Hace unos días leí un libro recién publicado que anuncia a una voz nueva y diferente dentro de la literatura dominicana. Un libro ameno, profundo y sugerente, escrito con soltura y fluidez. Me refiero a Principio de incertidumbre, de Danilo Rodríguez (Santiago, República Dominicana). Es un libro cuya publicación yo esperaba con interés y que, ya lo he confirmado al leerlo, no merma las expectativas que he tenido sobre el escritor. Antes de hojearlo, pensé que se trataba de la reunión de sus cuentos premiados, pero, al no ver entre ellos a Canciones para el silencio y otros títulos premiados en concursos del género, noté en seguida que estaba frente a trabajos hasta entonces inéditos, o al menos desconocidos por quien suscribe. De cualquier forma, la lectura de estas ficciones significó para mí una experiencia maravillosa.

Irreverente como pocos y dueño de una creatividad y una imaginación desbordantes, Danilo Rodríguez enriquece la nueva narrativa dominicana con este libro de relatos, el cual merece figurar entre los mejores publicados en el país en la última década. La destreza técnica que emplea ante los recursos narratológicos y la madurez con que aborda el tratamiento literario de estas ficciones no admiten dudas. Difícilmente un buen lector de cuentos quede decepcionado con la lectura de este libro, el cual constituye una prueba irrefutable de que estamos ante un escritor que tiene madera de artista; es un verdadero escritor y, como las creaciones de todo artista, su libro puede ser interpretado desde múltiples perspectivas distintas. Es uno de esos buenos libros de ficción cuyo contenido no se agota con una lectura, ni con dos ni tres lecturas. Así es el arte, y la literatura —cuando es buena, como lo es Principio de incertidumbre, por ejemplo— es arte al más alto nivel. Para mí, el valor literario de este libro está fuera de toda duda. Además, el libro rezuma inteligencia y, mientras se lee, salta a la vista el talento artístico del autor.

La incertidumbre en los cuentos de Danilo Rodríguez

Ni que decir tiene que son cuentos que se complementan entre sí, mas pueden ser perfectamente leídos por separado, pues no dejan de ser independientes; su autonomía interna los hace autosuficientes. Cada uno brilla con luz propia y posee la suficiente calidad literaria para figurar en una antología del género integrada por nuevos o novísimos cuentistas dominicanos. Y, sin embargo, merece la pena leerlos en conjunto, puesto que esa intertextualidad que los conecta casi como capítulos de novela los fortalece y les da un significado harto diferente al que tienen por separado, lo que, a la postre, enriquece tanto la cosmovisión plasmada por el artista como las perspectivas del libro. Por ejemplo, el primero de los doce cuentos, Tal vez Lidia, se conecta directamente con el último, Jorge me sueña soñándome, y también con Julieta vuelve sola a casa, [Un cuento de Frank sin título todavía], La anunciación de Esteban, Sopor de Flor y Delirio e infortunio del poeta Eulalio Días Badillo, que es un relato de largo aliento y de corte humorístico (además, funge como eje del libro). Asimismo, Los sueños de Landes tiene comunicación con La anunciación de Esteban. El titulado Don Tomás Minier y la criatura se vincula con los cuentos De cómo Arnaldo usa las palabras como uñas, Sopor de Flor y Un posible final para Eddy. Este último se enlaza con Delirio e infortunio del poeta Eulalio Días Badillo, que a su vez está intercalado con otros cuentos vinculados entre sí, como Paloma o las canciones del silencio, Un posible final para Eddy, Tal vez Lidia y Canciones para el silencio (un cuento premiado que no está incluido en el libro).

Semejante modo de integración narratológica —en la que un cuento se conecta con otro u otros— secunda el ejemplo de libros modélicos del género, tales como, entre otros, Winesburg, Ohio, de Sherwood Andersen; Las nieves del Kilimanjaro y otras historias, de Hemingway; Desciende, Moisés, de Faulkner; Un sueño realizado y otros cuentos, de  Onetti; Los funerales de la Mamá Grande, de García Márquez; o, en el ámbito dominicano, Las locas de la Plaza de los Almendros, de Pedro Peix; y Sábado de sol después de las lluvias, de Marcallé Abreu. No obstante, este emergente escritor es básicamente un discípulo de Cortázar. También ha visitado la escuela de Onetti. Asimismo, Freud no le es ajeno. Pero semejantes influencias son oportunas en Danilo Rodríguez, quien no deja de tener autenticidad y estilo personal. Ello pone de manifiesto una recia personalidad que no es de escritor bisoño o novel y, por tanto, sus retazos de madurez muestran en ocasiones a un cuentista altamente experimentado en el tratamiento del género. En todo caso, es una de las voces más elocuentes del actual panorama literario del Cibao.

