Las grandes ideas y descubrimientos que han beneficiado a la humanidad han surgido, en muchos casos, en contextos literarios. Esto se debe, quizás, a la falta de recursos y medios técnicos para llevarlos a cabo en su tiempo. Sin embargo, con el paso de los años, aquello que nació como ficción ha sido llevado a la realidad. A través de la literatura, se ha abierto el camino para importantes aportes al bienestar global, donde la ciencia inspira tramas que dan vida a obras maestras de la literatura universal.
Tal es el caso de Julio Verne, quien hallaba inspiración para las tramas de sus novelas en revistas científicas que coleccionaba en su vasta biblioteca (Nadal, 2015). Muchas de sus ideas, consideradas utópicas en su época, anticipan avances tecnológicos que solo se materializaron décadas más tarde. Por ejemplo, cuando aún no se había imaginado siquiera la posibilidad de viajar al espacio, Verne plantea esta idea en su novela De la Tierra a la Luna; un siglo después, el ser humano logró finalmente llegar al espacio. Del mismo modo, Veinte mil leguas de viaje submarino (1870) anticipó la exploración de las profundidades marinas, que solo se concretaría veinte años después. Incluso en París en el siglo XX (1863), Verne describe una red de comunicación global sorprendentemente similar a lo que hoy conocemos como internet.
En Viaje al centro de la Tierra exhibe un estilo culto y accesible para narrar la extraordinaria aventura del profesor de mineralogía Lidenbrock, quien, junto a su sobrino Axel, se embarca en una expedición al centro del planeta. La travesía comienza cuando Axel logra descifrar un mensaje oculto en un antiguo libro, que revela la ruta seguida por un científico que ya había realizado ese insólito viaje en el pasado.
A través de los personajes exhibe su vasta cultura, así como el amor por la naturaleza y la ciencia. Todo esto se plasma en una prosa elegante y dinámica, en la que recurre con frecuencia al símil para describir paisajes naturales de gran belleza. Verne promueve el respeto por el medioambiente y una actitud ética frente a las investigaciones científicas del pasado. Asimismo, critica la enseñanza tradicional alemana, centrada en el docente como figura principal del proceso educativo, quien, a pesar de poseer amplios conocimientos, no siempre es capaz de diseñar estrategias que permitan al estudiante asumir el aprendizaje de forma significativa y no traumática, especialmente a partir de su vínculo con la naturaleza.
La novela transporta al lector a un mundo insospechado, aún por descubrir para la mayoría de los mortales, y cuya construcción narrativa, aunque utópica desde la perspectiva realista, requiere de sólidos conocimientos científicos. La obra resalta la importancia del agua como mineral esencial para la preservación de la vida en todas sus formas y presenta la lectura como una aliada clave para el conocimiento y la conciencia medioambiental. Verne no solo crea ficción, sino que incorpora elementos científicos como estrategia para promover el respeto por los entornos naturales y estimular la creatividad del lector.
No obstante, en el desarrollo de la trama, los personajes masculinos asumen los roles más relevantes, mientras que las figuras femeninas permanecen relegadas a papeles secundarios, definidos según los estereotipos impuestos por la masculinidad hegemónica, que los concibe desde una perspectiva que requiere poco esfuerzo.
En definitiva, la novela puede ser utilizada como un recurso didáctico multidisciplinar, donde los entornos naturales ocupan un lugar central en la trama. Su contenido permite fomentar el interés por la ciencia, el hábito de la lectura y la conciencia sobre el cuidado de los recursos naturales. El texto es apropiado para enseñar de manera simultánea lengua y ciencias. Esta última, se presenta como el medio fundamental para comprender y preservar el medioambiente, en contraste con la lógica del desarrollo y el confort, que muchas veces conlleva la destrucción de recursos vitales e irremplazables para la humanidad.
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