Los saberes, las creencias, los sueños, los cuentos, las adivinanzas, las leyendas, los decires, las tradiciones, la gastronomía, los vestuarios, la poesía, el canto, los bailes, la música, las palabras, las ceremonias, las oraciones, entre las diversas expresiones humanas, en nuestras sociedades son expresiones de la oralidad y la esencia de la identidad.
Eran reconocidas con diversos nombres, pero no había unanimidad para su identificación. El 22 de agosto de 1846, el investigador William John Thomas, con el seudónimo de Ambrose Merthon, propuso en el periódico inglés El Atheneun, que fueran identificadas como Folklore, según él, Folk. saber, klore, popular, el saber del pueblo, conocidos sus protagonistas como folkloristas y posteriormente se reconoció a los que estudian ese saber, también debían de reconocerse como folkloristas.
Insertados en el proceso de sobrevivencia para priorizar el mantenimiento de la soberanía nacional, de salvar la Independencia Nacional y posteriormente hacer ruptura a sangre y fuego con la odiosa anexión a España para volver a ser libres con la gloriosa Gesta Restauradora, las discusiones literarias y las informaciones académicas, pasaron a un plano secundario, razón por lo cual los dominicanos nos enteramos de la propuesta de John Thomas sobre lo del folklor en 1884, 38 años después de haber sucedido.
Con el seudónimo de Valle de Gracia, un lector o lectora desde Puerto Plata le envió una carta a José Joaquín Hungría, director del periódico Ecos del Pueblo en Santiago de los caballeros, donde escribió sobre la importancia del folklore e informar que le había enviado un ejemplar de la décima Un Fandango en Dajabón de Juan Antonio Alix al filólogo austriaco Hugo Schuchard de la Universidad de Graz.
Dos años después, 1886, Valle de Gracia, reitera de nuevo la importancia del folklore como expresión de la cultura popular en El Propagador, un pequeño periódico de Puerto Plata, pidiendo que publiquen todas las manifestaciones del pueblo.
Aunque tardío, en 1889, encontró la voz autorizada de César Nicolás Penson, el autor de “Cosas Añejas”, proclamado la existencia y la importancia del folklore Quisqueyano, en el periódico Ecos de Opinión de la ciudad de Santo Domingo. Desde ese momento los intelectuales e investigadores dominicanos, realmente comenzaron a valorar al folklore dominicano.
Como pioneros de la investigación folklorica en el país, surgió en Santiago de los Caballeros, en 1927, el primer tomo del libro “amor al Bohío” y luego el segundo, de Manuel Emilio Jiménez y del libro “Del Folklore Musical Dominicano”, de Julio Arzeno en Puerto Plata.
Ambos libros son aportes invaluables al conocimiento del folklore y de la identidad nacional. El libro de Manuel Emilio Jiménez ha tenido mayor difusión e incluso varias ediciones, cosa que no ocurrió con el libro de Arzeno, donde inclusive puedo asegurar que más del 95% de los folkloristas e investigadores no lo conocen, no lo han leído, sin embargo, es el primer intento donde la música folklorica fue llevada al pentagrama europeo, porque Arzeno era músico profesional, egresado de la academia de música de Puerto Plata y había adquirido conocimientos en Barcelona, España.
El libro fue editado por la Cuna de América, en la imprenta de Roque Ramón y Hnos., con prólogo de M. Justiniano Vásquez, dedicado a varias personas, entre ellas al presidente de la República en ese momento, Horacio Vásquez.
Lo interesante de este libro, es que Arzeno, aunque su preparación y área de investigación es la música, como buen investigador folklórico le interesan todas las expresiones populares. Está presente en las velaciones, rosarios, promesas, juegos infantiles, serenatas, alborotadas, cantares de cuna, cantos de trabajo, convites, actividades de bailes, valses, boleros y merengues.
En sus recorridos por comunidades rurales y barrios populares de Puerto Plata, Arzeno encontró manifestaciones que coincidían su existencia en otros lugares del país, resultado de los procesos migratorios. Por ejemplo, encontró unos versos que expresaban: “Ola, ola, ola de la mar/que bonita ola para navegar”, existente como parte del texto de los Móranos en la Sarandunga de Baní.

Igualmente encontró en una comunidad parte de los textos de la obra teatralizada sobre la comparsa de San Juan, existente en 1897 en el carnaval vegano, llevada por cubanos que realizaban su escenificación original para el carnaval del día de reyes en la Habana, Cuba.
Recogió unos versos populares al producirse el triunfo de la gesta Restauradora y avergonzados los soldados españoles en su retirada por la derrota, irónicamente un poeta popular expresó:
“Ya se fueron los españoles
con su banderita en popa,
y se quedan las muchachas
con la barriga en su boca”
Increíblemente, esos mismos versos los utilizó Califé, en el 1924, con los marines norteamericanos cuando tuvieron que abandonar el país, cambiando” españoles” por “norteamericanos”.
En su visión, conciencia y convencimiento de su misión como músico y folklorista Arzeno escribió: “Tenemos que abandonar los ritmos exóticos y consagrarnos hacer música dominicana antes que ser alemanes o puertorriqueños”.
Compartir esta nota