Si procedimos, según lo recomendamos, a aplicar los principales pasos de la comprensión, hemos capturado la información que el autor nos quiso transmitir visualizándola, familiarizándonos con el tema, los conceptos, etc., y haciéndole al texto las preguntas correspondientes. Incluso podemos haberla traducido o convertido a otras formas de expresión: imágenes, video, pieza dramática, etc.
Ahora, procedamos al siguiente paso: asimilarla.
¿En qué consiste asimilar una información?
La asimilación es la integración de la información que previamente entendimos a nuestro bagaje, nuestro fondo de conocimiento sobre el asunto o tema.
Normalmente, al leer, partimos de un X nivel de conocimiento previo, que puede ir desde el más elemental, tener una idea del tema, al más complejo y completo, ser un especialista en el tema (véase La función de la escuela y el maestro es detectar y nutrir los talentos, dones y vocaciones del estudiante)
Ese conocimiento base lo activamos cuando hicimos el ejercicio sobre el conocimiento pasivo y cuando hicimos el mapa mental (véase ¿Cómo movernos de las metas de aprendizaje al aprendizaje?).
Ahora, vamos a enriquecer nuestro mapa mental y de su enriquecimiento surgirán áreas débiles a fortalecer o nuevas ramas de información a investigar con respecto al tema.
Aquí, por cierto, recomiendo que, además de un mapa físico, siempre útil, porque al escribir activamos áreas corticales claves del cerebro (siempre escribimos con el cerebro, porque nuestras manos son una prolongación nerviosa de nuestro cerebro y hay zonas específicas del cerebro que mueven nuestras manos y, al mover nuestras manos, igualmente las activamos), podemos por igual tener un mapa mental digital. Podemos emplear un software gratuito de mapa mental que es muy útil como Free Mind, descargable.
Ese mapa mental resume (y esa es la palabra clave: resume) la información útil que poseemos sobre el tema y lo iremos enriqueciendo libro tras libro, documento tras documento, video tras video, hasta el grado en que queramos ser conocedores o expertos en el tema.
Entender no significa estar de acuerdo o endosar
Un elemento importante a recalcar, es que el yo entender un punto de vista o una conclusión en nada significa que yo esté de acuerdo con ese punto de vista o conclusión.
Las personas egocéntricas o que no pueden separarse de las opiniones que emiten, suelen expresar frente a las objeciones que se les hacen a sus puntos de vista: “Es que tú no me entiendes o tú no entiendes”.
Eso puede ser real. Muchas veces nuestros sesgos cognitivos no nos permiten entender lo que el otro dice y lo sustituimos por lo que nos gustaría o imaginamos que diga.
En ese sentido, debemos estar prevenidos y conscientes de que existen sesgos cognitivos y mantenernos alertas para que no nos impidan entender y conocer el punto de vista del otro.
En muchos otros casos, el interlocutor está tan convencido de que es dueño de la razón y “la verdad”, que cualquier discrepancia la puede tildar de que “no se le entiende”, cuando no de que hay mala fe y hasta confabulación.
Un signo de ignorancia, cuando no de fanatismo, es la pasión por tener la razón o ser propietario en exclusiva de la verdad.
De ahí a incurrir en acciones horrendas hay un paso leve y todos los Torquemada del mundo suelen darlo sin remordimiento de conciencia.
En realidad, toda opinión, todo juicio, toda verdad y toda razón es provisional, transitoria y limitada.
Y toda opinión ajena, incluyendo la que nos cuestiona, contradice o refuta, nos amplía, expande, enriquece y engrandece, porque nos permite ver el mismo tema o asunto a través de otros ojos, otras experiencias, otros conocimientos y otras inteligencias.
Nos hace mejores conocedores del asunto.
Los cinco grados de acuerdo con un punto de vista
Así que, frente a un tema, asunto, opinión o enfoque, tenemos cinco grados distintos de relación y conviene que los exploremos y entendamos, para que seamos lo suficientemente sensatos como para no negar la proporción de error en el criterio que profesamos ni la proporción de verdad o acierto en el criterio que rechazamos.
Ningún error conviene y ninguna porción de verdad es inteligente negarla.
Como todo lo que leemos proviene de la elaboración de otra u otras personas (en las obras en colaboración), frente a lo que leemos tenemos cinco posiciones o grados de acuerdo:
-
Totalmente de acuerdo
-
Mayormente de acuerdo
-
Medianamente de acuerdo
-
Mayormente en desacuerdo
-
Totalmente en desacuerdo.
Posiblemente, en casi todo lo que llegue a nuestras manos, nuestras opciones se desplazarán del 2 al 4, ya que es muy difícil estar Totalmente de Acuerdo o Totalmente en Desacuerdo con un punto de vista. Ese es, por lo menos, mi caso.
