Mussolini posa rodeado de hombres uniformados sonrientes.

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Tras perder el poder en Italia, Mussolini fundó una república títere de la Alemania nazi en el norte de su país.

El líder fascista italiano Benito Mussolini vivió una efímera resurrección política.

En julio de 1943, cuando fue destituido y encarcelado por sus propios camaradas y las tropas aliadas avanzaban hacia Roma, el hombre que empujó a Italia al fascismo y a la Segunda Guerra Mundial parecía acabado.

Pero Hitler tenía otros planes para él y poco después envió a unos comandos de paracaidistas que, en una espectacular acción, lo liberaron del hotel de alta montaña en que estaba preso.

Pocos días más tarde, Mussolini reaparecía al frente de un nuevo Estado fascista en Italia: la República Social Italiana, conocida también como la República de Saló, un proyecto de país para darle cobertura a la ocupación nazi de Italia que acabó tan mal como su fundador.

Esta es su historia.

Mussolini, defenestrado y rescatado

En el verano de 1943 cundía por toda Italia la sensación de que la guerra estaba perdida.

Las tropas aliadas habían desembarcado en Sicilia pocas semanas antes y avanzaban hacia el norte, abriendo otra grieta más en el mito de que las tropas de Hitler eran invencibles y en el régimen fascista fundado por Benito Mussolini.

El "Duce", como se le conocía, había ido perdiendo apoyos dentro de su país y el 25 de julio de 1943 el Gran Consejo Fascista aprueba por mayoría su destitución.

Abandonado por los suyos, Mussolini es recibido ese mismo día por el rey Víctor Manuel III, que le confirma su destitución y nombra jefe del nuevo gobierno al mariscal Pietro Badoglio.

Mussolini queda bajo arresto.

"A esas alturas, la mayoría de los italianos estaban hartos de la guerra y solo querían que terminara", indica en conversación con BBC Mundo R. J. B. Bosworth, historiador de la Universidad de Oxford especializado en Mussolini y la Italia fascista.

En un país castigado por el hambre y los combates, las nuevas autoridades italianas buscan la paz con los aliados, pero temen las posibles represalias de Hitler, por lo que las negociaciones con estadounidenses y británicos se llevan a cabo en secreto mientras se trata de hacer creer a los alemanes que la lealtad italiana es inquebrantable.

Mussolini, junto a un avión alemán tras ser rescatado.

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Mussolini fue rescatado por comandos alemanes del hotel de montaña en el que lo habían encerrado tras su caída.

También en secreto, Mussolini sigue cautivo. El gobierno lo mueve de un lugar a otro sin informar de su paradero por temor a que sea liberado por las tropas alemanas presentes en Italia.

El gobierno de Badoglio aplica duras medidas para contener una posible revuelta comunista y se vivien días de caos e incertidumbre en los que los italianos se preguntan qué va a ser de su país y que culminan el 3 de septiembre con la firma de un armisticio en Cassabile.

Hecho público unos días después, el documento supone la capitulación total ante los aliados y la confirmación de que la Alemania nazi ha perdido a su gran socio europeo.

Hitler decide entonces tomar directamente el control de Italia. Apenas 24 horas después de conocerse el armisticio, tropas alemanas toman Roma y resisten eficazmente el avance aliado en diferentes puntos.

Temerosos de caer en manos de Hitler, el rey y Badoglio huyen de la capital sin dejar órdenes a los miles de militares italianos desplegados en diferentes frentes junto a sus, hasta hacía pocas horas, aliados alemanes. Algunos se pasan al bando aliado, otros tratan de escapar, otros muchos son capturados por los alemanes y enviados a campos de concentración.

Todos estos acontecimientos los vive Mussolini aislado y encerrado en el Gran Sasso, un hotel en una recóndita montaña de los Apeninos, donde las autoridades italianas pensaban que los alemanes nunca lo encontrarían.

Se equivocaban. El 12 de septiembre, un comando de paracaidistas al mando del capitán Otto Skorzeny sorprende a los guardianes italianos y, tras reducirlos, se lleva a Mussolini.

Hitler saluda a las tropas que lo aclaman haciendo el saludo fascista. A su lado Mussolini camina cabizbajo.

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Algunos historiadores creen que Mussolini sabía que al final no era más que un "títere" en manos de Hitler.

Hitler no podía permitirse perder a su gran apoyo europeo. Solo 48 horas después del rescate, Mussolini llega a la Guarida del Lobo, el cuartel general del "Führer" en territorio de la actual Polonia.

De allí, un desmejorado Mussolini sale con el encargo de liderar un nuevo Estado fascista en la porción de Italia controlada por los tropas alemanas.

Soldados italianos abandonan sus posiciones en los Balcanes tras la firma del armisticio con los aliados.

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Cuando el nuevo gobierno en Roma firmó el armisticio con los Aliados, las tropas italianas quedaron sin mando y a merced de sus enemigos. Muchos soldados fueron capturados.

Un "dictador títere"

Solo tres días después, Mussolini está de regreso en Italia y se instala en Milán.

El 23 de septiembre proclama la fundación de la República Social Italiana, un nuevo Estado fascista protegido por las armas alemanas, y declara la reanudación de la guerra contra los aliados.

Los historiadores debaten sobre las razones que llevaron a Mussolini a aceptar el encargo de Hitler.

Algunos, sobre todo italianos, han sostenido que lo hizo para evitar que Italia quedará sometida directamente al yugo nazi y evitarle los crueles castigos vividos en Polonia y otros países europeos ocupados.

