Darío Sztajnszrajber

Gentileza Alejandra López
Darío Sztajnszrajber concibió su libro sobre el amor a partir de un curso que dio durante la pandemia.

Sentado alrededor de una mesa, un grupo de amigos comienza a hablar del amor.

Uno trae a colación un antiguo relato: resulta que en el pasado había seres compuestos por dos personas (con dos sexos, cuatro brazos, cuatro piernas, dos rostros y una cabeza) que desafiaron a los dioses y, por lo tanto, fueron partidos por la mitad. De ahí nuestra constante búsqueda de aquel o aquella que nos complete.

La historia de esa comida donde el amor fue el tema central se llama "El Banquete" y es una de las obras más conocidas del filósofo griego Platón. La antigua creencia se conoce como el mito de los andrónginos y el personaje que la plantea es Aristófanes.

Durante siglos, su relato se utilizó como una alegoría para entender por qué nos enamoramos, qué buscan los amantes en una relación amorosa y cuál es el rol del amor en nuestras vidas.

En su último libro, "El amor es imposible", el filósofo argentino Darío Sztajnszrajber -autor de obras como "¿Para qué sirve la filosofía?", "Filosofía en 11 frases" y "Filosofía a martillazos"- desmenuza precisamente estas y otras facetas de ese tema que tanto tiempo nos ocupa.

Es una obra provocadora, dividida en ochos tesis filosóficas, en cuya portada aparece Cupido abatido por su propia flecha.

Pero si Cupido ha muerto, ¿quiénes lo han matado? ¿El matrimonio, la monogamia, el poliamor, el desamor, el ideal romántico, Aristófanes? O, en realidad, el amor no ha muerto, solo es imposible, y gracias a esa imposibilidad sobrevive…

BBC Mundo habló con él.

Línea

BBC

Siempre has tratado de difundir la filosofía entre un público general. ¿Por qué ahora decidiste escribir específicamente sobre el amor?

Básicamente porque en la pandemia di unos cursos online, entre ellos, uno llamado Filosofía del Amor, que me implicó estar un montón de tiempo organizando esas clases y leyendo, y eso me fue provocando este deseo de pensarlo desde otros lugares.

Y una vez que terminé me di cuenta de que tenía un libro.

Lo que me pasa es que hay una forma de vivir eso que (Friedrich) Nietzsche llamaba los grandes valores, que siempre me hizo ruido.

No sé porqué ni a quién responsabilizar de ese ruido: si a mis viejos, si a la educación religiosa que tuve o al hecho de haber nacido en la década del 60, pero desde muy de chico me agarró esta especie de deseo de siempre tratar de encontrarle una vuelta más a las cosas, como se dice popularmente: buscarle la quinta pata al gato.

Con el amor me fue pasando lo mismo, quizás porque nací y me eduqué en un hogar con un padre y una madre que se casaron y vivieron juntos hasta que se murieron, un tipo de hogar con un ideal de amor romántico y administrativo: una familia prototípica.

Y esa experiencia del amor que recibí me generaba mucha frustración. Yo creo que si me hubiese enamorado según el arquetipo tradicional y hubiera sido feliz, por ahí no estaría preguntándome ni hubiera escrito nada.

Pero era tan potente ese ideal romántico que "llevaba puesto" y yo cada vez que me enamoraba la pasaba mal.

Es algo que me pasa también con Dios, o con la verdad; hay idealizaciones que están puestas tan altas que uno lamentablemente termina imposibilitado de alcanzarlas.

Están tan altas que uno no está a la altura…

Tal cual, uno queda ahí apeándose a algo que se nos esfuma, que se nos escurre.

Probablemente hasta los más ignorantes en temas filosóficos hemos escuchado la historia de "El Banquete" de Platón, pero luego la filosofía evolucionó hacia otros derroteros… Si los primeros filósofos hablaron de amor, ¿por qué los que vinieron después parecen haberlo dejado de lado?

Es cierto que en la Antigüedad era un tema mucho más expuesto y que después hay otros temas que se vuelven más hegemónicos.

Pero hoy en día en Filosofía se habla del giro afectivo y el retorno de la cuestión del amor como un tema fundamental, en especial en los último años, con el aporte decisivo del feminismo.

Libro de Darío Sztajnszrajber

Gentileza Paidós

Pero hay que recordar que etimológicamente philia – philo es una forma de amor, un amor más amistoso, un amor más comunitario, pero no deja de ser una forma de amor; sin dejar pasar la famosa definición de la Filosofía como amor al saber.

¿Cómo va a poder entonces la Filosofía dejar de tratar la cuestión del amor? Sería dejar de tratarse así misma.

En toda inquisición filosófica siempre está presente el amor, porque hacer Filosofía supone ese deseo de trascender aquello que se nos presenta como real, único y definitivo.

Tú mismo reconoces que el título de tu libro, "El amor es imposible", es una provocación, un enunciado que interpela el sentido común. Invitas a tu lector a discutir lo imposible y pensar lo impensable pero, sobre todo, a desarmar "la concepción hegemónica del amor".

