Dos altos muros de piedra se cruzan en ángulo recto en un jardín. En la esquina del ángulo se encuentra una gruta centrada en una estatua de la Virgen María. Está rodeada de flores y arbustos. Hay velas en un estante cerca de los pies de la estatua. También hay mensajes debajo de la estatua dejados por la gente y, a la derecha, una pizarra blanca con un mensaje de recuerdo.

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La zona donde se cree que es la fosa común. La gente ha dejado recuerdos, mensajes y objetos conmemorativos.

Sin registros de entierro. Sin lápidas. Sin monumentos conmemorativos.

Absolutamente nada.

Hasta 2014, cuando una historiadora aficionada descubrió pruebas de una fosa común, posiblemente en un antiguo tanque de aguas residuales, que se cree que contenía cientos de bebés en Tuam, Condado de Galway, al oeste de Irlanda.

Ahora, investigadores y sus excavadoras llenan la anodina parcela de césped junto a un parque infantil en una urbanización de la ciudad.

La excavación, que se espera dure dos años, comenzó este lunes.

En un tiempo atrás, en esta zona estaba el hogar infantil de St Mary’s, una institución dirigida por la iglesia que albergó a miles de mujeres y niños entre 1925 y 1961.

En Tuam (Irlanda), se puede ver una vista general del antiguo emplazamiento del hogar para madres y bebés Bon Secours y del jardín conmemorativo donde se cree que están enterrados 796 niños.

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En esta zona estaba el hogar infantil de Santa María.

Muchas de esas mujeres quedaron embarazadas sin haberse casado, sus familias las rechazaron y, además, las separaron de sus hijos tras el parto.

Según los registros de defunción, Patrick Derrane fue el primer bebé que murió en St. Mary’s, en 1925, a los cinco meses. Mary Carty, de la misma edad, fue la última en 1960.

En los 35 años transcurridos entre sus muertes, se sabe que otros 794 bebés y niños pequeños murieron allí.

Y se cree que están enterrados en lo que el ex Taoiseach (el primer ministro irlandés) Enda Kenny denominó como la "cámara de los horrores".

PJ Haverty pasó los primeros seis años de su vida en este lugar al que él llama prisión. Aún así, se considera uno de los afortunados.

"Salí de allí".

"Basura de la calle"

Recuerda cómo los "niños de la casa de acogida", como se les conocía, eran rechazados en la escuela.

"Teníamos que llegar 10 minutos más tarde y salir 10 minutos antes que el resto, porque no querían que habláramos con los demás niños", cuenta PJ.

"Incluso, en el recreo, no nos permitían jugar con ellos; nos ponían aparte, acordonados".

"Eras basura de la calle."

Un hombre con un polo azul junto a un muro de piedra que le llega a la cintura. Al fondo, una franja de césped se extiende hasta un alto muro perimetral. Parte del muro está cubierto de hiedra; en otra parte se puede ver el número 796 en grandes letras blancas de madera. El hombre en primer plano es mayor, calvo y tiene las manos apoyadas en el muro bajo. Es de día y el cielo es azul claro.

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PJ Haverty, fotografiado en el jardín donde los investigadores comenzarán sus excavaciones.

El estigma acompañó a PJ toda su vida, incluso después de llegar a un hogar de acogida lleno de cariño o tras, años después, encontrar a su madre biológica, de la que lo separaron cuando tenía un año.

El hospicio, dirigido por las monjas pertenecientes a las Hermanas del Buen Socorro, era un sombra invisible que lo acehó a él y a muchos otros en Tuam durante décadas. Hasta que la historiadora aficionada Catherine Corless sacó a la luz el oscuro pasado de St Mary.

El descubrimiento de la fosa común

Interesada en indagar en el pasado de su familia, Catherine tomó un curso de historia local en 2005.

Más tarde, su interés se centró en St. Mary’s y en los "niños de la casa de acogida" que asistían a la escuela, pero separados de ella y sus compañeros.

"Cuando empecé en esto, no tenía ni idea de lo que iba a encontrar".

Al principio, a Catherine le sorprendió que le respondieran a sus preguntas inocuas con respuestas vacías e, incluso, con sospecha.

"Nadie me ayudaba y nadie tenía registros de nada", cuenta.

Eso solo alimentó su determinación para querer averiguar más sobre esos niños.

Hubo un punto de inflexión cuando habló con el cuidador del cementerio y la llevó a la urbanización donde una vez estuvo la institución.

