En la mitología griega, Perséfone, hija de Deméter —diosa de la agricultura—, se encontraba recogiendo flores, entre ellas narcisos, cuando de repente la tierra se abrió a sus pies. De esa gran fisura emergió Hades, su tío y dios de los muertos, en un carro tirado por caballos negros, y la raptó, llevándola al reino de las sombras. Allí, Perséfone, tras comer semillas de granada que Hades le ofreciera, se tornaría reina del inframundo, iniciada en los misterios de la muerte y el renacimiento. Tras intensas negociaciones entre Deméter, que la deseaba de vuelta en la superficie, su padre Zeus y Hades, su ahora esposo, se acordó que Perséfone saldría del submundo cada primavera. Durante dos tercios del año, ella regresaría a la tierra, donde su madre la esperaba para acabar con la sequía y la muerte, y presenciar el mundo florecer. Luego, ella volvería al reino de los muertos, cumpliendo el ciclo eterno entre luz y oscuridad… consciente e inconsciente.

Así como Perséfone, el llamado que hace el arte es a descender: no al inframundo, sino al espacio ritual metafórico que la Bienal de São Paulo abre entre lo visible y lo invisible, lo consciente y lo inconsciente, entre el arte y quien lo visita.

Aparições, Juliana dos Santos, Bienal de São Paulo e WAVA. Fuente: 36.bienal.org.br

Cuando fui invitada a visitar la 36.ª Bienal de Arte de São Paulo, no pude evitar sentir ese sentimiento de conocimiento, de adecuación con algo familiar intrínseco, un arraigo milenario que nunca es fácil de verbalizar, menos de redireccionar a una explicación racional exacta. Sí, mis visitas a espacios expositivos que actúan como puentes de conexión entre el consciente y el inconsciente a través del arte a gran dimensión, como una bienal, transmiten al cuerpo coordenadas como información para preparar su participación para lo que va a comenzar a desdoblarse dentro del recinto en la narrativa espacial y curatorial.

Aquí, en esta Bienal de São Paulo, en este lugar de confronto con el arte como ritual vital, es donde el mito cobra vida o, mejor, la realidad se une a su mito. Para mí, ese sentir arcaico se da desde el momento de entrada en la fisura, como el descenso de Perséfone a otro mundo, que considero sería ese tercer espacio creado entre obra y su público.   Algo similar a lo que Walter Benjamin llamó aura, para cada obra en particular: ese ámbito frente a la obra y su presencia irrepetible en el tiempo y espacio, su autenticidad y su historia.  Para mí iría más allá de la experiencia estética, sería el inicio de la corriente de entrada al evento engendrado en el arte, al encuentro como flujo de energía, sea con una obra, sea con una exposición entera.  Ahí estaría el misterio que lleva consigo la corriente creativa. Ese sentir familiar ancestral de la tierra pidiendo escucha, de algo que parece venir de una entraña. Ese es el sentir que identifica el aspecto o los aspectos femeninos, tan presentes en esta bienal.

El arte como ritual abre fisuras entre lo visible y lo invisible, conectando al espectador con lo ancestral y lo espiritual

El equipo curatorial, liderado por el curador camerunés Bonaventure Soh Bejeng Ndikung, está integrado por una fuerte y diversa mayoría femenina, incluyendo a la marroquí Alya Sebti, la suiza Anna Roberta Goetz y la brasileña Keyna Eleison como co-curadoras, junto a la alemana Henriette Gallus como asesora de comunicación y estrategia, y el brasileño Thiago de Paula Souza como parte del equipo curatorial. Esta configuración no solo marca un hito institucional, sino que también encarna el principio femenino como fuerza organizadora, sensible y transformadora.

Este encuentro con estos aspectos del principio femenino o ánima marca, en términos junguianos, el cruce con una de las figuras arquetípicas que habita el inconsciente colectivo e individual, actuando desde su fuerza esencial como puente hacia lo profundo, lo espiritual, lo "otro".

