En todas las lenguas del mundo existen neologismos y arcaísmos. Los arcaísmos son las palabras que han desaparecido del vocabulario general de la población y se encuentran relegadas al habla campesina, o de personas de edad muy avanzada. Algunos ejemplos del español dominicano pueden ser asuntar (poner atención), bastimento (acompañamiento, generalmente de plátano, yuca, etc., que se sirve con las comidas), cicatero (tacaño, que escatima lo que debe dar), furnia (cavidad grande y profunda en la tierra), terina (recipiente rectangular, ovalado o redondo, de bordes bastante altos, etc.)

Así como el arcaísmo léxico es un elemento que sale de la circulación, que se olvida o deja de ser utilizado, los neologismos son palabras nuevas que se incorporan al vocabulario usual de la comunidad. En muchos casos, son producto de préstamos de otras lenguas, como chatear, escanear, tuitear, email, jonrón, estrés, yipeta. Otros surgen por diferentes circunstancias sociales, económicas, culturales, etc., como podría ser el caso de figurear, ningunear, yunyún, motoconcho.

En el español dominicano se podrían citar muchas unidades léxicas nuevas o ya conocidas, pero que han aumentado mucho su índice de disponibilidad en las últimas décadas. En el campo de las comidas o la alimentación, algunos ejemplos son capuchino, cheesecake, enchilada, fondue, guacamole, quesadilla, tamal, wrap; en la ropa: baggy, capris, jeans, legging, t-shirt, sudadera. En otros casos, se puede observar el desplazamiento de un sinónimo por su equivalente. Así sucede con la palabra cerdo (en carne de cerdo), que ha elevado de tal manera su índice de disponibilidad que va dejando a puerco como un término casi en desuso o arcaico en este campo léxico particular de las comidas. Cada vez menos gente dice ‘carne de puerco’. Sin embargo, habría que confirmar si sucede lo mismo con la expresión ‘puerco asado’ (‘puerco asao’). Aparentemente, esta frase tan consolidada en el habla de los dominicanos, especialmente en la época navideña, se resiste a ser sustituida por ‘cerdo asado’, por lo menos en el habla espontánea y natural.

¿Qué es un neologismo?

Estos ejemplos de movilidad léxica revelan que el español dominicano es dinámico, con un vocabulario cambiante. Por un lado, se retiran palabras y, por el otro, se añaden a causa de la volubilidad de las circunstancias históricas, económicas y sociales. Se justifica afirmar, por tanto, que el léxico de los dominicanos ya no se caracteriza por el matiz antiguo al que se refería Pedro Henríquez Ureña hace más de 80 años, en la primera mitad del siglo XX.

¿Hay alguna relación entre las palabras humano y humildad?

Así es. Ambas palabras provienen, aunque no de manera directa, del término latino ‘humus’, que significa ‘tierra’, ‘suelo’. Es el mismo origen que tienen las palabras españolas inhumar (enterrar, sepultar) y exhumar (desenterrar). La definición que ofrecen los diccionarios generales del término humano es ‘ser que tiene naturaleza de hombre’. Sin embargo, desde el punto de vista etimológico, una descripción del sentido de la palabra podría exponerse de manera más precisa así: ‘ser hecho con tierra’, lo que insinúa una conexión con la descripción que se presenta en el Génesis sobre la creación del hombre.

Por su parte, la humildad es definida como la ‘virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento’. En este caso, la definición parece reflejar mejor, al menos implícitamente, el significado etimológico si se asocia el concepto de tierra con la idea de limitación y de debilidad. En este sentido, se podría decir que alguien es humilde cuando reconoce que es un ser ‘hecho o sacado de la tierra’ y que, por tanto, es limitado y débil.

En definitiva, la relación original entre las palabras humano y humildad convierte en una tautología, etimológicamente hablando, el enunciado ‘ser humano humilde’. Y, a la inversa, desde el mismo ángulo, podría considerarse una contradicción terminológica afirmar de un ser ‘humano’ que es orgulloso, es decir, que ‘no es humilde’.

¿Son sinónimos los verbos oír y escuchar?

Muchas personas utilizan esas dos palabras como si se tratara de sinónimos absolutos, de significados equivalentes. Sin embargo, hay una diferencia semántica importante entre las dos. Oír se refiere a una acción involuntaria que consiste simplemente en ‘percibir los sonidos con el oído’. En cambio, escuchar es una acción voluntaria que supone el propósito de ‘prestar atención a lo que se oye’.

Según la aclaración anterior, en rigor, no es apropiado decir ‘Me desperté al escuchar el ruido de la calle’, como tampoco lo sería ‘Nos encantó oír el hermoso concierto de la sinfónica’. El primer caso requiere el verbo oír y el segundo, escuchar.

En la pareja de verbos ver y mirar se da una relación semántica semejante. Paralelamente a oír, ver expresa simplemente el acto sensorial de percibir con los ojos. Mirar, en cambio, es dirigir la vista a un objeto de forma intencional.

Orlando Alba

Linguista

Orlando Alba es un lingüista dominicano, socio de Honor de la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina, ALFAL, miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana y académico correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua. Fue condecorado por el Estado dominicano con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella, en el grado de Comendador. Ha sido catedrático de la PUCMM y de Brigham Young University. Su bibliografía incluye numerosos artículos en revistas especializadas y más de una docena de libros que analizan, principalmente, temas relativos al español dominicano. Con motivo de su jubilación, un grupo de colegas reconoció su carrera académica de más de 40 años con la publicación del libro ‘Estudios de lengua y lingüística españolas – Homenaje a Orlando Alba’ (Ed. Peter Lang SA).

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