Consideraciones en tiempos de la Covid-19

326) Si bien las oraciones no sirven para saciar el hambre, a muchos les sirven para soportarla con mayor tranquilidad. Es hasta admirable que demasiadas personas crean que las oraciones sirvan para algo, aunque pienso que tal vez sólo sirvan como consuelo inútil.

327) Cómo no desconfiar de un ejercicio artístico cuyos actores se la pasan balando, ladrando, graznando, rebuznando, y hasta pujando sus productos “creativos” para exponerlo de inmediato al hambre poco exigente del gran público. Tal vez la debilidad mayor del arte de este tiempo reside en la pérdida de una cierta  la sacralidad que antes tuvo, de un desprecio por la discreción.

328) Ahora, en la hora del desasosiego, en que todas las puertas parecen mirarme como a un intruso y se cierran con gestos de desprecio ante mi rostro. Ahora que las aguas corren turbias, que borrascoso está mi horizonte, es hora de levantar la palabra, de levantar mi palabra; de levantarme a mí mismo.

329) Para toda persona juiciosa no es un secreto que el empeño excesivo en exhibir y mostrar es la manifestación más ostensible de cuánto se quiere ocultar.

330) En el arte de la palabra, cada palabra cuenta, o de lo contrario descuenta.

331) Una paz de la que hay que estar dando permanentemente constancia, a veces suele ser signo de temor a la guerra que se vive y se pretende ocultar, o a la posibilidad de una guerra posible.

332) Para una gran cantidad de religiosos la “justicia de Dios” consiste en que a otros se los esté llevando el Diablo. Es imposible que Dios pueda escapar de los miserables límites de las criaturas que los han concebido.

333) Con frecuencia uno se encuentra con estupideces como estas: “La felicidad está en las cosas sencillas”. Y yo digo que la felicidad no está en las cosas sencillas ni complejas; que no está en parte alguna. Ni siquiera en ese lugar en el que, por encontrarnos alegres o dichosos, rebosantes de egoísmo entusiasta, nos olvidamos de que a millones de nuestros congéneres se los está llevando el mismo Diablo.

Si quieres disfrutar de la simpatía de muchos, sé lo menos sincero posible. Y sólo habla la verdad en caso de conveniencia. Pienso que la religión y la política son las actividades que mejor propician este infame apostolado.

334) Tengo noticias de muchas cosas, pero sé que lo ignoro casi todo, incluso aquellas cosas de las que tengo noticias.

335) En este presente amargo, cuando permanentemente nos encontramos en Facebook  con tantas gentes diciendo que la vida es bella (puro egoísmo e ignorancia), que la felicidad es una opción, una decisión, que uno puede decidir ser feliz o mantenerse en el dolor y en el sufrimiento, que si buscamos de Dios nuestras vidas estarán colmadas de felicidad, alegría y realizaciones, nos maravillamos de hasta dónde puede llegar la estupidez y el descaro humanos. Cuando constantemente nos encontramos con personas pidiendo cadenas de oraciones para que Dios sane enfermedades que los mismos creyentes deben suponer que Él pudo evitarlas para no tener que sanarlas; cuando asistimos a todas estas lindezas nos dan ganas de abandonar ese manicomio llamado Facebook.

336) Así como el erotismo nos seduce más que la pornografía, de igual modo, la poesía en silencio, en discreción y en ascetismo, nos apasiona más que aquella que delira por el espectáculo exhibicionista, que reclama grandes escenarios, que se baña y se viste deprisa para asistir a la fiesta de Facebook, porque parece les son indispensables esos aplausos. Muchos celebran la espectacularidad de la poesía, yo no.

337)  No siempre el respeto al derecho ajeno debe constituirse en estado de paz. Hay guerras que debe librarse contra los adquirientes de ciertos “derechos”, obtenidos violando los que se se suponen derechos de otros. Así la guerra será eterna y legítima mientras el hombre exista, más allá del bautismo ideológico que siempre se le quiera dar a su lucha.

338) Me ha extrañado el no haber escuchado, en estos tiempos de peste, a algún religioso hablando de que estamos en las finales del mundo, aunque estoy seguro que habrá muchos de ellos hurgando en el Apocalipsis bíblico, buscando con ansiedad algunas claves en las que se profetice esta desgracia del momento presente, los signos de esta, para algunos, “legítima ira de Dios” contra esta humanidad cuyos pecados han llegado a tal nivel que su “justicia” no puede tolerar por más tiempo.

