Rolando Robles/Servicio especial
He vivido en La Gran Manzana la mitad de mi vida; y durante estos casi 40 años he visto el avance de una comunidad que, aunque de origen rural mayormente, ha logrado abrirse camino en el asfalto sinfín de sus calles. Hoy día, somos la minoría mas importante de Nueva York o cuando menos la más numerosa.
Varias de las instituciones dominicanas, dirigidas por los mismos dominicanos que ante la imposibilidad de competir en nuestra patria tuvieron que emigrar hasta estas tierras, hemos alcanzado la primera parte del preciado “sueño americano”.
Podemos afirmar que buena parte de nosotros ha logrado hacer el “crossover”; esto significa que se ha integrado plenamente a la sociedad estadounidense.
Hoy ya no se discute nuestra presencia en esta tierra de inmigrantes, ni se objeta, ni es motivo de vergüenza para ningún muchacho nuestro. Hemos superado buena parte de nuestras debilidades y reservado un sitio de honor para nuestros hijos y nietos, que se están graduando en las universidades y la comunidad en conjunto, ha avanzado socialmente.
Lo que me molesta de este avance de nuestra gente es que lo hemos logrado sin la mas mínima participación del Estado dominicano, que siempre ha vivido de espaldas a su comunidad residente en el exterior. En este Gobierno del Cambio se han creado las condiciones para enmendar esa dejadez del Estado nacional y empezar a saldar la deuda social con los dominicanos que vivimos en ultramar.
Hago este pequeño introito, solo para abordar el tema que sugiere el título de esta entrega que hoy presento a su consideración. Ciertamente, la dirección partidaria local ha dado muestra fehaciente de no entender la situación que enfrentamos; como tampoco a evaluado a profundidad la relación que debemos promover con el Gobierno de Luis Abinader, que está dando señales evidentes de desprendimiento personal, al tiempo que institucionaliza el país y sienta las bases para el desarrollo futuro de la Nación.
En el caso que nos compete, la gestión cultural dominicana en el exterior, sucede algo insólito y a todas luces irracional. De la vieja, pero oportuna “Casa de la Cultura Dominicana” de los años 80’s, impulsada por Salvador Jorge Blanco, pasamos al “Comisionado de Cultura Dominicana en Nueva York”, oficializado en el año 2004 por el Gobierno de la época. Casi 20 años después (2022) el Gobierno actual formaliza orgánicamente la institución y la convierte en la “Dirección de Cultura Dominicana en el Exterior” (DCDEX) y coloca al mando de ella a un reconocido gestor cultural, un académico universitario en el estado de Illinois llamado Dr. Reynolds Andújar.
En este punto, hay que reconocer que el joven escritor Rey Andújar es el primer gestor cultural neto que ha tenido el gobierno de Abinader, luego de la exitosa y prolongada labor de Carlos Sánchez, un teatrista y gestor cultural que dejó su impronta en el escenario de Nueva York en gobiernos pasados.
Debo también admitir que la labor del intelectual y gestor cultural Rey Andújar, ha sido más que exitosa; por los resultados obtenidos se puede afirmar que su paso por la DCDEX ha perseguido la excelencia y que ha recibido el reconocimiento de la comunidad neoyorkina en particular e internacional en cuanto lo general, ya que con el apoyo del Ministerio de Cultura ha inaugurado extensiones de esta dirección en New Jersey, Boston, y dentro de poco en Puerto Rico, Miami y Madrid.
El entuerto se presenta, justo en este punto. ¿Por qué hay que sustituirlo si su labor ha sido meritoria? ¿Por qué no se reconoce la excelencia como norte y meta de los ciudadanos dedicados al servicio público? y ¿Por qué no se cumple con los requisitos de estilo y altura cuando se tiene de frente a un servidor público de la categoría de Rey Andújar?
Como contraparte, no puedo dejar de señalar que la rebatiña dentro de las fuerzas que respaldan al presidente Abinader -o más bien, a sus precandidatos preferidos- no puede ser la norma de conducta común de los que están supuestos a respaldar su gestión. Es inaceptable que el equipo operativo de una institución del gobierno, exitoso por demás, se quiera sustituir, simplemente para abrir una nueva fuente de empleo para alguien o algunos que reclaman recompensas y claman inconformidad. Esto no puede suceder en un estado moderno.
Pero tampoco es aceptable que se pretenda descartar a un ser humano -aunque sus aspiraciones sean desmedidas- con malas artes, argumentando falsedades que conllevan el deterioro moral de todos los elementos actuantes y de la institución en sí. Un error no se puede subsanar con mentiras y acusaciones desmedidas. Ni una cosa ni la otra son admisibles, ni siquiera tolerables.
Tengo que repetirlo hasta la saciedad, la razón de ser de cualquier organismo del estado dominicano fuera de la media isla que nos corresponde, es preservar la identidad nacional, que los muchachos nacidos aquí, sigan siendo dominicanos, de corazón y origen, e identificados con el Pensamiento Trinitario.
Los dominicanos que sienten el fervor de la Gesta Febrerista en sus venas, están en el deber de respaldar al presidente Luis Abinader y ayudarlo a fortalecer su obra de gobierno. Cualquier otra actitud ante los hechos es una distorsión histórica, una inconsecuencia política que tendrá resultados no gratos.
¡Vivimos, seguiremos disparando!
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