Hoy se ha quebrado una palabra,
una de esas que no mueren con el tiempo,
porque nacen del alma y se alojan en los libros.
Se ha ido el amigo,
el que pensaba con el corazón encendido
y escribía con la claridad de la conciencia.
José Rafael Lantigua,
navegante lúcido de las letras dominicanas,
hijo de la memoria y sembrador de futuro.
Te nos has ido en silencio,
pero el eco de tu voz recorre aún
las estanterías, los escenarios, los sueños.
Hoy la patria cultural se inclina,
porque pierde no solo a un ministro,
sino a un verdadero ministro del espíritu,
un alma de tinta,
una llama viva de pensamiento.
Quedan tus libros.
Quedan tus columnas.
Quedan los abrazos que te dimos
y los que no pudimos darte.
Y queda tu nombre,
inscrito para siempre
en la república secreta de la gratitud.
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