Una mujer mayor está sentada a la mesa de la cocina. Sostiene una hoja de papel en cada mano. Sobre la mesa, frente a ella, hay más documentos y hojas de papel. Tiene el pelo corto, castaño y canoso, y viste una camiseta blanca y una chaqueta azul. Al fondo, hay armarios de cocina y una puerta de cocina con dos ventanas de cristal.

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La historiadora aficionada Catherine Corless sacó a la luz el oscuro pasado de St. Mary’s.

Junto a un parque infantil, había una parcela con césped sobre el que se alzaba un pequeño santuario con una estatua de la virgen María en el centro.

El cuidador le contó a Catherine que a medidos de la década de 1970, tras la demolición del edificio, dos niños jugaban en esa zona cuando se encontraron con una losa de hormigón rota. La levantaron y descubrieron un agujero.

Dentro vieron huesos. El cuidador dijo que informaron a las autoridades y se tapó el lugar.

Se creía que los restos eran de la hambruna irlandesa de la década de 1840. Antes de ser una casa para madres y bebés, la institución fue un hospicio donde habían muerto muchas personas precisamente a causa de esas penurias.

Pero eso no le cuadraba a Catherine. Sabía que esas personas habían sido enterradas con respeto en un campo a 800 metros de distancia; había un monumento que marcaba el lugar.

Antiguo emplazamiento del Hogar de Madres y Bebés Bon Secours.

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Los impactantes hallazgos sobre la fosa común surgieron en 2014.

Su sospecha aumentó aún más al comparar mapas antiguos del lugar.

Uno, de 1929, indicaba la zona donde los chicos encontraron los huesos como un "tanque de aguas residuales". Otro, de la década de 1970, tras la demolición de la casa, tenía una nota manuscrita junto a esa zona que decía "cementerio".

El mapa parecía indicar que había una tumba en el lugar, y Catherine había leído que el tanque de aguas residuales indicado en el mapa había dejado de funcionar en 1937, por lo que, en teoría, estaba vacío. ¿Pero quién estaba enterrado allí?

Catherine llamó a la oficina de registro civil de nacimientos, defunciones y matrimonios de Galway y pidió los nombres de todos los niños que hubieran fallecido en la casa.

Dos semanas después, un miembro del personal, escéptico, la llamó para preguntarle si realmente los quería a todos —Catherine esperaba "20 o 30"—, pero había cientos.

La lista completa, cuando Catherine la recibió, registraba 796 niños muertos.

Quedó totalmente conmocionada. Su evidencia comenzaba a indicar quién podría encontrarse bajo ese trozo de césped en St Mary’s.

Una hoja de papel con las esquinas dobladas enumera nombres, fecha de fallecimiento y edad al fallecer; enumera docenas de nombres de arriba a abajo.

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Catherine recibió una lista que registraba cientos de muertes de niños en la institución St Mary’s.

Pero primero, revisó los registros funerarios para ver si alguno de esos cientos de niños estaba enterrado en cementerios de Galway o del vecino condado de Mayo. No pudo encontrar ninguno.

Sin excavar, Catherine no podía demostrarlo con certeza. Pero en este punto empezó a creer que cientos de niños fueron enterrados en una fosa común sin identificar, posiblemente en un tanque de aguas residuales en desuso, en el Hogar St Mary’s.

Cuando sus hallazgos se convirtieron en noticia internacional en 2014, hubo una hostilidad considerable en su ciudad natal.

"La gente no me creía", recuerda.

Muchos dudaban, y se burlaban, de que una historiadora aficionada pudiera descubrir un escándalo tan enorme.

Pero había una testigo que lo vio con sus propios ojos.

Advertencia: Las siguientes secciones contienen detalles que algunos lectores podrían encontrar inquietantes.

Una mujer mayor, de cabello gris y media melena, se encuentra en una sala de estar. Se le ven la cabeza y los hombros. Lleva una chaqueta oscura y un pañuelo de seda estampado. Al fondo, desenfocado, se ve un cuadro colgado en la pared de la sala y un armario.

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Mary Moriarty vivió en una de las casas construidas en el sitio de la institución en la década de 1970.

Mary Moriarty vivió en una de las casas cercanas al lugar donde se encontraba la institución a mediados de la década de 1970.

Poco después de hablar con la BBC, Moriarty falleció. Pero su familia accedió a que su relato se publique y transmita.

Mary recordó que dos mujeres acudieron a ella a principios de la década de 1970 y le dijeron que "vieron a un muchacho con una calavera en un palo".