Otros, como Bosworth, creen que Mussolini no tenía muchas opciones: "Había sido liberado por Hitler en una operación en la que él no había participado. ¿Qué otra cosa podía hacer que aceptar? Pero no era tan estúpido como para no darse cuenta de que había quedado convertido en un dictador títere, y eso es algo obviamente muy humillante".

La República Social Italiana pronto fue conocida como República de Saló, por la pequeña localidad a orillas del lago de Garda en la que instaló su gobierno.

Su propio nombre reflejaba sus limitaciones. Roma y todo el sur del país estaban ya en manos de los aliados, mientras que el único poder realmente efectivo en el norte era el del ejército alemán.

Carros de combate aliados entran en la ciudad de Milán.

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La República Social Italiana de Mussolini no pudo contener el avance de las tropas aliadas y la derrota del Eje en la guerra.

La joven república no tiene apenas medios, pero sí muchos enemigos. Al empuje de las tropas estadounidenses y británicas se suma cada vez más la resistencia de los partisanos del Comité de Liberación Nacional, guerrilleros locales que combaten a los alemanes y a los fascistas italianos.

En el contexto de una guerra cada vez más desfavorable, las autoridades de Saló colaboran con la represión exigida por Hitler, incluida la de los judíos italianos, a los que el nuevo Estado había declarado enemigos de la nación.

"La Italia fascista nunca tuvo una máquina sistemática de exterminio de judíos como la ideada por Hitler, pero entre septiembre de 1943 y el final de la guerra los italianos ayudaron a los alemanes en la parte de Italia que ocupaban a detener a unos 7.000 judíos italianos y enviarlos a lugares como Auschwitz, donde fueron asesinados", indica Borswoth.

Bajo la República de Saló, se cometen también numerosas ejecuciones extrajudiciales de sospechosos de colaborar con la resistencia partisana y matanzas de civiles en complicidad con las fuerzas alemanas.

Los acusados, sentados durante el llamado juicio de Verona.

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Algunos de los fascistas que dieron la espalda a Mussolini fueron castigados con la muerte en el llamado juicio de Verona.

Otro de los objetivos son los fascistas "traidores" que habían propiciado la primera caída de Mussolini.

Los seis de los 19 miembros del Gran Consejo Fascista que son capturados son juzgados en Verona por un tribunal extraordinario que condena a cinco de ellos a muerte por haber votado a favor de la destitución del "Duce".

Ejecutados el 11 de enero de 1944, entre ellos está Galeazzo Ciano, yerno de Mussolini que durante años ha sido su ministro de Exteriores y hombre fuerte de su régimen.

Su cercanía al jefe no le salva la vida. Mussolini desoye las peticiones de clemencia para él de su hija Edda y solo horas después de las ejecuciones comienza una reunión de sus ministros diciendo: "Se ha hecho justicia".

Bosworth señala que la dureza de Mussolini escondía una posición débil. "Sabía que Ciano estaba pagando por errores de la dictadura fascista que también podían considerarse suyos y que también él podía perder la vida si se oponía a la ejecución".

Mapa que muestra el territorio que reivindicaba la República de Saló.

BBC

Una guerra privada

Quizá conscientes de la decepción popular con el fascismo, las autoridades de la nueva república tratan de subrayar su perfil social y ganarse simpatías entre las masas trabajadoras con promesas de democratización.

Pero lo que más anhela el país es que llegue la paz de una vez por todas.

Para entonces Mussolini ha perdido gran parte de su ímpetu y convicción, y los historiadores dibujan a un líder que ya no quería serlo ni creía en la victoria.

Con cada vez menos interés por la política y menos esperanza en la victoria del Eje, Mussolini se vuelca en sus amores con Clara Pettacci, su "Claretta", la mujer mucho más joven que él con la que mantiene hace años una relación extraconyugal y que ha ido ganando cada vez más peso en su vida.

"Entre 1943 y 1945 Mussolini estaba indudablemente más ocupado en resolver cuál debía ser su relación con Claretta y con su esposa y el resto de su familia. Todos vivían en un radio de 20 kilómetros en torno al Lago de Garda y allí también se libraba una guerra, una guerra privada", señala Bosworth.

El final de la República de Saló

En abril de 1945, sin apoyos políticos, con los alemanes ya en retirada y casi toda Italia a merced de los aliados, Mussolini intenta salvarse.

Por su cabeza rondan dos ideas contrarias: conseguir una rendición honorable o establecer un núcleo de resistencia en los Alpes.

Ambas resultarán inviables.

El 28 de abril, los partisanos que controlan ya casi todo el territorio de su república interceptan en la localidad de Dongo el convoy en el que Mussolini trata de alcanzar la frontera escoltado por un grupo de militares alemanes.

Con él viajan Clara Petacci y su familia.

Los cuerpos de Benito Mussolini, su amante y otros cuelgan de una plaza de Milán expuestos a la multitud.

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Mussolini fue detenido y ejecutado por partisanos cuando trataba de huir tras el colapso de su república.

Pocas horas después, Mussolini y Petacci son fusilados en una carretera cercana por los partisanos. Todos los jerarcas fascistas y ministros del gobierno de Mussolini corren la misma suerte.

Al día siguiente, los cadáveres de Mussolini y Petacci son expuestos en una plaza de Milán ante una multitud que les escupe, golpea e insulta. Según algunas crónicas, hay incluso quien orina sobre ellos.

Al día siguiente, las fotos de los cadáveres de los amantes colgados cabeza abajo copan las portadas de los diarios en todo el mundo.

Es el final de Mussolini y de la República de Saló. Es el final de la Italia fascista.

Raya.

BBC

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