Emerson Colindres abraza por el cuello a su madre, Ada Baquedano, en el aeropuerto de Tegucigalpa, Honduras, el 24 de junio de 2025.  (Foto: JORGE CABRERA/AFP via Getty Images)

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Emerson Colindres y su madre, Ada Baquedano.

El único recuerdo que Emerson Colindres tiene del día que dejó su Honduras natal es una mototaxi.

"Nos vinieron a traer a la casa, nos montamos y nos fuimos", le cuenta este joven de 19 años a BBC Mundo.

El resto es una mezcla de conclusiones lógicas, los descubrimientos hechos con los años y la apropiación de relatos ajenos.

No es de extrañar. Tenía apenas 8 años cuando en 2014 partió para Estados Unidos con su madre, Ada Bell Baquedano Amador, y su hermana, Alison Analy, de cinco.

"Me imagino que nuestra mamá nos dijo que íbamos a buscar una vida mejor, pero la verdad es que no me acuerdo", admite.

Ahora, tras haber crecido en Cincinnati, una ciudad mediana de Ohio en la que se quedaron sus sueños de graduarse en Psicología y jugar profesionalmente al fútbol, trata de reconstruir su vida en El Ojochal, una aldea rural con algo más de 900 habitantes a 170 kilómetros al sur de Tegucigalpa.

Su caso no es el único. Desde que Donald Trump regresó a la Casa Blanca en enero, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) ha deportado a 145.419 migrantes indocumentados de sus centros de detención, según cifras oficiales actualizadas hasta fin de julio.

Entre ellos, cientos de niños y jóvenes que han sido repatriados a los países en que nacieron pero nunca volvieron a pisar.

Primera reinvención, en EE.UU.

Como la de tantas familias llegadas a EE.UU., la vida de los Baquedano-Colindres transcurrió a la sombra de una situación migratoria sin solucionar.

Tras cruzar la frontera en junio de 2014 y ser detenidos por la Patrulla Fronteriza, solicitaron asilo, alegando haber sido víctimas de la violencia y la extorsión de las pandillas en su país.

"Desde entonces, en mi afán de hacer las cosas bien, nunca perdí una cita de migración, una llamada. Nunca le falté. Siempre estuve al día con ello", le explica Baquedano a BBC Mundo.

Entre reuniones con abogados y audiencias en tribunales especializados, la familia aprendió inglés -"tardé como dos años en empezar a hablarlo", hace memoria Colindres-, asumió nuevas costumbres, construyó un hogar e hizo amistades en una ciudad con una creciente comunidad latinoamericana.

Como progenitora única, Baquedano limpió casas y vendió comida mientras sus hijos se formaban en la escuela pública. En las tardes el primogénito entrenaba a fútbol. El sábado era día de partidos, el domingo de iglesia.

"Nunca fuimos de mucho ocio o fiestas. Todo era trabajo, estudio, entreno", le dice la matriarca a BBC Mundo.

Emerson Colindres arrastra una maleta entre dos coches en un parking, seguido de cerca de su hermana, Alison Colindres, en el aeropuerto de Tegucigalpa el 24 de junio de 2024. (Foto: JORGE CABRERA/AFP via Getty Images)

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Ocho días tardaron su hermana Alison y su madre Ada Baquedano en unirse a Emerson Colindres en Honduras.

Esa fue su cotidianidad durante años, hasta que en 2023 recibieron el primer batacazo legal, al serles denegado el asilo y recibir una orden final de deportación.

Recurrieron la decisión, ante la Junta de Apelaciones de Inmigración primero y el Tribunal de Apelaciones para el Sexto Circuito después, sin éxito.

Tal como se lee en la resolución, fechada el 29 de febrero de 2024 y al que BBC Mundo tuvo acceso, el juez, aunque consideró creíble el relato de Baquedano, concluyó que su temor a ser perseguidos en Honduras no estaba suficientemente fundado.

Sin embargo, en lugar de la deportación inmediata, la mujer recibió un monitor de tobillo y la orden acudir a chequeos regulares de ICE.

Y es que, durante el gobierno de Biden, a los funcionarios de inmigración se les instruyó que actuaran caso por caso y dieran prioridad a la expulsión de inmigrantes condenados por delitos, que constituyeran una amenaza para la seguridad nacional o pública.

Pero después de que Trump asumiera la presidencia, la agencia comenzó a apuntar a inmigrantes con y sin antecedentes penales, así como a aquellos que ingresaron legalmente al país a través de programas de la administración anterior y con casos de asilo pendientes.

En esa línea, al cumplir la mayoría de edad Colindres también recibió una orden para registrarse con ICE y le informaron que pronto tendría que ponerse un grillete electrónico, le cuenta su madre a BBC Mundo.

