En la reciente “antigüedad”, por allá por el siglo pasado había un lugar que se llamaba “cine-teatro”, y la ciudad de Santo Domingo tuvo varios de esos. A lo largo de su historia se abrieron y cerraron muchos, como El Teatro Julia, El cine-teatro Independencia, El Rialto, El cine Max, El Leonor, El Capitolio, entre otros. Debido al auge del cine como entretenimiento masivo y más “comercializable” o “rentable”, algunos funcionaban más como salas de proyección que como teatros, de allí la combinación del nombre.
El teatro, como espacio físico, también guarda historias, tanto de su arquitectura como de los sucesos sociales y culturales que en él suceden, como es el caso del Teatro Olimpia. Fundado en 1941 por la familia Gómez, estaba ubicado en la calle Palo Hincado y funcionó por décadas hasta sufrir un incendio provocado en el convulso año 1962, por jóvenes de izquierda en represalia por la “matanza del parque Independencia”. Como en tantos otros antiguos cines y teatros de la ciudad, hoy en día allí funciona una iglesia cristiana, nada que ver con el glamour y esplendor cultural por el cual fueron creados y construidos esos teatros.
Un acontecimiento que ha marcado la historia contemporánea del teatro dominicano pasó allí, el 9 de octubre de 1946, y fue la presentación de la obra Prohibido suicidarse en primavera, de Alejandro Casona, dirigida por el español Emilio Aparicio. Esta fue la primera obra del entonces Teatro Escuela de Arte Nacional, TEAN, hoy Compañía Nacional de Teatro, CNT, fundada ese mismo año.
Al ver esta fotografía de la fachada del Teatro Olimpia, la curiosidad asalta el pensamiento. ¿Cómo eran los otros teatros de la ciudad? ¿Cómo era su arquitectura? ¿La sala por dentro, cómo funcionaba? ¿Quiénes asistían a sus noches de gala, qué más se presentaba allí? ¿Habrá fotos de esas obras? Parece que hemos de continuar la búsqueda de la memoria visual colectiva del teatro dominicano.
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