El escritor y poeta Eladio De Los Santos García, exponente de la metáfora teológica en la literatura, en su relato lírico “La metáfora divina del polvo”, de su libro  Infarto al Penervio, nos obliga a precisar la metáfora como un proceso recurrente,  iterativo, basado no solo en la forma, sino también en la función de los diversos escenarios que el artilugio traspone. Dice él: “Cuando Dios dijo al ser humano ´Del polvo vienes y en el polvo te convertirás´ creó una metáfora única y rectora del destino humano. Contenedora de todo el sentido de la especie, de toda la Humanidad, con ella Dios puso nombre a la dialéctica de su Creación. Porque el aliento humano es la sucesión del río copulario del polvo, del polvo mojado por las secreciones del instinto y arrastrado por el ansia hasta el orgasmo. Este es el destino verdadero del ser: venir del polvo y volver al polvo, del polvo mojado de gemidos y jadeos, de la locura más lúcida del frenesí, para volver al polvo florecido de manos y caricias, del sueño más húmedo del verbo, del sueño de ese polvo, polen de Dios, que vuelve pezón, en la lengua y los labios, en el glande y el clítoris, en todo el tacto esparcido en el día y la noche por los siglos de los siglos. En ese polvo está condensado todo el destino de nuestro ser.”

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