El giro definitivo de guión llegaría el pasado 4 de junio, cuando fue arrestado en lo que creía sería un chequeo rutinario. Hacía apenas dos semanas que se había graduado.

Tras permanecer detenido en la Prisión del Condado de Butler –a donde compañeros de la Gilbert A. Dater High School llegaron a protestar y exigir su liberación– el 17 de junio lo enviaron a Honduras en un vuelo chárter junto a otros deportados.

Un vuelo de la Fuerza Aérea de los EE. UU. que lleva migrantes deportados por el gobierno de EE. UU. llega al Aeropuerto Internacional Ramón Villeda Morales el 31 de enero de 2025 en San Pedro Sula, Honduras. Honduras recibe a 126 migrantes en dos vuelos diferentes como parte de los planes de deportación masiva de la administración de Trump. Las personas fueron capturadas una vez que ingresaron a los EE. UU. o durante los operativos realizados por las autoridades. (Foto de Jorge Salvador Cabrera/Getty Images)

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Emerson Colindres llegó al aeropuerto de San Pedro Sula en un vuelo chárter junto a otros deportados.

"Emerson Colindres era un extranjero ilegal con una orden final de expulsión desde 2023. Como establece la ley, si estás en el país ilegalmente y un juez ha ordenado tu expulsión, eso es precisamente lo que sucederá", contestó el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), a través un comunicado atribuible a su secretaria adjunta de Asuntos Públicos, Tricia McLaughlin, tras ser consultado sobre el caso por BBC Mundo.

"Durante la administración de Biden, miles de extranjeros ilegales—incluyendo criminales violentos—con órdenes finales de expulsión estaban en ATD (programas alternativos a la detención) y se les permitió deambular por nuestras comunidades. Eso nunca debió haber sido el caso", agrega McLaughlin.

"Gracias al liderazgo de la secretaria (de Seguridad Nacional, Kristi) Noem y el presidente Trump, vuelven a estar en vigor unas políticas adecuadas. El Programa de Supervisión Intensiva de ICE (ISAP, por sus siglas en inglés) existe para asegurar el cumplimiento de las condiciones de liberación. A todos los extranjeros ilegales se les garantiza el debido proceso".

En unos datos anteriores, McLaughlin indicó que, durante los primeros 100 días de la presidencia de Trump, el 75% de los inmigrantes arrestados tenían condenas o cargos pendientes.

Sin embargo, de acuerdo al análisis del Transactional Records Access Clearinghouse (TRAC), una iniciativa de la Universidad de Syracuse, en Nueva York, el 71,1% de los detenidos en instalaciones de ICE hasta el 27 de julio (los datos más recientes) no contaba con una condena criminal y la mayoría cometieron delitos menores, incluyendo infracciones de tránsito.

BBC Mundo contactó con la organización que representa legalmente a la familia Colindres-Baquedano, Catholic Charities of Southwestern Ohio, quien aclaró que no puede comentar sobre casos de clientes particulares.

Sea como fuere, la madre y hermana de Colindres no tardarían en seguirle los pasos.

Aunque las autoridades les habían dado 30 días para organizarlo todo y regresar a la patria, se unirían al joven poco más de una semana después, tras haber pagado el boleto de avión ellas mismas.

"¿Cómo iba a dejar solo al muchacho en un país que no conoce, con tanto peligro, con esa edad?", dice Baquedano, dejando claro que aquello nunca fue una opción.

De Cincinnati a El Ojochal

De cuando aterrizó en San Pedro Sula, un municipio en el extremo noroccidental de Honduras que en su día ostentó la tasa global récord de homicidios, Colindres recuerda dos cosas: el calor y una ambigua felicidad.

"En realidad, no sabía qué sentir. Solo estaba feliz porque era libre, porque en el avión, como veníamos esposados, no lo éramos todavía", le cuenta a BBC Mundo.

Allí lo recogió un primo, y juntos emprendieron la ruta de 375 kilómetros para atravesar el país y llegar a El Ojochal.

Parte del municipio de Marcovia, en el departamento sureño de Choluteca, el pueblo natal de Colindres es en realidad una comunidad rústica de calles de tierra y unas 175 casas sencillas de madera, adobe y techo de zinc construidas entre sembradíos.

Para estudiar más allá de sexto grado de primaria hay que viajar hasta la cabecera departamental, y la mayoría de sus habitantes se dedican a las tareas de campo o al transporte del camarón que se pesca en el cercano golfo de Fonseca.

Así las cosas, el joven de 19 años no encontró nada en la aldea que evocara el paisaje urbano, el ritmo y las posibilidades de Cincinnati, que con sus más de 300.000 habitantes es una de las ciudades más importantes del estado de Ohio.

Tampoco se reencontró con recuerdo infantil alguno. "Es que mis memorias anteriores a Estados Unidos son más bien fragmentos: comida, algún familiar, una calle", se lamenta.

