Oscuridad. Silencio en la audiencia. Luego, música. Después, penumbra. Una mesa, una silla, un cuerpo produciendo poesía, expectación total. Hay obras memorables, visualmente sutiles, y esta es una de ellas. En el pasado reciente, muy reciente, del teatro dominicano, encontramos algunas puestas en escena que palpitarán por un buen tiempo en la memoria del espectador, “La abuela del escorpión” está en esa lista histórica.
Sin temor a vanagloriar, este montaje, en su totalidad, se convirtió en una obra de culto en nuestro país. Basada en la novela de Priscilla Velázquez Rivera, “La cuna del escorpión”, con una magistral sencillez escénica dirigida por Manuel Chapuseaux y con una profunda, desgarradora e impactante interpretación de Clara Morel, esta adaptación pasó indudablemente a la historia de nuestro teatro. Literalmente “la escorpiona”, con su kick-kick-kick-kick-kick, nos picó a todos.
Tres factores fundamentales se unieron para el éxito de esta obra: una buena historia que contar, un director inteligente con un buen discurso escénico y una genial y fantástica intérprete. De la narrativa al teatro, apoyándose en este trinomio infalible, esta producción trascendió a los escenarios y se ganó el corazón del público. El teatrista Claudio Rivera al presenciar la puesta en escena, expresó, que “Quien desee ser testigo de un hecho teatral fundamental para nuestro teatro que se dé el permiso de estar ahí para disfrutar”.
Con asombro, en esta foto de Cristal Sosa, nos asomamos a un espacio escénico simple y sugerente que evoca nuestra curiosidad. Un montaje visualmente impecable que transporta al espectador a las entrañas de una historia esencial, que renace en cada función para picarnos con la magia del teatro.
Noticias relacionadas
Compartir esta nota