Insistimos en que las artistas/os, escritores e intelectuales tienen que tomar postura ante la actual situación política y social porque ya lo hemos dicho antes: la poesía no puede ser silencio ni complicidad.

En pocas palabras, adoptar la neutralidad o el silencio equivale a ser partícipes y cómplices de un sistema vil y opresor.

En medio del genocidio sionista en Gaza la cultura como ente colectivo disidente ha recuperado la fuerza y el espíritu revolucionario de varias décadas atrás y lo ha llevado a cabo a través de la movilización mundial en solidaridad con el pueblo palestino.

En efecto, la creación cultural desde la disidencia crea día a día nuevos espacios críticos. Rompe el silencio.

Dentro del arsenal artístico, la literatura, la música, el teatro y el cine cumplen una función fundamental y determinante en la refutación de la propaganda mediática orquestada por las grandes potencias pro-sionistas que distorsionan la realidad en Gaza con el objetivo de justificar el genocidio y seguir enviando armas a Israel. 

Desde el comienzo de la guerra sionista, hemos visto cómo muchos sectores de la cultura alrededor del mundo han estado al frente de la solidaridad con Palestina aportando su ingenio, tiempo y mano de obra en clara confrontación con el sionismo, la ideología racista y colonialista con raíces en el imperialismo europeo que hizo del Estado de Israel y su sistema de apartheid una realidad concreta.

Para que no se olvide

En la República Dominicana, como en todas partes del mundo, Palestina tiene sus dolientes.

Desde el teatro hay que mencionar a Niledy Dippton y a Manuel Chapuseaux quienes expresaron su solidaridad con el pueblo palestino durante la entrega de los Premios Soberano 2024.

Pero la postura solidaria desde la escena teatral no es algo reciente.

En el 2023, los teatristas dominicanos, junto a escritores, poetas, artistas y trabajadores de la cultura en R.Dominicana y a nivel internacional, firmaron un llamado a boicotear la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo 2023 la cual tenía al Estado genocida de Israel como país invitado. En ese entonces, Ingrid Luciano, dramaturga, actriz ,y filósofa, se pronunció con la valentía que la caracteriza:

“No tapemos el sol con un dedo: la decisión del gobierno dominicano, a través de sus autoridades culturales, de rendir homenaje a un Estado de apartheid debe leerse como un espaldarazo a dicho régimen. Aquí la cultura sirve como parte de la política de relaciones internacionales del gobierno de Abinader, que también da un peligroso mensaje a nivel de la política local, por los elementos de segregación, perfilamiento racial y abusos de poder contra la población migrante haitiana y negra dominicana que se viven y son denunciados a diario en nuestro país, donde la detención arbitraria de Jhak Valcourt fue apenas un lamentable ejemplo entre miles.

“El boicot cultural al Estado de Israel es, entonces, un medio de mostrar solidaridad internacionalista con el pueblo palestino. Aunque quieran tildarlo de otras cosas, el boicot cultural no es más que la decisión de no brindar nuestro apoyo simbólico a dicho Estado con nuestro trabajo, hasta que dicho Estado no respete los derechos humanos del pueblo palestino. Es una forma, entonces, de solidaridad entre pueblos y, también, de dignidad.”

Para que no se olvide, y es posible que falten más nombres en esta entrega, resaltamos el aporte de intelectuales como Fidel Munnigh (ver sus artículos en Areito y en Acento) y de escritores y militantes revolucionarios como Narciso Isa Conde que no cesan en denunciar la barbarie en Gaza, levantando en alto la bandera de la dignidad humana en esta isla cimarrona de un pueblo que tiene más en común con el pueblo palestino que con el proyecto colonialista del Estado de Israel y la clase dominante (y cipaya) al frente del Estado dominicano.