¿Cuál es esa concepción hegemónica?

Esta concepción, también llamada ideal romántico o el amor para el sentido común, no tiene una definición única, sino que tiene abordajes diversos con una multiplicidad de variables.

Estatuas

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Los filósofos griegos le dedicaron mucho tiempo al amor…

La más importante la vamos a resumir en la idea del amor como búsqueda de mi otra mitad, con el propósito de completarme y alcanzar cierta forma de plenitud, alcanzando lo que Platón llama "aquello que te falta",

En ese sentido, el amor me permite encontrarle el sentido a la vida o, por lo menos, dejar de sentir la falta de él.

Irónicamente, yo en el libro me pregunto qué hace uno después de que encuentra la plenitud, porque supuestamente lo que nos motiva a hacer la mayoría de las cosas es la búsqueda, no el encuentro.

Planteas que además esto implica una serie de cosas…

Claro.

Primero, que hay una sola persona que me corresponde, que es un montón. Digo: hay 7 mil millones de personas en el mundo como para que uno tenga la posibilidad técnica de encontrar justo a la que le corresponde.

Y que esa correspondencia es eterna, cuando en realidad la gente cambia, los cuerpos cambian y el rompecabezas empieza a tener alguna degradación.

Supone también una idea fusionalista del amor que a mí me hace ruido, porque entonces esas dos mitades forman una unidad y esa unidad supone una fusión que en algún punto disuelve las singularidades, las diferencias.

A mí, en cambio, lo que más me importa del amor es el encuentro con otro que potencie la diferencia, no que la disminuya en pos de una fusión en la cual siempre hay uno que fusiona más al otro. No es una fusión equivalente.

Al mismo tiempo, en teoría el amor es el encuentro con el otro, pero muchas veces terminamos pensando en él como algo que me hace bien, que me nutre, que me plenifica, que me realiza: me, me, me, me…

¿Y el otro?

La mirada está tan puesta en lo que a uno le genera el amor, que yo trabajo esta idea de que el amor se vuelve una cuestión de ganancia, de algo que engrandece al sujeto, y entonces, palabras propias de la Filosofía, desotra al otro.

¿Qué hacemos entonces?

Si de verdad la intención es encontrarse con el otro, el otro en general lo que hace es ir desmadrando los límites en los que uno se siente cómodo.

Por eso el amor para mí es la experiencia de un derrumbe, porque se derrumba lo que hasta ese momento uno creía que funcionaba perfecto.

Hombre levanta su mano hacia la luz.

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¿Es el amor una cuestión de ganancia personal?

La flecha de Cupido, básicamente, lo que genera es que ese sujeto tan dueño de sí mismo, que cree saber lo que quiere para la vida, se mueve para otro lugar.

Eso si uno se deja tomar.

Porque uno también puede blindarse inmunológicamente a cualquier flechazo, abroquelarse bajo una concepción del amor cerrada y hacer del amor simplemente un combustible para ratificarse en lo que es.

Hablas de que una cosa es el amor y otra cosa es el dispositivo amoroso. ¿Cómo funciona este dispositivo institucional y administrativo al que te refieres en el libro?

Todo el libro es una propuesta de deconstruir el amor, de marcar las contradicciones internas de toda propuesta que se presenta a sí misma como superlativa.

Deconstruir el amor no es mostrar que hay otras formas de vivirlo, sino ir mostrando los intereses que se juegan en la versión canónica.

Vivimos en una sociedad atravesada por el vínculo matrimonial que ordena a la mayoría de las relaciones afectivas. El tema es cómo uno se relaciona con esa institución.

Una cosa es pensar que con el matrimonio se está consumando el sentido de la existencia y la trascendencia divina, y otra es que uno se case porque jurídicamente resulta mucho más conveniente y hasta divertido establecer el vínculo matrimonial.

Y que el día que el matrimonio ya no funcione, se puede tener la misma liviandad como para salirse de él.

Lo que te impregna permanentemente el sentido común es que en cada experiencia vital se te juega todo, y me parece que hay que correrse de eso.

La necesidad de que cada acto consume un sentido es una forma de sustraernos de la libertad, porque uno tiene que estar ahí cumpliendo con los mandatos, con los roles, con lo que se nos exige.

Pareja en París

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Existe un ideal romántico del amor.

En el libro tú planteas que el amor podría aprender algo de la amistad.

Yo en la tesis 7 del libro intento bosquejar una relación conceptual entre el amor y la amistad, porque veo que es un amor con muchos menos encorsetamientos.

Tal vez el más importante es su no institucionalización. No hay un matrimonio para los amigos. No hay una institución jurídica para la amistad.

Esto muestra que el amor termina recayendo en una institucionalidad que de alguna manera lo lleva a otro plano, donde hay otros intereses puestos en juego que usufructúan del amor más como un maquillaje.

En nombre del amor, las instituciones jurídicas consolidan una estructura social que necesita de un formato de la familia en el cual se supone que uno ingresa por amor, pero en realidad las reglas y los valores que se juegan ahí son los de las instituciones.

