Una lectura coral del poema Retrato rinde homenaje a la obra del escritor español Antonio Machado, en el marco del Día Mundial del Libro.
La iniciativa es promovida por Centroamérica Cuenta, proyecto cultural presidido por el escritor Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017.
La lectura reúne a reconocidas voces de la región, entre ellas la poetiza dominicana Soledad Álvarez, quienes recitan fragmentos del emblemático texto de Machado.
La pieza se difunde este 23 de abril para destacar el valor de la palabra escrita y la conexión cultural que genera la literatura en español.
Machado, figura clave del pensamiento literario del siglo XX y la llamada "Generación del 98″, escribió Retrato como una síntesis poética de su vida y visión del mundo.
Sobre la Generación del 98
La Generación del 98 fue un grupo de escritores e intelectuales españoles que surgieron tras la crisis moral, política y social causada por la pérdida de las últimas colonias españolas en 1898.
Entre sus principales exponentes están Antonio Machado, Miguel de Unamuno y Pío Baroja. Su obra se caracteriza por una profunda reflexión sobre la identidad española, la crítica social y el existencialismo.
¿Por qué se celebra el Día Mundial del Libro?
El 23 de abril fue elegido por la UNESCO como el Día Mundial del Libro por coincidir con el fallecimiento de grandes autores como William Shakespeare, Miguel de Cervantes y el propio Machado.
La fecha busca promover la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual a través del derecho de autor.
Retrato, de Antonio Machado
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
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