Definitivamente el “problema” haitiano hace perder la cordura a muchos de nuestros conciudadanos. Al solo ver escrita la palabra Haití ciertas personas pierden los estribos y se disparan verbalmente. Esta palabra les hace el efecto que les produce el color rojo a un toro y se olvidan del contexto. No hacen uso en este caso de una habilidad que poseemos la mayor parte de los que han ido a la escuela que es la de la lectura comprensiva de un texto.
Digo esto porque hace cerca de un mes escribí en Acento un artículo con el título Haitianos y medios de comunicación. Realmente era un llamado a la cordura frente a la desgracia que sufren nuestros vecinos pidiendo evitar nefastas consecuencias: “No es atizando las llamas que se encontrará una solución duradera a la grave, peligrosa y multifactorial crisis que atraviesa la República de Haití y que nos concierne en primera línea”.
Un artículo que reconocía la soberanía y potestad del país en materia migratoria, la necesaria regulación de los trabajadores extranjeros dentro de un marco de respeto de los derechos humanos y que invitaba a una cultura de paz llamando la atención de los medios de comunicación sobre el peligro que implica presentar siempre solo el lado negativo de los ciudadanos haitianos.
Sin embargo, el artículo señalado ha producido algunos efectos contrarios, desatando violentos comentarios de bocinas “patrióticas” que consideran, nada más y nada menos, que habría que quemar el periódico Acento por tener ideas y prácticas contrarias a sus ideas y, sin lugar a duda, publicar este y otros artículos que no son de su agrado.
Pero fueron más lejos. Luego de la publicación, recibí en mi correo electrónico una carta firmada por una personalidad dominicana que ponía en duda mi integridad como persona, mi nacionalidad dominicana y casi me invitaba a tomar mi maleta y salir del país.
El texto me llamó poderosamente la atención no tanto por su contenido, que reflejaba ira, sino por la persona que me la remitía. Me tomé mi tiempo, contesté brevemente y mi corresponsal arremetió contra mí sin entender lo que yo le decía en mi carta, de la misma manera que no había entendido el artículo.
Me decidí entonces a indagar un poco más y caí en cuenta que el correo desde el que se me estaba remitiendo la carta no era el que usualmente utilizaba la persona que supuestamente me estaba escribiendo.
Se trataba de un falso correo creado para arremeter en contra de quienes puedan exhibir ideas diferentes a un pretendido mainstream patriótico.
Esta maniobra deja entrever que para predicar el odio hay personas que se sienten libres de valerse de cualquier medio, incluyendo la usurpación de identidad y la amenaza.
Escribo todo cuanto acabo de decir porque pienso que la denuncia es la mejor forma de dejar sentado las prácticas ilegales e indeseables que un grupo de intolerantes puede llegar a ejercer sobre otras personas sencillamente por no compartir los mismos pensamientos que estas.
Vivimos tiempos raros cuando una exitosa manifestación musical como el Festi Gagá, que tuvo lugar en el Centro Cultural de España el pasado sábado, tuvo que ser protegida gracias a la diligencia de la Policía Nacional para prevenir eventuales desórdenes de parte de sectores que desconocen las distintas aristas de la cultura dominicana y siguen pretendiendo negar el negro que todos tenemos detrás de la oreja.