Mary y sus vecinos le preguntaron al niño dónde había encontrado la calavera. Les mostró unos arbustos y Mary, que fue a mirar, "se cayó en un agujero".

La luz entró a raudales por el lugar en el que había caído. Fue entonces cuando vio "pequeños bultos", envueltos en telas ennegrecidas por la podredumbre y la humedad, y que estaban "apilados uno tras otro, en filas que llegaban hasta el techo".

¿Cuántos?

"Cientos", respondió. Tiempo después, cuando nació el segundo hijo de Mary en la maternidad de Tuam, las monjas que trabajaban allí se lo trajeron "envuelto en un montón de telas", iguales a las que había visto en aquel agujero.

"Fue entonces cuando me di cuenta de que lo que vi después de caerme en aquel agujero eran bebés", relató Mary.

Una mujer con cabello rubio canoso hasta los hombros mira hacia un lado. Está de pie frente a una pared clara. Lleva una blusa color oliva.

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Anna Corrigan descubrió que su madre dio a luz a dos niños, John y William, en la casa

En 2017, los hallazgos de Catherine se confirmaron: una investigación del gobierno irlandés encontró cantidades significativas de restos humanos en una excavación de prueba en el yacimiento.

Los huesos no provenían de la época de la hambruna y la edad en la que parecían haber fallecido oscilaba entre las 35 semanas fetales y los dos o tres años.

Para entonces, se estaba llevando a cabo una campaña para una investigación exhaustiva del yacimiento. Anna Corrigan se encontraba entre quienes pedían que las autoridades comenzaran a excavar.

Hasta que tuvo 50 años, Anna creía que era hija única. Pero en 2012, al investigar su historia familiar, descubrió que su madre había dado a luz a dos niños en el hogar St. Mary’s en 1946 y 1950: John y William.

Anna no pudo encontrar el certificado de defunción de William, pero sí el de John; este registra oficialmente su muerte a los 16 meses. Entre las causas de muerte se mencionaban "idiota congénito" y "sarampión".

Primer plano de un certificado de defunción irlandés. Contiene una tabla de información que incluye nombre, fecha y lugar de fallecimiento, sexo, edad y otros detalles. La información está escrita en cursiva fluida y señala que el fallecido se llama John, tenía 16 meses y menciona "idiota congénito" y "sarampión" como causa de muerte.

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El certificado de defunción de John enumera "idiota congénito" y "sarampión" como causa de muerte.

Un reporte de una inspección que se hizo a la casa de acogida en 1947 contenía más detalles sobre John.

"Nació normal y sano, con un peso de casi cuatro kilos. A los trece meses, estaba demacrado, con un apetito voraz y sin control de sus funciones corporales. Falleció tres meses después", cuenta Anna.

Una entrada del libro de "altas" de la institución indica que William falleció en 1951; desconoce dónde está enterrado.

Anna, quien creó el Grupo Familiar de Bebés de Tuam para sobrevivientes y familiares, afirma que ahora a los niños se les ha dado voz.

"Todos sabemos sus nombres. Todos sabemos que existieron como seres humanos".

Ahora comienza el trabajo para descubrir la verdadera magnitud de lo que se esconde bajo ese trozo de hierba en Tuam.

Un hombre con chaqueta gris, camisa clara y gafas mira hacia un lado. Tiene el pelo corto y oscuro con canas. Está de pie frente a un mapa topográfico superpuesto a la imagen de un yacimiento.

PA
Daniel MacSweeney, el jefe de la excavación, ha participado anteriormente en búsquedas de cuerpos desaparecidos en zonas de conflicto alrededor del mundo.

Se espera que la excavación dure unos dos años.

"Es un proceso muy difícil, una auténtica primicia mundial", declaró Daniel MacSweeney, jefe de la operación, quien ha ayudado a encontrar cuerpos desaparecidos en zonas de conflicto como Afganistán.

Explicó que los restos posiblemente estén mezclados y apuntó como detalle para dar a entender la dificultad que esto entraña, que el fémur de un bebé, el hueso más grande del cuerpo, tiene tan solo el tamaño del dedo de un adulto.

"Son diminutos", afirmó. "Necesitamos recuperar los restos con sumo cuidado para maximizar las posibilidades de identificación".

La dificultad de identificar los restos "no puede subestimarse", añadió.

Mientras dure, habrá personas como Anna esperando noticias, con la esperanza de saber de hermanas, hermanos, tíos, tías y primos que nunca tuvieron la oportunidad de conocer.

Línea gris de separación

BBC

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