Para comenzar diré que, desde el principio, la novela dominicana es un género atrasado. Hay muchas variables que sostienen esta premisa. El problema se basa en que, en la República Dominicana, los géneros narrativos han sido tardíos. Quizás el cuento ha logrado cierto prestigio, aunque en menor escala. Sin embargo, este llegó tarde a los predios del criollismo; igual le sucedió a la novela. Si analizamos la novela dominicana en su contexto, podemos ver su evolución per se sin destrictus, de manera formal y taxativa en lo que ella exhibe y en lo que ella cuenta, sobre todo después de la publicación de Escalera para Electra (1970), de Aída Cartagena Portalatín, y Los ángeles de hueso (1967), de Veloz Maggiolo; es cuando ambas señalan un cambio en el discurrir narrativo del país. En este caso,la novela da un giro y se muda del campo a la ciudad.

Es de suponer que, anterior a estas dos publicaciones, la novela se había concentrado en temas decimonónicos relacionados en su mayoría con leyendas campesinas;había nacido alrededor de los conflictos que esta producía y se había dedicado a destacar las costumbres del hombre de antaño. Así que desde el principio tuvimos una novela concentrada específicamente en los problemas del campo, pero nunca antes se dedicó esta a situar el mito dominicano en una dimensión espiritual que trascendiera las fronteras de la realidad, cosa que colocara la novela en un orden estético altamente comprensivo de la ficción dominicana.

En efecto, si a la novela dominicana la comparamos con las demás producciones de América Latina de las últimas décadas del siglo XX y contexto, vemos hasta dónde esta ha llegado y cuáles fueron los alcances que tuvo y ha tenido a nivel mundial; la novela dominicana está muy lejos de ser lo que en realidad debería ser. Diríamos que es un género que carece de imaginación, fantasía y fuerza persuasiva. Si de paso pensamos en las novelas de la narrativa regionalista de los años treinta del siglo XX en América Latina, luego en las del uruguayo Juan Carlos Onetti como precursor indiscutible del boom, por sólo poner un ejemplo, esta idea tomaría mucho más fuerza.

De manera que la novela no ha puesto el mito dominicano en su justa dimensión. En este caso,el novelista dominicano no ha sabido conciliar el juego de la fantasía con la mente de los lectores dominicanos, de manera que esto genere un amplio debate de ideas y sentidos, dentro de un sistema de símbolos y mitos cotidianos e históricos que sean representativos de las vivencias específicas del ser dominicano en términos antropológicos y filosóficos.

Para que una novelística tenga una presencia notable, se necesita que el escritor tenga lo que muchos llaman oficio y vocación, lo que indica que el novelista debe dedicarse a ella, -a la novela- de manera expresa ya tiempo completo.

Lamentablemente, el escritor dominicano no goza del privilegio de tenerla literatura como oficio. Vivimos en un país donde no existe la vocación de escritor. Aquí la gente se dedica a ser literato porque esa actividad le puede granjear algún prestigio social u otros beneficios colaterales como cargos en las universidades, viajes al exterior, entre otras cosas, nunca por pura vocación, simplemente por influjo de la moda. Ese solo problema explica el atraso histórico de la novela.

En nuestro país no ha sido posible que los escritores se dediquen en cuerpo y alma a escribir novelas, simplemente por causa de nuestra realidad económica. El escritor dominicano siempre ha tenido que sobrevivir al margen de otros oficios como el de la docencia; al margen de profesiones liberales como la de abogado y publicista, por ejemplo, o, en última instancia, adherirse a un partido político en el poder para procurar un puesto público, todo esto, en desmedro de la literatura y en desmedro de su independencia como intelectual. Simplemente porque dedicarse a escribir en este país representa un ejercicio muy mal remunerado, por cuya causa la mayoría de escritores terminan frustrados, sobre todo cuando su libro no alcanza el éxito de ventas esperado. En otros casos más extremos, cuando ese libro no ha sido bien valorado por los juicios de la crítica mesiánica o caudillista, el escritor termina decepcionado y, debido a su frustración, deserta de la literatura para siempre, como ha sucedido en nuestro país.

No conozco casos de escritores dominicanos que se hayan dedicado única y exclusivamente a la literatura. Quizás pudieron haberlo hecho Juan Bosch o Joaquín Balaguer, por sus prestigios como literatos y por el volumen de libros publicados; sin embargo, compartieron su ejercicio literario con la política, quizás en detrimento de sus obras. Tal vez si se hubieran dedicado a ello con menos fervor, el alcance y la calidad de sus obras habría sido otros.

El otro problema fundamental es que en la República Dominicana los escritores carecen de lectores, por lo que la mayoría de los libros publicados, sin importar el género, duermen el sueño eterno en los anaqueles de las librerías. Eso significa que nuestro mercado de lectores es muy limitado, en cuanto a la adquisición y venta de libros se refiere. Un país donde la gente no lee, donde la gente no tiene el libro como artículo de consumo diario, no puede ser un país que genere expectativas a ningún escritor.