La incertidumbre en los cuentos de Danilo Rodríguez

El autor posee el don poco común de atrapar al lector desde las primeras palabras y no lo suelta hasta el final de cada relato, que es cuando éste logra respirar bien y volver en sí. No hay tregua. Y si acaso el lector se detiene en la lectura, no es para tomar un trago de agua o un sorbo de café o té, ni para alejarse de la materia del cuento, sino para reflexionar sobre un detalle que lo leído le ha mostrado y que tal vez le haya ocurrido en la vida real o que le puede suceder en cualquier momento y lugar a él u otra persona. Entonces regresa de nuevo al universo del cuento, y una y otra vez es arrastrado por la incertidumbre, los titubeos y los silencios elocuentes que reinan por doquier en la cotidianidad que subyace en lo narrado.

No en vano el libro lleva por título el nombre de la teoría desarrollada por Werner Heisenberg, el físico alemán que recibió el Premio Nobel de Física a los 31 años de edad. Es el principio de incertidumbre el que mueve los hilos del libro, pues aquí no hay certezas. Sólo las posibilidades tienen lugar. Son cuentos de grandes vacilaciones y deliberadamente moldeados por tramas que confunden una y otra vez al lector. Lo impresionan, lo aturden o lo desconciertan a la vuelta de cada página, y desde el primero hasta el último de los relatos el lector es presa de la incertidumbre; de hecho, ésta es, además del lector, la verdadera protagonista del libro, y es como si ella —la incertidumbre— se convirtiese en una ramera que, en el caso del lector que llega ebrio y sin recursos para satisfacerla, es capaz de mandarlo al carajo. Otro protagonista es el Danilo Rodríguez que, a la manera del Juan María Brausen creado por Onetti, aparece como personaje visible en Delirio e infortunio del poeta Eulalio Días Badillo.

Nada es seguro ni predecible en estos cuentos. Principio de incertidumbre es un verdadero remolino de ideas y palabras. Un rompecabezas cuyas piezas faltantes están dispersas y escondidas a lo largo y ancho del libro. Lo que a veces está confuso en un cuento es aclarado en otro o viceversa, y lo que está aclarado al principio es más adelante puesto en duda. El lector cree que, al menos al final del libro, logrará salir de las dudas y conjeturas. Mas, al finalizar, la verdadera incertidumbre no hace sino comenzar.  En cada página —y a veces en cada párrafo o línea— acecha al lector una trampa. Hay sueños premonitorios, avisos, guías, pistas, guiños, palabras claves, sospechas y sugerencias, pero son únicamente falsas alarmas o pretextos para despistar y engatusar aún más al lector, quien —para despertar de esa pesadilla en que viven los personajes y, de ese modo, no sucumbir como ellos— se ve obligado a entrar como un personaje más dentro de cada cuento, pero con la diferencia de que es uno de los verdaderos protagonistas y que por consiguiente es el único que, de pura suerte o habilidad, logra escapar ileso del inhóspito panorama que envuelve a los personajes.

Ello es así porque además de la incertidumbre que los caracteriza, la atmósfera está signada por la degradación y la frustración de los personajes. Casi todos están socialmente mutilados y muertos en vida. Médicos, escritores, pintores, fotógrafos, novias, esposas y amantes (además de un basquetbolista) deambulan por el libro. Son seres de talento (casi todos), pero están atrapados en sueños y pesadillas, y muchas veces en el alcohol y la resaca. En ocasiones parecen huir de sí mismos. Son marionetas que vagan hacia y desde la nada, tal vez como personajes escritos por uno de sus cofrades (Frank) o por el Danilo Rodríguez personaje (alter ego del autor). Mas el lector tiene la impresión de que, con agudeza de sociólogo o de psicólogo, el autor ausculta en los meandros más oscuros de la condición humana que aflora en estos cuentos. Su mirada es la de un observador profundo y perspicaz, puesto que la cosmovisión mostrada en el libro denota a un escritor que posee la rebeldía de un adolescente, la fuerza de un adulto y la experiencia de un viejo. Mas este es mi criterio, que es franco pero no infalible. La lectura es hija del arte y, por tanto, siempre será personal y subjetiva. De ahí que la discrepancia entre lectores sea inevitable e incluso necesaria. Pero no hay duda de que Principio de incertidumbre es un libro admirable y prometedor que anuncia y prepara el camino de un narrador aún más grande.

José Agustín Grullón

Abogado y escritor

José Agustín Grullón Nació en La Vega, República Dominicana, pero reside en Santiago de los Caballeros desde hace más de una década. Es licenciado en Derecho por la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA) y agrimensor por la Universidad Abierta para Adultos (UAPA). Cursa además un postgrado en Legislación de Tierras. Ha cursado algunos diplomados sobre Derecho Inmobiliario, Bienes Raíces, Topografía y Derecho Sucesoral. Como escritor ha publicado el libro de cuentos Las ironías del destino (2010).

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