
Agobiados por el calor y con la mirada perdida, esperan que les entreguen el cuerpo de sus familiares en la entrada de la morgue.
Por un costado del Instituto Nacional de Patología Forense en Santo Domingo, entran y salen los vehículos que se llevan los cuerpos de las víctimas de una de las peores tragedias de los últimos años en República Dominicana.
Con los brazos en el portón automático de metal, una mujer mira impotente cómo algunos consiguen llevarse los cuerpos de sus familiares y ella aún sigue esperando que le entreguen a su sobrina.
"¡Queremos que nos entreguen nuestros muertos!", grita impotente y furiosa, cansada de esperar noticias. Cuenta que su sobrina estaba celebrando una fiesta de cumpleaños en la discoteca Jet Set, cuando todo se vino abajo.
Gloria García tiene rabia porque se ha conseguido una ambulancia para llevarse el cuerpo que, según dice, fue identificado el primer día de la tragedia, pero aún no se lo entregan. Le han explicado que debe esperar los resultados de la autopsia y los procedimientos reglamentarios de rigor para poder llevarse a su querida Carla Miguelina.
Ella lo entiende y está consciente de que hay muchas otras personas esperando por los cuerpos de sus familiares, pero la desesperación, la rabia, la impotencia, la tienen al límite.
"Mi sobrina estaba debajo de los escombros", dice desconsolada después de estar horas bajo el sol junto a una calle atascada por el tráfico.
Como su sobrina, más de 200 personas quedaron sepultadas cuando el techo del club nocturno colapsó sobre los asistentes a la madrugada del martes durante un concierto del cantante de merengue Rubby Pérez, quien perdió la vida en el escenario.

En la entrada principal de la morgue se ha instalado una carpa con sillas para los familiares de los fallecidos. Alguien ha traído un ventilador, voluntarios reparten agua, comida, mascarillas, desinfectante para las manos. Mucho desinfectante en un sitio donde se puede sentir, a ratos, algo de mal olor proveniente del interior del edificio.
Muchos se miran a los ojos sin decir ni una sola palabra, abrumados por todo lo que está pasando. "Queremos darles cristiana sepultura", dice una señora muy suavemente.
Con micrófono en mano, una trabajadora pregunta "¿dónde está el familiar de Viviana de Jesús García?, ¿el familiar de Ramón Teodoro Jiménez?, y así sigue leyendo la lista.
Pero no todos los que están en ese lugar tienen la certeza de que su pariente se encuentra ahí. También están aquellos que, cansados de ir a varios lugares, llegan con la esperanza de encontrar alguna información.
Al rato, un trabajador alza la voz preguntando quiénes son las personas que no están seguras si sus parientes se encuentran ahí.
"Si no ha identificado la foto, si no ha identificado la bolsa, si no tiene la constancia, por favor levante la mano".

Desapareció sin dejar rastro
Mientras eso ocurre en el Instituto de Patología Forense, en el sitio donde estaba la discoteca Jet Set continúa la remoción de escombros con maquinaria pesada y aún llegan familiares que no han podido encontrar a sus desaparecidos.
"¿A quién busca?", le pregunto a una mujer joven que lleva una foto impresa en un papel. "A mi hermana", dice, mientras se escucha el sonido de una gigantesca grúa removiendo escombros.
Fue a todos los hospitales, a las morgues, a las funerarias, y nada, no consigue dar con su paradero. Su hermana de 31 años, Luisa María Taveras, madre de un bebé de cinco meses y dos mellizas de nueve años, ha desaparecido sin dejar rastro.
"Tenemos la esperanza de que la vamos a encontrar", afirma María Luisa, quien lleva el mismo nombre que su hermana, pero al revés. "Las dos tenemos un lunar en la cara, como este", apunta.


Aún quedan algunos trozos de las paredes del Jet Set, un sitio donde eran famosos los llamados "Lunes de Merengue", un clásico de la vida nocturna de Santo Domingo. La zona, acordonada y protegida por militares, bien podría haber sido el escenario de una explosión.
La prensa local le llama "la zona cero", el epicentro de la catástrofe.
Ahí ha estado trabajando todos estos días Estela Abreu, de la Defensa Civil, colaborando en las operaciones de rescate.
Con tanta tensión acumulada, rompe en llanto al contar lo que ha experimentado. Una de las cosas más duras que le ha tocado vivir, es dar la noticia de los fallecimientos.
"Me llaman para que les ayude y lamentablemente les tengo que dar una mala noticia", cuenta.
Esa sensación de desgaste pero, al mismo tiempo, de empuje para seguir adelante, funciona como un motor que ha movilizado a voluntarios y trabajadores que escasamente han dejado algo de tiempo para reponerse física y mentalmente.
"Hemos hecho todo lo posible para que las personas pudieran salir con vida", explica Abreu. Y lo han logrado.

"Gracias mi Dios"
Los pocos familiares que siguen deambulando por las afueras del club, son aquellos que no han podido encontrar respuestas en otras partes. Como Wendy Figueredo, quien este jueves recibió la noticia del fallecimiento de su hermana.
La recibió mientras esperaba en una estación de gasolina justo al frente del club que ha terminado convirtiéndose en un centro de operaciones de rescatistas, militares, voluntarios, familiares, amigos.
Incluso hay un pequeño espacio de oración en medio del caos vehicular y el trabajo incesante de quienes han estado colaborando en todos los frentes de la tragedia.


El jueves, las autoridades pusieron fin a la búsqueda de cuerpos atrapados en la discoteca. El resultado de los esfuerzos que se han realizado toda la semana arrojaron 221 víctimas fatales y 189 sobrevivientes rescatados.
"Gracias mi Dios, porque hoy concluimos con la tarea más difícil que he tenido durante 20 años al frente del centro de operaciones", dijo entre lágrimas Juan Manuel Méndez, director del Centro de Operaciones de Emergencia.
"Pido disculpas, porque cada vez que vemos una persona reclamar por su deudo, por su pariente, nos llenaba de una impotencia saber que personas continúan atrapadas y que todavía no habíamos podido llegarle".
En adelante los restos del edificio quedarán en manos de los fiscales para que investiguen la tragedia.
Todos se preguntan por qué colapsó el techo de la discoteca. Abundan las hipótesis, pero todavía no hay indicios lo suficientemente claros para establecer exactamente la causa de la tragedia.

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