“El tiempo no borra a quienes escriben con la tinta de la historia y la pasión de los pueblos.”
Hoy, al cumplirse cuatro años de su ausencia física, la República Dominicana y el mundo cultural iberoamericano inclinan sus páginas en honor a Marcio Veloz Maggiolo: arqueólogo de lo profundo, novelista de lo cotidiano y antropólogo de las identidades calladas. Su vida fue un puente entre el pasado precolombino y las urgencias narrativas del presente, entre la rigurosidad académica y la libertad creadora.
Un legado que resiste al olvido
Veloz Maggiolo fue un cronista de múltiples mundos: desde los taínos hasta los marginados urbanos, desde los vestigios cerámicos hasta los personajes que pululan por sus cuentos, cargados de ironía y humanidad. Obras como La vida no tiene nombre o Los ángeles de huesos revelan su maestría para fusionar la denuncia social con la belleza literaria, mientras que sus ensayos (Arqueología prehistórica de Santo Domingo) siguen siendo faros para entender nuestra herencia indígena.
El hombre que dialogaba con las ruinas
Como científico, desempolvó capas de historia en los “basurales del tiempo”; como escritor, les dio voz a los silenciados. Su frase célebre —“Soy un experto en cacharros”— esconde la humildad de quien sabía que cada fragmento cuenta una historia mayor. Fue embajador, docente, investigador, pero, sobre todo, un eterno curioso que creyó en el poder transformador de la cultura.
Su palabra, aún viva
Hoy releemos sus novelas, revisitamos sus hallazgos arqueológicos y nos asombramos ante su capacidad para reinventar mitos (como en La verdadera historia de Aladino). Su obra es un mapa que nos guía hacia las raíces y, a la vez, hacia la reinvención constante de lo dominicano.
Marcio no se fue: se multiplicó en libros, en aulas, en cada pieza precolombina que nos susurra su nombre.
“Solo mueren los que olvidamos; y a ti, maestro, te hemos convertido en memoria viva.”
#VelozMaggioloSiempre
#4AñosDeLuzYPalabra
La obra de Marcio Veloz Maggiolo: Un testimonio profundo y visionario
La obra Los ángeles de hueso de Marcio Veloz Maggiolo, al igual que La vida no tiene nombre, configura una estructura literaria que combina lo íntimo con lo colectivo, tejiendo una narrativa de profunda crítica social y existencial. Ambas obras exploran, de manera contundente, las realidades sociales opresivas y los traumas de un pueblo marcado por la violencia, la traición y la represión.
Los ángeles de hueso se presenta como un testimonio de desarraigo y confusión, donde la prosa simbólica y fragmentada refleja la angustia existencial del protagonista atrapado en un contexto de violencia y sufrimiento. Maggiolo utiliza una narrativa que combina lo surrealista con lo político, creando una atmósfera de desesperanza que trasciende la mera representación de hechos históricos para sumergir al lector en el caos emocional y social. Las imágenes de muerte, militarismo y absurdidad —como las gaviotas o los tiburones— son símbolos recurrentes que nos invitan a reflexionar sobre la desolación existencial y el vacío de una existencia marcada por la guerra y la opresión.
El texto también profundiza en la memoria histórica y los traumas pasados, con la figura de Juan, que parece representar una conciencia crítica frente a la injusticia. Este personaje refleja la pérdida de la esperanza y la lucha por entender un mundo que, a pesar de la represión, sigue ofreciendo fragmentos de resistencia a través de la memoria. La fragmentación narrativa, los saltos temporales y el uso de objetos cotidianos como símbolos (la navaja, las gaviotas, el granadillo) invitan a una lectura no lineal, que se acerca más a la vivencia caótica y desbordante del sufrimiento humano.
Por otro lado, La vida no tiene nombre se presenta como una crítica aguda de las injusticias sociales y políticas, utilizando una prosa cruda y visceral para reflejar la lucha de un pueblo oprimido. La narración de los hechos históricos está impregnada de una reflexión profunda sobre la memoria colectiva, la traición y la intervención extranjera, lo que convierte a la obra en un valioso testimonio de la resistencia. La forma en que Maggiolo combina el lenguaje directo con elementos poéticos también establece una conexión entre lo personal y lo colectivo, logrando que el lector no solo se enfrente a una cruda realidad política, sino que también se adentre en las emociones y pensamientos más profundos del protagonista, quien está atrapado en un escenario de violencia constante.
Ambas obras muestran un profundo compromiso de Maggiolo con la crítica social, a través de un estilo narrativo que fusiona la denuncia política con la reflexión filosófica y existencial. Mientras que Los ángeles de hueso se enfoca más en la lucha interna del individuo frente a un mundo alienante, La vida no tiene nombre se destaca por su enfoque en la resistencia colectiva y la memoria histórica, creando una narrativa potente que invita a una reflexión sobre la fragilidad humana y las estructuras de poder.
En conjunto, estas obras muestran la capacidad de Maggiolo para representar, mediante un lenguaje simbólico y visceral, la complejidad de la realidad social y humana. La violencia y la desolación, aunque presentes en ambas, no solo sirven para condenar las injusticias, sino que también actúan como un catalizador para explorar los límites de la esperanza, la resistencia y la búsqueda de sentido en medio del sufrimiento.
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