Errar es de humanos, pero reivindicar es un acto de sabiduría. Es un secreto a gritos dentro de la comunidad literaria, la omisión de Nolberto James como Premio Nacional de Literatura. Solo el periódico Acento, como un gesto de justicia, se levantó para abogar públicamente para que a nuestro gran poeta se le otorgara el galardón en vida. Considero firmemente que, dado que no recibió el reconocimiento en vida, sería justo concedérselo póstumamente.
Muchos se preguntarán: ¿Qué se logra con esto? Mi respuesta es clara: reconocer la memoria de un escritor excepcional y asumir la responsabilidad de reeditar su obra para evitar que caiga en el olvido. Propongo que, a partir de 2026, se instale la modalidad del Premio Nacional de Literatura póstumo, otorgado simultáneamente con el premio nacional. Es hora de saldar una deuda que el país tiene con varios escritores que, tras su partida, siguen esperando el reconocimiento que merecen.
Algo sobre el poeta
Norberto James Rawlings; poeta y escritor dominicano nacido el 6 de febrero de 1946 en San Pedro de Macorís, de una familia de la minoría anglófona descendiente de esclavos africanos, conocidos como «cocolos». Aunque inicialmente se usaba de manera despectiva, el término «cocolo» hace referencia a los migrantes que laboraban en las plantaciones de caña de azúcar bajo control británico en la isla. En la actualidad, se emplea con un sentido de orgullo. Este grupo migró a la República Dominicana desde las islas del Caribe británico a mediados del siglo XIX para trabajar en la industria azucarera. A pesar de ser una fuente importante de mano de obra, los «cocolos» enfrentaron una fuerte discriminación social. Muchos historiadores sostienen que el término «cocolo» podría tener su origen en la adaptación local del nombre de la isla caribeña Tórtola.
James creció en un entorno de habla inglesa, ya que su padre, Aubrey James, era un inmigrante jamaicano –hombre instruido− que trabajaba como químico en un ingenio azucarero, y su abuela, Marion Peters, lo crió mientras su madre, Dolores Rawlings, trabajaba en la capital. A pesar de vivir en un país de habla hispana, su hogar siempre fue un espacio donde se hablaba inglés.
En los años 60, se mudó a Santo Domingo para continuar sus estudios secundarios en el Liceo Unión Panamericana, destacándose no solo en su rendimiento académico, sino también en el atletismo, donde ganó la prueba nacional de 400 metros.
Durante la Guerra Civil Dominicana en 1965, James descubrió su vocación como poeta. Rodeado de artistas, comenzó a escribir poesía, y fue durante una lectura de sus escritos a los soldados que recibió elogios que lo impulsaron a considerar la idea de publicar un libro. Ese sueño se concretó cuatro años más tarde con la publicación de «Sobre la Marcha», que incluye su poema más reconocido, «Los inmigrantes», una conmovedora representación de la experiencia de la comunidad cocola. A lo largo de su vida, James publicó siete libros de poesía, consolidándose como una de las voces literarias más importantes de su país.
Publicaciones
- Sobre la marcha. Santo Domingo: Ediciones Futuro, 1969.
- La provincia sublevada. Santo Domingo: Editora Taller, 1972.
- Santo Domingo: Editora Amigo del Hogar, 1981.
- Hago constar. Santo Domingo: Editora Taller, 1983.
- Obras 1969-2000. Santo Domingo: Consejo Presidencial de Cultura, 2000.
- Poesía 1969-2000. Santo Domingo: Ediciones Cielonaranja, 2011.
- Poesía completa. Santo Domingo: Ediciones Cielonaranja, 2020.
El poema «Los inmigrantes» de Nolberto James, es una profunda reflexión sobre la identidad, la historia compartida, y las luchas que enfrentan aquellos que migran en busca de una vida mejor. Con una estructura que se despliega en varias secciones, el poema aborda tanto el sufrimiento personal como el colectivo, explorando la compleja relación entre los inmigrantes y la tierra que los acoge. A través de imágenes, metáforas y un tono que oscila entre la melancolía y la determinación, James crea un espacio para rendir homenaje a los inmigrantes y sus contribuciones invisibilizadas en el relato oficial.
Nolberto James no solo narra el sufrimiento de los migrantes, sino que también ofrece una crítica social a la invisibilidad de sus contribuciones en la historia. A través de un uso efectivo de la metáfora, el ritmo y la estructura, el poema transmite la carga emocional y la riqueza cultural que los inmigrantes traen consigo, a pesar de las adversidades. El poema es tanto un lamento como una celebración, una llamada a reconocer y valorar las luchas de aquellos que, a menudo, son olvidados por la historia.
