Jineth Bedoya, durante la entrevista con BBC Mundo en la Feria del Libro de Bogotá.

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Jineth Bedoya, durante la entrevista con BBC Mundo en la Feria del Libro de Bogotá.

"No puedo más. Estoy muy cansada".

Veinticinco años después, la periodista colombiana Jineth Bedoya, secuestrada, torturada y violada por paramilitares, renunció a la búsqueda de justicia ante el Estado colombiano en una carta demoledora dirigida a la Fiscalía General de la Nación.

En la misiva, fechada el pasado 28 de abril, acusó al sistema de justicia de no ser diligente ni capaz de resolver su caso y dijo que la Fiscalía "lo abandonó desde el día 1".

"Vi pasar a seis fiscales generales sin que ninguno abanderara con rigor el llevar ante un tribunal a los autores materiales de mi secuestro, tortura, violación y amenazas (…) Mi aspiración de justicia ha muerto", dijo Bedoya en su carta.

El caso de esta periodista y activista es uno de los más mediáticos entre las víctimas del conflicto armado en Colombia, muchas veces estigmatizas, perseguidas, amenazadas y revictimizadas por niveles estratosféricos de impunidad.

El 25 de mayo de 2000, mientras realizaba un reportaje sobre el tráfico de armas dentro de la prisión La Modelo de Bogotá, Bedoya cayó en una trampa que, según la Corte Interamericana de Derechos Humanos, contó con la complicidad de los policías de la cárcel.

La secuestraron y retuvieron durante 16 horas. Fue drogada, torturada y violada por miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia, el grupo paramilitar que combatía a las guerrillas izquierdistas.

Desde entonces, la periodista buscó justicia y abanderó la causa de las mujeres abusadas sexualmente, convirtiéndose en uno de los rostros más visibles a pesar de vivir amenazada de muerte.

En 2021, su lucha consiguió una resolución histórica de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que condenó al Estado colombiano por violaciones a sus derechos y ordenó medidas de reparación y promoción de proyectos para combatir la violencia sexual.

Fue un rayo de esperanza para Bedoya y muchas otras mujeres que, alentadas por su lucha, se sacudieron sus miedos y salieron a denunciar sus casos.

Pocos días después de desistir en su búsqueda de la justicia, la periodista habló con BBC Mundo en Bogotá.

Bedoya en una conferencia de prensa en Bogotá en 2021.

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Bedoya reconoce que tras el fallo de la Corte Interamericana en 2021 pensó que su caso se resolvería, pero la frustración la hace desistir cuatro años después.

Dedicaste 25 años de tu vida a buscar justicia. ¿Cómo te sientes hoy, apenas un par de días después de renunciar a ello?

Llevo muchos meses pensando esta decisión. La he consultado conmigo misma y con el equipo que trabaja conmigo.

Mis abogados me dijeron que no era posible, que era un mal mensaje, aunque luego entendieron que era una decisión mía que necesitaba tomar.

Me tomó mucho tiempo armarlo en mi cabeza, pero es que ya no puedo más. Estoy muy cansada.

Mi salud y estado emocional se han deteriorado muchísimo. Volví a ser amenazada desde el año pasado.

Que te llamen al teléfono y te digan “malparida, ahora sí te vamos a matar”… creía que lo había aprendido a manejar, pero no es tan fácil.

Imagina estar escoltada todo el tiempo, no poder tomar un café tranquila porque tienes cinco tipos alrededor o que debas viajar y hacer periodismo en un carro blindado todo el tiempo.

Tomé la decisión creyendo que me iba a ayudar, pero estoy muy mal, en un limbo. No sé cómo gestionar lo que viene. Siento temor y ansiedad.

Es algo curioso que pienso que les pasa a las personas que dedican su vida a buscar justicia. Cuando la encuentran, o no, se quedan sin piso.

¿Valió la pena? ¿Aquí muere todo? Es difícil.

¿Por qué te volvieron a amenazar?

Regresé a la cárcel La Modelo en marzo del año pasado porque le pedí al Ministerio de Justicia realizar un acto de memoria para reivindicar mi proceso.

Decidí pintar un mural en el pabellón central del recinto tras un concurso a nivel nacional para el que puse mis recursos económicos.