Este camino a la restauración de valores basados en el cuidado y la escucha al mundo, como ser almado, para llegar a un lugar más sano en la sociedad, se percibe en las tradiciones originarias en muchos pueblos alrededor de la tierra y en los origenes de la psicologia profunda que en la voz de Emma Jung, esposa, analista, asesora y mecenas de Carl G. Jung, más de 70 años atrás, en su libro Anima y Animus, convoca a una nueva evaluación del principio femenino, donde ella establece a manera de llamado: "a que la naturaleza también reciba la veneración que le es debida, después de que el punto de vista del intelecto dominante en la era de la ciencia y la tecnología haya llevado más a su utilización, e incluso a su explotación, que a su reverencia.”Un  llamado a libertar la alma del mundo, a conectar con ese espacio de unión entre seres y cuidar.

El concepto curatorial de esta edición de la Bienal de Sao Paulo, “Nem todo viandante anda estradas — da humanidade como prática”, toma su nombre de un verso del poema "Da calma e do silêncio" de la escritora brasileña Conceição Evaristo. Esta frase evoca una humanidad que no se define por el tránsito acelerado, sino por la profundidad del silencio, la pausa y la escucha. La visión curatorial se articula desde una perspectiva que da centralidad a los aspectos femeninos de cuidado, atención y coexistencia interdependiente. Esta sensibilidad se materializa simbólicamente en la figura geológica del estuario, ese espacio fértil y lleno de vida donde las aguas dulces y saladas se encuentran y conviven en armonía. El estuario, como metáfora curatorial, propone una zona de fertilización cruzada, de tránsito y de transformación, donde las diferencias no se anulan, sino que se potencian, generando nuevas formas de vida, de relación y de creación.

Entre las obras que encarnan esta visión curatorial, destaca la instalación “Como criar raízes aéreas” de Rebeca Carapiá (Brasil), donde la artista se inspira en la palmeira-andante (Socratea exorrhiza), también conocida como paxiúba, una especie amazónica cuyas raíces aéreas se extienden sobre la tierra en busca de luz y nutrientes, mientras las que permanecen en la sombra mueren y se descomponen, alimentando el cuerpo de las raíces vivas. Carapiá transforma esta dinámica botánica en una poderosa alegoría visual: la fuerza ancestral encarnada en la figura del árbol extiende sus ramas a través del espacio, mostrando un convivio orgánico entre generaciones, vida y muerte en relevos. Las raíces expuestas, que se secan y mueren, se convierten en rezos materiales que nutren las raíces que siguen vivas. Así, la obra se convierte en una metáfora de las memorias ancestrales que se organizan, en un ciclo continuo de resistencia, transmisión y renovación.

Otra presencia destacada es la de Laure Prouvost (Francia), con la obra “Flow, Flower”. Bloom!”.

Llegando desde el universo del cine expandido, Prouvost da vida a tecnologías creando personificaciones con emociones, dándoles cuerpo a través de materia orgánica, líquida, táctil. Su obra propone una experiencia sensorial donde lo tecnológico se vuelve vulnerable, afectivo, casi humano. Al permitir que estas entidades se expresen, la artista señala nuevos caminos de exploración para sentir y percibir, abriendo grietas poéticas en la relación entre cuerpo, máquina y memoria.

También se presenta la artista Myriam Omar Amadi (Islas Comores), con su escenografía ritual compuesta por mantos, micrófonos, sandalias y arcilla.

Su obra “Les feux que vos derniers souffles ravivent” [Fires that your last breath rekindle], "The Smell of Earth After Fire and the Promise of Breaths: For the Obsession With Resonance Spreading Tenderly Our Skin/Our Bodies O/From the Incandescent Warmth of the Ashes" (Fuegos que tu último aliento reaviva, El Olor de la Tierra Después del Fuego y La Promesa de los Alientos: Para la Obsesión con la Resonancia, Extendiendo Tiernamente Nuestra Piel/nuestros cuerpos/Desde el calor incandescente de las cenizas), marca la fuerza del soplo como voz esencial de vida, y la huella como vestigio y catalizador. En un concierto que acontece esporádicamente durante activaciones, la artista convoca el cuerpo como instrumento de memoria y resonancia. La materia orgánica se convierte en soporte de lo invisible, y el espacio se transforma en altar donde el sonido, el paso y el gesto ritual abren canales de conexión con lo ancestral femenino, evocando saberes encarnados, silencios transmitidos y presencias que resisten desde lo sutil.