No las reglas del deseo…

No las reglas del deseo, no las reglas de la emoción…

Un matrimonio funciona aunque no haya amor y eso es terrible.

En la amistad no pasa, y no es casual.

También señalas que la amistad no es monogámica. El amor sí.

No es la intención del libro discutir la monogamia en términos de con cuántas personas te podés enamorar.

A mí lo que más interesa de la cuestión monogámica es entender que se trata de una estructura que tiene un propósito económico y político, no afectivo.

Apuntas que una disolución de la monogamia acarrearía el fin de todo un orden social que excede el mundo de los afectos. ¿Qué quieres decir?

Me parece si no funcionase la matriz monogámica no habría manera de organizar nuestras energías productivas

En el libro juego con un imaginario donde, si uno viviese en una sociedad posmonogámica y estuviese en relaciones amorosas diversas, el tiempo que le dedicaríamos al trabajo sería nulo porque estaríamos siempre viviendo de enamoramiento en enamoramiento.

Hay algo de la administración temporal de lo erótico, confinado a estructuras que hagan posible que la mayor parte del tiempo seamos productivos.

Y el amor, me parece, que es una alerta contra la productividad.

El flechazo no solo te deja enamorado de alguien, sino que te deja pelotudo y, en algún punto, imposibilitado de ser productivo para lo que se espera de uno.

Hablando de la monogramia, en el libro dices que el desafío poliamoroso no la amenaza sino que la ratifica en su vigencia. ¿Por qué piensas que el poliamor es funcional a la monogamia?

Yo creo que es fundamental cuestionar las etiquetas y pienso que en los últimos años hay un etiquetado del poliamor de forma exagerada, caricaturizada, describiéndolo más con la intención de mostrar sus contradicciones y de reírse de sus ambigüedades.

Esos lugares caricaturizados terminan siendo más contenido de programas televisivos de chimentos, que parte de una reflexión filosófica acerca de qué se juega en el vínculo amoroso.

Entonces esta imagen jocosa del poliamor termina siendo absolutamente funcional a una monogamia que se reviste de normalidad.

Pareja distanciada

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El desamor puede vivirse como la pérdida de algo que veíamos como propio, pero también hay otras formas de llevar ese duelo.

Vuelvo a lo que respondías antes de que el sentido común nos impone esa lógica de que nos jugamos todo en cada experiencia vital y te pregunto sobre el desamor, que tiene un rol muy importante en el libro.

En una de las tesis sostienes que para aquel que piensa que el amor lo viene a complementar, el desamor es una desolación. ¿Hay otra forma de enfrentar el desamor?

Si uno cree que el otro le pertenece, entonces la ruptura amorosa es una pérdida de un dolor homologable al dolor que le provoca a uno perder algo propio.

En la medida en que uno no supone que el otro le pertenece, sino que el amor es el encuentro con otro que me excede, entonces el desamor se muestra desde otra posibilidad: ya no se trata de perder algo, porque nunca lo tuviste.

Tuviste un encuentro y un intercambio contingente, finito, que duró lo que tenía que durar.

Como decía Epicuro sobre la amistad, son dos singularidades que recorren senderos distintos que en algún momento coinciden, y entonces se transita un mismo recorrido hasta que cada sendero se va por su lado.

¿Eso significa que frente a un desamor uno tiene que hacerse el que no le duele? No, es asumir que el dolor es parte de un amor que nunca alcanza su objetivo.

Está en la misma línea de asumir que, hagas lo que hagas, te vas a morir.

En algún punto, de hecho, el desamor tiene esa sensación de que algo muere. Por eso hablamos de los duelos amorosos.

Se trata de amigarse un poco con el desamor como parte de la narrativa amorosa, y no tratar de extirparlo, del mismo modo que me parece que no hace bien dejar de pensar en la finitud o no hablar de la muerte.

Mientras más uno pueda transitar todas las sensaciones en su validad, me parece que las lleva mejor.

Línea

BBC

Para terminar te proponemos algo muy poco filosófico, si entenemos el ejercicio de la Filosofía como un tiempo de reflexión que nos sirve para luego exponer argumentos diversos.

Te invitamos a una suerte de "ping pong" de preguntas y respuestas con algunas de las ideas de tu libro. Te damos una cita textual de "El amor es imposible" y tú respondes con la primera frase que te viene a la mente…

Dale.

1) "El amor es todo lo contrario a la conquista".

Creo que hay una concepción del amor como conquista del otro y, para mí, lo más interesante del amor es todo lo contrario: es el encuentro imposible con el otro.

2) "El amor es imposible. Y solo por eso, hay amor".

Pienso que la tarea fundamental es poder desarmar las formas instituidas del amor.

3) "El amor siempre es una diáspora".

Nada me interesa más en el amor que la posibilidad de desterrame de mí mismo.

4) "Nadie es el amor de tu vida"

Soy un admirador absoluto de los nadies, me parece que los nadies son aquellos que han podido emprender esta especie de exilio del sujeto.

5) "En el amor siempre se pierde".

El amor es la posibilidad de poner en jaque el paradigma de la ganancia.

Línea

BBC

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