339) A pesar de haber abjurado del dios judío que me impusieron, agradezco a su Biblia  que me haya hecho dudar de ella misma y de los dos personajes principales de tal novela, cuyo libro del Eclesiastés se constituyó en mi más importante manual de filosofía; y su supuesto autor, en mi más importante maestro de dudología.

340) Hay gentes tan descaradas que todavía en estos tiempos llaman “ideales” a su retorcida “opinión” asalariada.

341) Sin importar los niveles que alcancen los espantos de la existencia, hay creyentes que no me perdonarán el que afirme que el infierno reside en este plano del sufrimiento humano; aceptarlo así para ellos es lo mismo que desautorizar a su “bondadoso” dios, quien, según ellos, no habla mentiras, y dejó bien establecido que, no importa todo lo que se sufra en la vida, si no nos arrepentimos, confesamos nuestros pecados y nos liberamos de ellos, después de nuestra muerte nos espera el referido lugar de tormento, lugar supuestamente creado por este dios, porque, como escribió San Agustín, “Dios es creador de todas las cosas, incluyendo también el infierno”.

342) El mundo se despedaza, pero el dios de nuestros miedos, de nuestra ignorancia y vocación de engaño y autoengaño, necesita “cadenas de oraciones” para “compadecerse” del sufrimiento humano. La mayoría de los que sobrevivan al desastre, en medio del padecimiento sin nombre, hablarán de los milagros de su dios, de su generosidad y amor infinitos hacia sus criaturas, amor que, para este tipo de mentalidad, crece a medidas que también aumenta el espanto.

343) Muchos de los que piden oraciones individuales o encadenadas para que Dios pueda compadecerse y obrar, ignoran que no todos nos tragamos esa barbarización de tal dios.

343) En este presente de pestes y tragedias (cuándo no ha sido así), se han multiplicado los reporteros de calamidades, a cuyos reportes la mayoría añaden el chantaje de las cadenas de oraciones. Sólo el regodeo en mentiras imaginativas propicia que la mayoría de las personas crean que un dios supuestamente “bondadoso” necesita que se le ore, de manera individual o encadenada, para poder actuar. Quienes actúan así entienden que no son puros como su dios. Sin embargo, siendo ellos consagrados pecadores, jamás le pedirían a sus hijos oraciones y alabanzas para evitar que se enfermen, o para curarlos en caso de que estuviera en sus manos hacerlo. Predicar estas falacias es la manera más corriente que tienen muchos de sentirse mejores personas.

344) Si quieres disfrutar de la simpatía de muchos, sé lo menos sincero posible. Y sólo habla la verdad en caso de conveniencia. Pienso que la religión y la política son las actividades que mejor propician este infame apostolado.

345) Las gentes pequeñas soportan mal que les confronten sus dogmas, tanto religiosos como políticos. Pueden fingir que lo toleran bien, pero no dejan de guardarle una importante dosis de resentimiento, de rencor, y hasta de odio, a quien desconsidere sus devociones dogmáticas.

346) Ahora, en medio de la peste, me pregunto si será posible reconstruir una cotidianidad parecida a la que de repente hemos perdido. Y de ser posible, ¿en qué tiempo se podría iniciar tal reconstrucción? Nada sabemos, excepto que sólo nos rige la incertidumbre. Entonces, el desastre no sólo se expresa en el horror de lo vivido, sino, y mucho peor, en el desconocimiento de hasta cuando.

347) El dolor de los religiosos por lo menos tiene el consuelo del imaginario divino, pero el de los espíritus sinceros, desengañados, no tiene ni siquiera una piedra dura sobre la que recostarse y descansar.

348) Al fragor del espanto, voy trazando mi “Diario de la peste” y mi “Escritura del desastre”, que sólo podría llevar a término si el ángel asesino no me arroja a los abismos de la noche sin fondo.

349) Sostener que el propósito esencial de la literatura es el de entretener, es como afirmar que la literatura, para poder operar como tal, debe ser frívola. La literatura debe ser, antes que cualquier otra cosa, descubrimiento, conocimiento, sacudimiento, goce; que esto último no se confunda con el entretenimiento a que aspiran los frívolos que sea.

350) Desperté y me di cuenta que la pesadilla continuaba.

EN ESTA NOTA

José Martín Paulino

Escritor

Abogado, escritor y crítico literario.

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