Análisis
El poema comienza con una afirmación enigmática: «Aún no se ha escrito la historia de su congoja», lo que establece el tono de invisibilidad e incompletud que caracteriza a los inmigrantes en su sufrimiento. Este dolor no tiene una voz propia, no está registrado en los libros de historia. La frase «Su viejo dolor unido al nuestro» sugiere una conexión profunda entre las luchas de los inmigrantes y las luchas locales, como si ambas existieran en paralelo pero sin llegar a fusionarse completamente.
En la primera parte del poema, se presenta la infancia de los inmigrantes, que «no tuvieron tiempo», lo cual sugiere que la migración ha despojado a estos infantes de la oportunidad de vivir una niñez plena y enriquecedora. La referencia a las «mariposas», los «paisajes del archipiélago» y el «canto húmedo de los ríos» alude a una naturaleza que, por lo que se sugiere, no pudieron disfrutar ni aprender a amar debido a su apurada llegada o desplazamiento. La afirmación «No tuvieron tiempo de decir: Esta tierra es nuestra» resalta la fragmentación de su identidad y su incapacidad para reclamar un sentido de pertenencia, un hogar.
La segunda sección rememora un pasado lejano que no vivió el hablante, pero que tiene una carga nostálgica y casi romántica. «Hubo un tiempo», dice el poema, en que existía una cultura propia, una conexión directa con la tierra, simbolizada por la «caña» y la «provincia de nombre indígena». Este «tiempo» que el hablante no conoció, pero de alguna manera percibe y revive, representa la desaparición de un mundo autóctono y la adaptación forzada a un nuevo orden social y cultural.
La imagen del «apellido adulterado» sugiere la disolución de las raíces culturales de los inmigrantes, quienes, al no poder conservar su lengua o costumbres, pierden una parte vital de su identidad. Los «danzantes» que antes llegaban con alegría se enfrentan ahora al «simple sonido del apellido adulterado», lo cual implica una dilución cultural, una pérdida que nunca podrá ser completamente recuperada.
Los elementos de la ciudad en decadencia, como el «polvoriento barrio» y el «caballo de coche» apaleado, evoca la frustración y el desgaste de quienes llegaron con esperanzas, pero ahora se enfrentan a la cruel realidad de una vida precaria, plagada de desilusiones.
En la tercera parte, el tono se torna más combativo y visceral. El hablante se refiere a los inmigrantes que quedan, los que permanecen, con una «borrosa sonrisa» y una «lengua perezosa». Esta imagen de dificultad para adaptarse al idioma refleja no solo la barrera lingüística, sino también el profundo sentimiento de alienación y marginación. Los inmigrantes son descritos como una «segunda raíz» de la estirpe del hablante, una raíz que está lejos de ser una integración plena, sino una resistencia tensa a la homogeneización.
La referencia a la «vieja roca» y el «odio antiguo a la corona» alude a la historia colonial y a las luchas pasadas por la independencia. Los inmigrantes, aunque lejos de su tierra natal, no han olvidado las injusticias que los llevaron a emigrar, y este odio persiste en ellos como una sombra. La «horrible oscuridad» llena de «monstruos» representa el miedo y la lucha constante en un entorno ajeno, marcado por prejuicios y discriminación.
En la cuarta parte, el hablante recurre a una lista de nombres de inmigrantes que, de alguna manera, se destacan en sus respectivas profesiones o roles sociales, pero cuyo nombre se pierde o se diluye dentro de la historia. Estos nombres se convierten en símbolos de la resistencia cotidiana, personas que, en su lucha diaria, contribuyen al tejido social de su nueva patria.
El hablante afirma: «Vengo con todos los viejos tambores […] Vengo a escribir vuestros nombres junto al de los sencillos». Aquí, se realiza un acto simbólico de reivindicación y memoria. Los inmigrantes y sus descendientes, aunque anónimos en muchos casos, se ganan un lugar en la historia, junto a los más humildes y sencillos, como parte integral del proceso de construcción de una nación.
El poema concluye con un mensaje de esperanza: los inmigrantes, con su sacrificio, construyen la «luz» y el «canto» para todos. Esta «luz» puede ser interpretada como el avance hacia una sociedad más justa, una sociedad donde las luchas de los inmigrantes y sus descendientes se reconozcan como esenciales para la construcción de un futuro común.
…Querido Norberto, ¡cuánta falta le hace tu sonrisa a la poesía!
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