Hay otro factor externo a todo esto, que tiene que ver con la tradición. La República Dominicana mayormente ha sido un país en el que proliferan más los poetas que los narradores. Por lo que hemos tenido desde siempre, una tradición literaria afincada con mucha fuerza en la poesía, y esto sin duda ha influido de manera decisiva para que en el ambiente literario dominicano tengamos más literatos dedicados a la poesía que a la narrativa. Esto se debe a que el buque insignia que mayormente identifica a la literatura dominicana es la poesía y no la narrativa.

A diferencia de otros países, como México o Argentina, basta con publicar una sola obra para que el escritor se dedique a ello. En el caso nuestro, esta falencia justifica en parte la pobreza literaria, porque los escritores dominicanos son escritores de medio tiempo.

Parte del problema puede ser otro.  Ser escritor depende de muchos factores, los que hay que tomar en cuenta.

La variable económica justifica en muchos sentidos la pobreza de la novela. La República Dominicana es un país subdesarrollado y esas condiciones del subdesarrollo han sido determinantes en todos los renglones de nuestra vida pública. La sociedad dominicana en sus primeros tiempos no tenía una clase media desarrollada, mucho menos una burguesía definida que le diera cohesión a un arte tan exigente como la literatura, porque la mayoría de la población dominicana, desde el siglo XIX hasta la segunda mitad del siglo XX, estuvo concentrada mayormente en el campo, lo que indica que teníamos una población eminentemente rural,o sea, de origen campesino, y esta condición era una limitante para acceder a los enclaves educativos, diríase las universidades y colegios donde se brinda educación de buena calidad.   En consecuencia, es en la ciudad y no en otra parte donde se concentran esencialmente los grandes ejes del conocimiento y la enseñanza.

Lamentablemente, la novela no es un género para las clases pobres. Es un género que en gran medida cultiva la burguesía, de manera que si nuestra población, como bien afirma Bosch en sus Clases sociales en la República Dominicana, era mayormente pobre, no podemos tener una novela desarrollada, simplemente por causa de  insuficiencia económica. Lo que explica que, en vez de escribir como lo exige el ejercicio, los novelistas se dediquen a sobrevivir y eso es lo que históricamente ha sucedido en nuestro país.

En cierta medida, el escritor dominicano realiza un ejercicio atemporal, por lo que escribe de tarde en tarde y de domingo a domingo, cosa que también justifica la tardanza de la novela.   No necesariamente significa que la novela dominicana sea una novela mala en su totalidad. Sin embargo, escasamente en este país tenemos buenas novelas. Sólo que debemos de determinar cuáles cosas definen una mala novela y qué define a una buena novela.

Para comenzar diré que una buena novela es aquella que reúne una serie de elementos y características que trascienden las épocas, a pesar del tiempo, el público sigue leyéndolas; por lo tanto, esta se convierte en un clásico de la literatura, como por ejemplo Don Quijote de la Mancha de Cervantes. En otras palabras, diríamos que una buena novela es un extraordinario mundo de fantasías y es a la vez un ejercicio de pensamiento, cuya trama se desarrolla a través de un poderoso conjunto de ideas capaces de despertar la buena conciencia de los lectores. Pensemos en Crimen y castigo de Dostoievski: Una novela inspiradora de ideas y sueños, un constructo psicológico de gran envergadura que ha inspirado corrientes de pensamiento de grandes artistas, filósofos y psicoanalistas en el mundo.

“La novela es el arte de las épocas", ha dicho Kundera. Lo que significa que en sus páginas se registra el temblor histórico del mundo: Desde la filosofía, el arte, el psicoanálisis hasta la metafísica, incluyendo la religión, la historia y la moral.   La vida de los imperios, las guerras hasta los desastres naturales, incluyendo las epidemias, sin dejar de lado las ideas distópicas; la novela se ha convertido a través del tiempo en un universo sin precedentes que ha servido como espejo de todo el universo. Más bien, la novela es un universo abierto. Un espacio por donde transitan todas las constelaciones del pensamiento pasado y moderno.

Eugenio Camacho en Acento.com.do

Eugenio Camacho

Escritor y educador

Eugenio Camacho. Estudió educación y derecho en UTESA, además realizó una maestría en Educación Superior en la UASD, es escritor, cuentista y ensayista. Profesor universitario. En varias ocasiones ha dictado conferencias en la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo. Por su labor como cuentista ha obtenido diversos premios en los concursos de cuentos de Casa de Teatro, Radio Santa María y La Alianza Cibaeña. Actualmente se desempeña como técnico de educación en el Distrito Educativo 06 -06 de la ciudad de Moca. Sus trabajos han aparecido en diversas antologías. Ha publicado: Melodías del Cuerpo Presente (CUENTOS), en el año 2007, Antología de la Literatura Contemporánea en Moca (2012) y Bestiario Mínimo (Minifcciones) 2022. silverio.cultura@gmail.com

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