Al evaluar nuestro grado de conformidad con lo que leemos estamos ejercitando el criterio propio. Al ser flexible y entender que ese grado de conformidad o acuerdo es provisional, en función de los conocimientos que poseemos en el momento, nuestras experiencias del momento y nuestra forma de pensar del momento, no nos sentiremos obligados a defender contra viento y marea una opinión, criterio o preferencia cuando nuevos enfoques, datos, conocimientos y experiencias nos demuestran las limitaciones, fallas y deficiencias de nuestro enfoque hasta ese momento.
De hecho, todo el que disiente, discrepa, corrige, desmonta o refuta nuestro punto de vista nos hace un valiosísimo aporte para analizar y poner en cuestión nuestros supuestos y reconsiderarlos.
Eso no significa que tenga razón. Puede que no. Pero la tenga o no, el estimularnos a repensar y reconsiderar nuestras creencias y opiniones es de un valor extremo, ya que, recordemos, no somos dueños de ninguna verdad ni de ninguna razón.
Y nuestras creencias, juicios, preferencias pueden ser mejorables, enriquecerse, aproximarse más a esa elusiva dama que es “la verdad”, a la que toda opinión, juicio o creencia busca acercarse en el camino hacia el saber.
En los extremismos anidan los fanatismos que tanto daño han hecho y tanto han retrasado el ascenso hacia una sociedad civilizada, algo que todavía no hemos alcanzado y para la que todavía nos falta muchísimo camino por recorrer.
La asimilación es incorporar la nueva información a nuestro acervo
Es importante discernir el valor, la idoneidad y utilidad de esa nueva información y ver cómo ella encaja, cómo amplía y enriquece, el fondo de conocimiento que ya poseíamos sobre el tema.
No se trata de asumir acríticamente, sin evaluación previa, toda nueva información y tampoco llenarnos de cháchara, palabrería inútil y garrulería. Toda nueva información, cuando la asimilamos, nos conviene verificar que posea valor, utilidad, que nos enriqueza, amplíe, profundice y eleve el conocimiento que tenemos, lo dimensione y nos haga un mayor conocedor del asunto.
Además, al asimilar la nueva información, no solo llenamos lagunas e insuficiencias detectadas con antelación y satisfechas con la lectura que hicimos, también encontramos que se nos revelan nuevas áreas a investigar, vertientes desconocidas, relaciones impensadas, nuevas preguntas que nos conducen a nuevas metas de aprendizaje.
Porque nunca terminamos de aprender.
Solo nosotros podemos establecer un límite a nuestro saber en esa disciplina o campo específico.
El valor del mapa mental para la asimilación
¿Recuerdan que el primer paso, junto a activar el conocimiento pasivo, era también elaborar un mapa mental?
El mapa mental es una herramienta valiosísima para la asimilación y para otros pasos subsiguientes del aprendizaje, como veremos en su momento.
Ya escribimos sobre Tony Buzan y los mapas mentales, y hay mucha información en línea útil y valiosa.
Ese mapa mental maestro, que vamos ampliando y enriqueciendo, puede también ser la base de otros mapas mentales subsidiarios, dependientes, pues cada una de sus ramas o áreas temáticas puede ser en sí misma un mapa mental subordinado.
El valor del mapa mental es que nos permite organizar la información de manera sintetizada y visual, combinando no solo palabras, sino también colores, formas, dibujos, incluso fotos y cualquier otro recurso que nos sea útil, estimulando su entendimiento y recordación.
Al conectar la nueva información con la ya existente, relacionarla, vincularla, estamos cumpliendo el propósito de este paso: la asimilación.
Y aunque creamos que es una labor externa el hacer el mapa mental, este funciona como una expresión física y externa de otra expresión física, pero interna: la conexión neural en rutas neuronales donde ese conocimiento está contenido y que podríamos activar para recuperarlo.
No hacemos un mapa mental sobre un papel o una pantalla: cuando lo hacemos, en realidad lo estamos produciendo y grabando en nuestro cerebro.
Las cuatro bases del aprendizaje, según Dehaene
Ya hemos mencionado anteriormente al neurocientífico cognitivo francés Stanislas Dehaene, cuyas investigaciones sobre la lectura y el aprendizaje son aportes extraordinarios para mejorar las técnicas y estrategias educativas.
Uno de sus libros, del 2019, es Apprendre! Les talents du cerveau, le défi des machines, que en español la editorial Siglo XXI tradujo y publicó con el título ¿Cómo aprendemos? Y su subtítulo resultado esclarecedor en más de un sentido: Los cuatro pilares con los que la educación puede potenciar los talentos de nuestro cerebro.
