Las Ferias Internacionales del Libro de Santo Domingo suelen suscitar tantas ilusiones como críticas.  Es como si colectivamente existiera una nostalgia frente a un ideal que no llegara a realizarse. Es justo decirlo, también ha habido numerosas evidencias de que los mejores deseos no han llegado a feliz realización.  De recordación especialmente triste para mí fueron las ediciones que contaron con más invitados especiales que lo que el público dominicano estaba en condición de absorber.  Ahí me incluyo.  Sé que, a pesar de mi pasión por el mundo literario, mi cantidad de horas y conocimientos son limitados como para hacerle honor a toda la oferta presentada.

Otro tema que también suele suscitar mucha emoción es el de Haití.  Emoción negativa la mayor parte de las veces.  Se hace mención al miedo, al desprecio, al dolor, a la crítica y a la sensación de injusticia.  Es muy poco frecuente escuchar o leer frases de amor tranquilo y feliz por Haití. Las complicaciones, recovecos y resentimientos hacen acto de presencia rápidamente. Esta semana se combinaron ambas sensibilidades en un comunicado público redactado y firmado por media centena de activistas e intelectuales de diversos países proponiendo el boicot a la Feria del Libro de Santo Domingo en razón del arresto en Santo Domingo al escritor haitiano Jhak Valcourt, la mañana del 13 de julio, y su posterior envío a dos cuarteles de la ciudad de Santo Domingo, antes de ser trasladado al centro de detención de Haina.

La situación vivida por ese escritor en República Dominicana y la de muchos de sus compatriotas en ambos lados de la frontera necesita ser atendida. Sospecho que parte de la solución puede provenir a través de mejores y mayores conocimientos de la población para que esta trascienda los prejuicios que dan pie a lamentables acciones y también para que estos conocimientos, fruto de esfuerzos intelectuales honestos y rigurosos, ofrezcan luces y guías para que se viva mejor en la isla completa.  No creo que sea con un Santo Domingo con menos amor por los libros que se construya un mejor avenir para nadie.

En lugar de descartar el esfuerzo de un equipo grande de personas propongo que la Feria del Libro sea una oportunidad para dar a conocer obras de corte literario que abordan situaciones pasadas y presentes sobre Haití como “Los comediantes”, del reconocido autor inglés Graham Greene; “La cosecha de los huesos”, de la escritora haitiana Edwige Danticat o, publicadas originalmente en castellanom “El reino de este mundo”, del cubano Alejo Carpentier y “La isla de todos”, del dominicano Juan Carlos Mieses. Este espacio también le puede dar acogida y promoción a libros emanados de investigaciones históricas, sociológicas y económicas.

Una actitud similar puede asumirse con relación a la insatisfacción de los firmantes con la selección de Israel como país invitado de honor. Es cierto que muchas acciones el gobierno y de los ciudadanos de ese estado son criticables, pero también hay que reconocer que hay voces israelitas que forman parte del coro que las denuncian. Ese fue el caso de Uri Avnery, fallecido en el 2018 y quien luchó por la creación del estado de Israel, hizo campaña y se integró al congreso israelí (el Knesset) y progresivamente se fue sintiendo más cómodo con otras maneras de contribuir a la paz de la región, objetivo que él definía como su preocupación principal.  Una de esas acciones fue colaborar con este medio para dar a conocer su punto de vista sobre la actualidad de su país.  Usando el nombre que le dio Nelson Medina, un músico dominicano, a la agrupación profesional con la que producía eventos, “Sumando amigos” es que se puede tener más éxito en combatir lo denunciado en el comunicado.

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