Emerson Colindres vestido con pantalón corto y camiseta blanca, sentado en una silla plástica en su casa de El Ojochal, Marcovia, Honduras, el 24 de junio de 2025.  (Foto: JORGE CABRERA/AFP via Getty Images)

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El Ojochal, la aldea rural en la que Emerson Colindres vive ahora con su familia, nada tiene que ver con Cincinnati.

Perdido y apático, permaneció durante los ocho días hasta que llegaron su madre y su hermana "encerrado en un cuarto".

Una vez reunificada, la familia se mudó a la casa que Baquedano, mujer previsora, compró y empezó a acondicionar a los pocos años de haber emigrado. "Regresar a Honduras nunca estuvo en mis planes pero, como todos los que andamos tratando de regularizarnos, sabía que era uno de los riesgos", apunta.

Rodeada de un muro coronado con alambrada, el nuevo hogar es la fortaleza desde la cual la familia está hoy tratando de inventarse una vida.

Entre aquellas cuatro paredes ven pasar las horas que no dedican a la escuela, en el caso de Alison, o a los entrenamientos de fútbol, en el de Emerson.

El fútbol como salvación

"No conozco a nadie en Honduras. Aún estoy tratando de entender el sistema de acá, porque nací en este país pero es como si fuera nuevo", sigue diciendo Colindres casi tres meses después de su retorno al país.

No hay duda de que el camino a la reintegración se le antoja aún muy cuesta arriba. Queda patente en sus respuestas con frecuencia monosilábicas y en las frases que repite como muletillas: "Es lo que toca", "todo pasa por alguna razón", "no queda otra".

Aunque desde que Emilio Umanzor llamara a su puerta, siente que el proceso se ha acelerado.

Director de la Academia de Fútbol y Formación Integral (AFFI), el exfutbolista y técnico conoció el caso de Colindres por los medios.

"Supimos en qué condiciones había llegado y también que era un apasionado de nuestro deporte, y pensamos que encajaba perfectamente en la filosofía formativa y educativa de la organización", recuerda.

Fundada en 2019 en Choluteca, una ciudad colonial apodada "La sultana del sur" por ser la principal urbe de la zona meridional del país, la Academia forma futbolistas al tiempo que los apoya en los estudios, ya sea con becas, asumiendo parte de la matrícula o haciéndose cargo de la logística.

Además, desde 2021, cuenta con un equipo en segunda división y con él debutó Colindres en agosto, en la Liga de Ascenso de Honduras.

Ada Bell Baquedano (L), madre de Emerson Colindres, compra con su hija, Alison Colindres, en un supermercado en Marcovia, Honduras, el 24 de junio de 2025. Emerson acaba de terminar la escuela secundaria cuando fue enviado de regreso a Honduras por Estados Unidos, un país que había llamado hogar desde que tenía ocho años. Ahora, como muchos otros jóvenes deportados que emigraron a Estados Unidos de niños, está luchando por adaptarse a la vida en una patria que le resulta extraña. Su madre y su hermana vivieron con él en Cincinnati y regresaron a Honduras seis días después de que él llegó en un vuelo chárter de deportación. (Foto de Jorge CABRERA / AFP) (Foto de JORGE CABRERA/AFP a través de Getty Images)

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La principal misión de Ada Baquedano es ayudar a sus hijos, Alison (en la imagen) y Emerson Colindres, a navegar por un país que no conocen.

"Emerson tiene grandes cualidades. Ya en los partidos en los que ha tenido participación ha empezado a mostrar algunos destellos, pero en los entrenamientos, en el convivir diario, es donde notamos sus altísimas cualidades", le dice Umanzor a BBC Mundo.

"Todavía no las desarrolla en el juego, pero es parte del proceso y entendemos que está en una transición. No le va a ser fácil, pero lo está manejando muy bien", concluye.

"El fútbol es algo que aprecio y me ayuda bastante", reconoce por su parte Colindres, animado por poder seguir al menos con una de sus aspiraciones de futuro interrumpidas por la deportación.

La otra, la de estudiar Psicología en la universidad, sigue en el tintero.

Con su primogénito medianamente encarrilado, la principal preocupación de Baquedano es ahora su hija de 16 años. "Pudimos inscribirla en el instituto, aunque dice que le cuesta mucho estudiar en español", dice afligida.

Como buena madre, ella se dejó de último. Cuenta que su cabeza sigue jugándole "trucos" y que aún no sabe cómo va a hacer para sacar a la familia adelante. "Podría montar un negocito, pero quiero mantener un perfil bajo", confiesa.

Teme que vuelvan las extorsiones, la principal razón por la que hace 11 años dejaron atrás Honduras.

Así que de momento se aferra a la misión de ayudar a sus hijos a navegar por el país en el que nacieron, pero no conocen.

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BBC

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