
Los médicos le habían pedido que descansara, que su estado de salud aún era frágil, pero el papa Francisco mantuvo su apretada agenda hasta el último día.
Y esa última jornada no fue un domingo cualquiera.
El domingo de Pascua o de Resurrección es el evento más importante del calendario para los católicos, y Francisco quiso dirigirse a los fieles para felicitar la Pascua, darles la bendición "urbi et orbi" y mandar un último mensaje, religioso pero sin duda muy político, en defensa de la paz, los perseguidos y la libertad de expresión.
Incluso tuvo tiempo de reunirse con el vicepresidente de EE.UU., JD Vance.
Para un jefe de Estado y de una comunidad como la católica, con millones de fieles en todo el mundo, una jornada así de apretada es la norma.
Pero hacía tan solo un mes que Jorge Bergoglio, de 88 años, había sido dado de alta del hospital Gemelli de Roma, en el que pasó cinco semanas ingresado por una neumonía bilateral, y donde estuvo al menos en dos ocasiones al borde de la muerte.
Desde entonces, se le había visto en contadas ocasiones, siempre en silla de ruedas y con una cánula nasal que le suministraba oxígeno.
Su aparición por sorpresa el Domingo de Ramos dio esperanzas a las decenas de miles de personas que se agolpaban este Domingo de Resurrección en la plaza de San Pedro del Vaticano de poder ver y escuchar al pontífice.
Y Francisco apareció.
"Queridos hermanos y hermanas, feliz Pascua", saludó el Papa desde el balcón de la Basílica de San Pedro a los fieles, y sus palabras arrancaron un estruendo de vítores y aplausos.

Entre ellos estaban la periodista venezolana Luz Mely Reyes y su hijo Iván, que habían alargado su viaje de trabajo a Roma para poder pasar esta fecha en el Vaticano, que coincide además con el Jubileo o Año Santo.
"Tenemos que estar allí porque puede ser la última aparición del papa", le dijo, profética, Luz Mely a su hijo, e hicieron todo lo posible por conseguir el pase que otorga el Vaticano para controlar el aforo en fechas señaladas.
Cuando entraron en la plaza y vieron cómo estaban colocadas las cámaras, apuntando al balcón de la logia de la Bendición de la basílica de San Pedro, Luz Mely e Iván supieron que tendrían suerte y que iban a poder ver al papa.
"Lección de liderazgo"
Francisco salió al balcón, pero la voz, que ya le fallaba por sus problemas respiratorios incluso antes de ser ingresado en el hospital, tan solo le dio para el saludo de Pascua.
Poco importó para los presentes. Su mensaje "urbi et orbi", leído por el arzobispo Diego Ravelli, se escuchó alto y claro en toda la plaza de San Pedro, un tradicional mensaje religioso de esperanza, pero con un contenido muy político, fiel al estilo que Francisco desempeñó en su pontificado.
"Urbi et orbi", que significa "a la ciudad (de Roma) y al mundo", es una bendición que solo el papa puede impartir y que se hace siempre en dos fechas, el Domingo de Pascua y el día de Navidad.

"Verlo en el balcón me produjo una emoción enorme", confiesa por teléfono a BBC Mundo Luz Mely Reyes.
"Me pareció una tremenda lección de liderazgo en todos los sentidos, tanto espiritual como político, de un hombre enfermo que comprendía la importancia que tenía para las personas el poder verlo, y que decidió salir al encuentro con la gente", relata la directora del medio venezolano "Efecto Cocuyo".
En los altavoces de la plaza de San Pedro resonaron las palabras del Papa: "El amor venció al odio. La luz venció a las tinieblas. La verdad venció a la mentira. El perdón venció a la venganza. El mal no ha desaparecido de nuestra historia, permanecerá hasta el final, pero ya no tiene dominio, ya no tiene poder sobre quien acoge la gracia de este día".

Pero Francisco no se quedó en lo abstracto, lo simbólico y las generalidades.
Tuvo palabras para denunciar la violencia de las guerras, mencionó específicamente el conflicto de Gaza para apelar "a las partes beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz".
No se olvidó de Líbano, Siria, República del Congo, Sudán y Sudán del Sur, Yemen, Myanmar o "la martirizada Ucrania". Pidió incluso por la paz entre Armenia y Azerbaiyán, el Sahel o el Cuerno de África.
"Quisiera que volviéramos a esperar que la paz es posible", dijo Bergoglio.
Defendió la libertad religiosa, de pensamiento y palabra y, pocos minutos después de haberse reunido con el vicepresidente de Estados Unidos, cuyo gobierno lidera una dura política represiva contra la inmigración, Francisco reprochó, por boca de Ravelli, "cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes".
Encuentro con JD Vance
El encuentro entre el papa y JD Vance en la residencia de Santa Marta fue breve -el convoy del vicepresidente estadounidense solo estuvo 17 minutos en suelo vaticano- y cordial.
Francisco le regaló tres huevos de chocolate para los hijos de Vance, además de una corbata del Vaticano y unos rosarios. Según el Vaticano, ambos intercambiaron "saludos pascuales".

"Sé que no se ha sentido muy bien, pero me alegro de verle con mejor salud", dijo Vance, quien agradeció a Francisco que le hubiera recibido.
Vance se convirtió al catolicismo en 2019.
La dura postura de la administración de Donald Trump con la inmigración ha sido motivo de fuertes discrepancias con el papa, que hizo de la defensa de los migrantes una prioridad de su pontificado.
Durante el primer mandato de Trump, Francisco llegó a decir que quien construye un muro para dejar fuer a los migrantes "no es cristiano". Y el pasado febrero, en una carta a los obispos estadounidenses, el papa se dirigió a Vance, sin mencionarlo, por su defensa del programa de deportaciones de migrantes.
"Rezo por usted cada día", dijo Vance a Francisco al despedirse este domingo.
Al encuentro de los fieles
Pero el encuentro más importante que mantuvo el papa en su último día no fue con mandatarios extranjeros, sino con los fieles que lo esperaban en la plaza de San Pedro.

Cuando terminó la bendición y mucha gente, cansada ya por estar de pie y a pleno sol durante horas, empezó a marcharse de la plaza, Luz Mely e Iván decidieron esperar un rato.
Su paciencia tuvo premio.
En las pantallas instaladas en la plaza apareció un mensaje en italiano en el que se anunciaba que el pontífice saldría la plaza a saludar a los feligreses.
"Nos acercamos a la zona por la que pensamos que pasaría y tuvimos la suerte de verlo a unos 20 metros", cuenta la periodista venezolana.
Francisco paseó en el "papamóvil", el vehículo adaptado que los pontífices utilizan para las apariciones públicas y que le permite circular entre la multitud de forma segura para poder encontrarse con los feligreses.
"Habría más de 30.000 personas en la plaza, la gente estaba muy feliz y emocionada de poder verlo de cerca, le aplaudían y le mandaban ánimo", cuenta Iván Reyes.
El "papamóvil" se detuvo en varias ocasiones para saludar a los fieles, y Francisco pudo incluso abrazar a varios niños y bebés.
Junto a otros turistas y feligreses hispanohablantes, Luz Mely y su hijo comentaron que Francisco parecía cansado.
"Vimos a una persona que se estaba despidiendo, tuve la sensación de que estaba haciendo un último esfuerzo", señala Luz Mely. "Fue muy emocionante ver a una persona que llega a su último día cumpliendo la misión de su vida".


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