Desde el primer día que puse el pie en la cárcel me volvieron a amenazar.

Creo que se lo tomaron como que fui a torearlos, a decirles "aquí estoy".

Fue muy duro porque al mes de haber regresado mataron al director de la cárcel, Élmer Fernández.

Lo sentí como un mensaje muy claro.

Terminamos el mural y se lo entregamos al país, pero a mí se me desbarató la vida otra vez.

Bedoya en 2010.

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Además del trauma, la mayoría de casos de violencia sexual ocurridos durante el conflicto en Colombia terminan en la impunidad.

¿Pensaste si tu renuncia podría desalentar a otras mujeres?

Sí, mucho. Han sido 25 años dedicados a decir a las mujeres que hay que hablar, pero entendí que al menos el 80% de todas esas mujeres que he podido apoyar y que son víctimas están en mis circunstancias.

A lo que yo desisto es al proceso de justicia, pero no desisto a hablar. No callaré.

La única forma es que me maten y, si me llegan a matar, mi voz ya tiene suficiente fuerza para que otras mujeres sigan con este legado.

Sé que inicialmente puede ser desesperanzador, pero quiero que lo convirtamos en política. Creo que decirle al Estado que uno no quiere recibir su justicia porque no la dio es una acción política contundente.

Es eso lo que le digo a las mujeres: que no nos dé miedo renunciar a la justicia que no nos dieron si ya estamos agotadas y no podemos más.

Seguiré persiguiendo otra justicia, porque, ¿qué más justicia que potenciar las voces de otras mujeres que no tienen mi fortuna de estar cobijada por tantas instituciones?

Me siento beneficiada y por eso también responsable de hablar lo que nos estamos callando: que el sistema judicial de Colombia es un fracaso y una porquería.

¿Llegaste a confiar en que se haría justicia tras el fallo de la Corte Interamericana en 2021?

Sí. Lo más bonito que pasó entonces es que me dije que era posible.

En ese momento todo se movió. Llamaron a juicio al único agente del Estado que logramos vincular al proceso. Fue una bocanada de esperanza grande.

Sin embargo, lo que ha pasado en estos años desde que salió el fallo ha sido muy grotesco, revictimizante, humillante.

Es como si me hubiesen escupido en la cara una y otra vez. No merezco seguir sometiéndome a eso.

¿Quién sientes que te humilla?

El Estado y las instituciones a cargo de las medidas de reparación.

No digo que todas. Hay algunas comprometidas como la Consejería para la Reconciliación Nacional y la Consejería de Derechos Humanos. Estas dos instituciones entendieron la grandeza de lo que dijo la Corte Interamericana.

Pero lo del Ministerio de Justicia ha sido tremendo. Ahora estamos también en un limbo con el Ministerio de Igualdad… muchas entidades se quedaron cortas con el compromiso histórico que la Corte les puso en las manos.

Si esto pasa conmigo, una persona pública con herramientas y medios para salir a hablar y protestar, ¿qué pueden esperar las mujeres que tienen casos abiertos en que ni siquieran han llamado a los paramilitares y guerrilleros que las violaron?

Campaña contra la violencia contra las mujeres en Colombia.

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El activismo de Bedoya hizo que muchas víctimas de violencia sexual o de género salieran a denunciar sus casos.

Leí una columna en la que decías que, con tu renuncia a la justicia, buscas sentar un precedente. ¿Cuál?

La violencia sexual en Colombia tiene en este momento una impunidad del 96%.

Del universo de casos que tenemos, solo el 4% ha recibido justicia.

Esa impunidad del 96%, donde está mi caso, es también la situación de las mujeres que tienen que seguir viendo al victimario, porque es su vecino, o que tienen que dar cinco o seis veces su testimonio a la Fiscalía sin que pase nada.

Muchas de ellas siguen estando amenazadas también sin medidas de protección.

Porque si mi situación, muy crítica, me llevara a salir de Colombia, que es lo que he luchado para no hacer por 25 años, puedo hacerlo.

Pero las mujeres del Putumayo, del Chocó o Buenaventura no tienen ni para comer tres veces al día.

