los favores recibidos / Él es quien perdona todas tus iniquidades y sana todas tus dolencias; te rescata del hoyo tu vida, te corona de favores y misericordias; sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila».

Lamentablemente, Rubby, en un giro inesperado en su vida, donde buscaba retirarse del espectáculo para vivir de manera más sencilla, un eco del deseo de Thoreau por la simplicidad. Sin embargo, la vida le jugó una mala pasada. El 8 de abril marcó la tragedia del país, y su partida se suma al dolor colectivo.

Rubby Pérez no solo fue un cantante excepcional, sino también un ejemplo de lucha, amor y espiritualidad. Su legado perdurará en la memoria colectiva de aquellos que han sido tocados por su música y su historia. La tristeza que deja su partida es profunda, pero su canto sigue vivo en cada nota que resuena entre quienes lo amaron y admiraron. Su vida es un recordatorio de que, a pesar de las adversidades, el arte y el amor puede trascender, continuando el eco de su voz en el alma de quienes lo escuchan.

Fuente: Entrevista de Carlos Sánchez a Rubby Perez:

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