La presencia femenina en la Bienal de São Paulo encarna una fuerza organizadora que transforma el espacio expositivo en un acto de escucha y cuidado profundo

Las obras de Precious Okoyomon (Nigeria/E.U.), Sara Sejin Chang (Corea del Sur) y Firelei Báez (República Dominicana/E.U.) se entrelazan en una poética de encantamiento de la vida, donde el alimento surge desde lo ancestral y lo espiritual, dando al cuerpo la fuerza vital para sostenerse en estos tiempos. Okoyomon transforma el espacio en un ecosistema donde el caos es simbiosis; Chang invoca memorias silenciadas a través de rituales fílmicos que sanan desde el cuerpo; Báez reimagina figuras femeninas híbridas como entidades insurgentes que desafían narrativas coloniales. Juntas, sus obras activan rituales visuales que abren espacio para el descanso, la memoria y la reexistencia.

Ahora bien, es bueno aclarar que esta representación de artistas forma solo un grupo pequeño, pero sólido, en la manifestación de ese rico femenino en ebullición en esta Bienal de São Paulo.

Igual que Perséfone, que probó el fruto del submundo, no pudiendo más desligarse de él, así, su existencia transcurre nutrida en sabiduría, en el vaivén entre el mundo de las profundidades y la superficie del mundo físico. ¿Conseguiremos seguir rescatando a Perséfone, dentro de nosotros? ¿Podremos convivir más en un diálogo entre mundos, entre lo simbólico y lo literal? ¿Entre la esencia y la materia? ¿Llegaremos a escuchar más, acoger mejor y vernos en el otro, sintiendo y expresando ese aspecto femenino que recibe, nutre y convoca?

El arte es un camino para ello.

Referencias                                                                                                       

* Homero. Himnos homéricos. Traducción de Francisco R. Adrados. Editorial Gredos, Madrid, 1980.

* Benjamin, Walter. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. 1936.

* Evaristo, Conceição. Dá calma e do silêncio. Poema citado en el concepto curatorial de la 36ª Bienal de São Paulo.

* Ndikung, Bonaventure Soh Bejeng et al. Concepto curatorial de la 36ª Bienal de Arte de São Paulo: Nem todo viandante anda estradas — da humanidade como prática. Fundação Bienal de São Paulo, 2024.

* Carapiá, Rebeca. Apenas depois da chuva. Instalación presentada en la 36ª Bienal de São Paulo, 2024.

* Prouvost, Laure. Above Front Tears Oui Float. Obra presentada en la 36ª Bienal de São Paulo, 2024.

* Amadis, Myriam Omar. Escenografía ritual con mantos, micrófonos, sandalias y arcilla. Activaciones en la 36ª Bienal de São Paulo, 2024.

* Okoyomon, Precious; Chang, Sara Sejin; Báez, Firelei. Obras presentadas en la 36ª Bienal de São Paulo, 2024.

* Fundação Bienal de São Paulo. Sitio oficial: www.bienal.org.br

Aurora Martínez

Historiadora, investigadora, curadora y crítica de arte. Como educadora y directora de La Salvaje – Narrativas Curatoriais, exploro el arte como evidencia histórica y como herramienta de transformación personal y colectiva. Mi práctica se sitúa en la intersección entre pedagogía poética, memoria y procesos comunitarios. He liderado proyectos curatoriales en el Caribe, África y las Américas, colaborando con instituciones culturales, académicas y territorios diversos. Actualmente resido en São Paulo, donde continúo desarrollando iniciativas que cruzan arte, educación y pensamiento crítico.

Ver más