Dentro de sus grandes aportes en ese libro, Dehaene describe esos cuatro pilares del aprendizaje, y estos son:
- La atención enfocada en lo que nos interesa aprender
- El compromiso activo de quien aprende con su aprendizaje
- Ver el error como algo productivo, retroalimentación útil, y garantizar un buen feedback para incrementar el aprendizaje
- Consolidar mediante el sueño los aprendizajes alcanzados.
Estos cuatro principios son útiles.
Nuestra atención, que está bajo nuestra responsabilidad y control, se guía por lo que nos interesa, atrae y apasiona.
La gratificación que nos produce aprender sobre lo que nos gusta, divierte, interesa y apasiona genera un compromiso activo con el aprendizaje.
Entendemos que lograr destreza, dominio, habilidad y maestría se basa en la repetición mejorada. Es infantil y fatuo querer hacer las cosas bien a la primera. Más bien, empecémosla haciendo mal o pésimo, ese es el mejor de todos los puntos de arranque, y a partir de ahí, aprendiendo de nuestros errores, mejoremos de manera continua.
Y usemos el descanso y el sueño para consolidar nuestro aprendizaje.
Y ahora, hablando del punto 3, aprendamos y apliquemos el modelo TOTE o POPS.
El modelo TOTE o POPS
Lo que cuenta de una información y un conocimiento es su valor práctico, cómo nos permite mejorar el desempeño y las decisiones, ser más eficientes, más productivos, su utilidad.
Cuando leemos obtenemos información. Esa información puede ser uno de esos siete tesoros a encontrar en un libro:
Conceptos
Teorías
Procedimientos
Datos
Ejemplos e historias de apoyo
Creencias y opiniones.
Cuadros y esquemas.
Aquí me quedo en los procedimientos, el cómo hacer algo.
Mi formación en Programación Neurolingüística, PNL, a la que tanto debo, me puso en contacto con el modelo TOTE o, en español, POPS.
Ese modelo parte de uno de los principios de la PNL: No existe fracaso, sino retroalimentación.
El POPS o TOTE en inglés, consiste en un modelo básico de conducta formulado por K. Pribram, G. Miller y E. Galater (1960), para analizar las unidades de comportamiento que se caracteriza por añadir feedback y resultado a lo que originalmente era un modelo conductista de estímulo respuesta.
Así: P o T correspondiente a Propuesta de Acción o Hipótesis. O corresponde a Operación, Puesta en Acción. P o T, corresponde a una nueva propuesta de acción basada en el resultado obtenido, corregida y mejorada por la experiencia lograda y S o E corresponde a salida o culminación satisfactoria.
¿Cuál es la utilidad de este modelo?
Si me propongo lograr una meta concreta, parquear un vehículo de reversa, por ejemplo. Esa meta corresponde a la P o T inicial (P de prueba y T de test, la primera en español, la segunda en inglés).
Ahora bien, hago mis suposiciones, leo, escucho sugerencias, sigo las guías de un instructor, etc., y paso a la acción, que es la Operación.
Hacerlo me producirá unos resultados, un acercamiento a lo que me propuse, que puede ir desde radicalmente mal hecho a parcialmente mal hecho, mayormente bien hecho y perfectamente hecho.
Pongamos que quedé muy mal hecho.
Eso no es un fracaso, eso fue simplemente un resultado de errores de apreciación, de torpezas de conducción, de saltarme indicadores, etc. No es maltratarme y considerarme “bruto”, sino aprender y corregir, ir mejorando paulatinamente con la práctica repetida lo que procede.
Así que, a partir del resultado, establezco la nueva prueba y voy ajustando, puliendo, perfeccionando y afinando mi reversa hasta lograr hacerla perfectamente.
Y solo entonces voy al último paso S o E (salida o exit).
Aplicar el modelo TOTE o POPS nos quita de encima, a menos que tengamos vocación de autoflagelación, de victimizarnos y autolacerarnos con palabras y expresiones desconsideradas y ofensivas hacia nosotros mismos (algo que muchos padecen y de lo que no se dan cuenta), el sentirnos mal por el resultado.
Un resultado siempre es un premio, aunque no sea el que esperamos. Nos informa sobre la calidad, oportunidad, validez, conveniencia o preparación de una acción realizada y nos provee de aprendizajes.
Usemos esos resultados para mejorar, pulir, afianzar, afinar y perfeccionar nuestra acción, porque lograr un resultado es el auténtico aprendizaje y siempre es experiencial.
De hecho, solo cuando nos estamos equivocando, estamos aprendiendo.
Cuando hacemos una acción correctamente simplemente estamos repitiendo un aprendizaje ya hecho.
Nuestras escuelas deben empezar a premiar y reconocer a quienes se equivocan, porque se atreven, lo intentan. Ese es el mayor de todos los méritos.