Hace unos días leí en un periódico que, a raíz de un estudio reciente, se confirmó que la mayor parte de los estudiantes dominicanos del bachillerato no está entendiendo los textos asignados como lectura. El estudiante, valga la redundancia, lee un texto simple y luego no sabe decir de qué trata. Esta es, desde cualquier perspectiva en que se le vea, una muy mala señal, y sobre todo lo es para la literatura, pero supongo que, al menos en lo que concierne a los géneros literarios, todo profesional universitario sabe diferenciar un cuento breve de una novela larga.

Ignoro si esto es un problema nuevo o viejo en la cultura popular dominicana, pero sí estoy seguro de que, por increíble que parezca, en la República Dominicana todavía existen personas que creen que un cuento es un chiste verde o una historia humorística. Creen, además, que una novela es una telenovela y que una fábula es una historia exclusivamente para niños que siempre llevará una moraleja explícita.

Suponen igualmente que el género ensayo es, como su nombre lo indica, una práctica en la que previamente se practica un juego o una actividad física que después de planificada se realizará de la manera en que se calculó; se limitan, por tanto, a dar por sentado que el ensayo como género literario corresponde, simple y llanamente, a los verbos "practicar" y "ensayar".

Esta es la triste concepción que tales personas (entre las que, por desgracia, hay estudiantes) tienen sobre el cuento, la novela, la fábula y el ensayo. Peor aún: creen asimismo que un poema es siempre un escrito de amor en forma de versos y que, a su vez, un poeta es una persona jocosa que escribe y recita versos de amor o décimas picantes. Creen que la poesía siempre está ligada a lo romántico.

En el imaginario popular dominicano no sólo es posible lo que acabo de expresar, sino que, además, se cree firmemente que en lugar de comprar un libro para leer es mejor comprar una cerveza para beber. Es una cultura anticultural en la que, en consecuencia, mucha gente desconoce qué es una obra literaria y qué es la lectura y para qué sirven una y otra.

No es extraño, en efecto, que algunos profesionales universitarios no hayan vuelto a leer un libro desde que se graduaron, pensando, quizá, en que ya no tienen la necesidad de volver a leer. Incluso, hay viviendas en las que es posible que no aparezca ni siquiera un solo libro.

Quienes así piensan y actúan son, precisamente, las mismas personas que ignoran o niegan la valía de las humanidades; son las mismas personas que, incluso siendo a veces estudiantes o profesionales, se oponen a que la filosofía sea una asignatura de un pénsum universitario, pese a que muchas veces lo único que saben de filosofía es que Platón era un filósofo griego que fue discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles.

Son personas que ignoran la evolución histórica del país, pues resulta bastante escaso lo que han aprendido sobre historia; son personas que, siguiendo el trillado juego de otros dominicanos carentes de formación cultural, usan un lenguaje oral y escrito que se torna altamente deficiente, como —por ejemplo— se puede advertir en las redes sociales.

Son personas a las que —en el caso de los estudiantes, por ejemplo— ni siquiera se les podría regalar un buen libro con motivo de su fiesta de cumpleaños o de cualquier otro festejo, puesto que acaso considerarían que como regalo han recibido boñigas de caballo; son, en fin, personas que, una vez llegado el momento oportuno, optarían por regalarles a sus propios hijos no un buen libro, sino el mejor celular.

José Agustín Grullón

Abogado y escritor

José Agustín Grullón Nació en La Vega, República Dominicana, pero reside en Santiago de los Caballeros desde hace más de una década. Es licenciado en Derecho por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA) y agrimensor por la Universidad Abierta para Adultos (UAPA). Cursa además un postgrado en Legislación de Tierras. Ha cursado algunos diplomados sobre Derecho Inmobiliario, Bienes Raíces, Topografía y Derecho Sucesoral. Como escritor ha publicado el libro de cuentos Las ironías del destino (2010).

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