Mi precedente es decirle a la Justicia que nos están fallando, que nos están abandonando, que les importa cero todo el fenómeno de violencia sexual en Colombia.

Fuiste muy dura en tu carta con la Fiscalía.

Insistí en que las mujeres no deben desfallecer porque no todas corren con la mala suerte de la impunidad.

A mí me tocó, pero conozco casos exitosos, pocos.

La Fiscalía, en estos 25 años, nunca tuvo una línea de acción o investigación conmigo. Ningún fiscal se sentó conmigo a hablarme de alguna línea y por eso fui tan dura con ellos.

Si hoy te sientas con ellos, tampoco te la van a mostrar porque no existe.

Hubo mucho temor a llamar a generales y policías vinculados, a otras personas conocidas de este país. Nunca las van a llamar.

Esto murió acá. Les faltó compromiso con uno de los casos más emblemáticos de este país y del hemisferio.

No creo que la Fiscalía tenga la grandeza de agarrar el caso y obtener resultados.

Jineth Bedoya, junto a la ex canditata presidencial estadounidense Hillary Clinton en 2017.

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Jineth Bedoya junto a la ex secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton en 2017.

Este gobierno pretende vender otra cara al mundo con eslóganes como "Colombia, Potencia de la Vida", pero, ¿cómo queda el país cuando casos como el tuyo, mediáticos y con repercusión, se saldan sin justicia?

Es un muy mal mensaje para la comunidad internacional y no sé si a la presidencia la comunidad internacional le ha oficiado algo, pero es increíble todas las llamadas que he recibido de apoyo, rechazo e incredulidad.

Mientras por un lado el país envía un mensaje de que somos la potencia mundial de la vida y que esto es la 'paz total', una víctima tiene que renunciar a la justicia después de 25 años.

Tiene que servirle a quienes lo están haciendo bien para que reflexionen mucho y tiren de los que les importa un comino la justicia y la reparación de las víctimas.

Este gobierno tiene eso. Hay una mitad que entiende para qué llegó a gobernar, pero hay otra mitad que les importa cero, que no tienen ni idea; burócratas, sin compromiso, que nos revictimizan.

Desde el 2000 se desmovilizaron las AUC, las FARC y otros grupos, ocurrió el estallido social de 2021, llegó la izquierda al gobierno. Mucho cambio, pero la impunidad sigue siendo altísima. También el acoso a los periodistas.

Nuestra autocensura data de muchas décadas atrás.

Muchos casos de violaciones a derechos de periodistas están impunes.

Ni siquiera hemos podido resolver el más emblemático, el del director de El Espectador, Guillermo Cano, asesinado en 1986.

Una cosa son los asesinatos, otra los secuestros y otra también esa presión y persecución que viene de gobernantes locales, del alcalde del municipio o del político de las poblaciones bien alejadas donde la prensa no tiene margen de acción.

Le hemos criticado mucho a este gobierno que muchas veces, en medio de las protestas sociales, señala al periodista como el incendiario, el que provoca y genera la acción violenta cuando la prensa también es víctima de esa acción violenta.

Creo que no hemos podido tener un diálogo cercano con el presidente para hablar de la libertad de prensa en Colombia.

Muchos políticos y dirigentes metieron la discusión de la polarización y se la pusieron en la cabeza a la prensa.

Puede haber algún periodista con posiciones fuertes, pero no puedes generalizar que la prensa es mala o que promueve algo.

Nuestro papel es contar la historias, lo que pasa en la calle, con los indígenas, la corrupción. Si a alguien no le gusta, no puede hablar en términos de si somos buenos o malos.

Bedoya, hablando en una conferencia de paz en La Habana en 2014.

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Bedoya estuvo presente durante los diálogos de paz entre gobierno y las FARC en La Habana.

Me interesa tu opinión como periodista, con mucha experiencia cubriendo el conflicto, sobre lo que sí ha cambiado en Colombia.

Como reportera de guerra, pensé que moriría sin ver a las FARC desarmadas.

Poder llegar a La Habana, al proceso de paz, ser parte de las mesas de diálogo y escuchar a unos y otros hablando fue algo que no creí que fuera a ver antes de morir.

Eso, para mí, es un cambio; tener la grandeza de sentarse con alguien a hablar a pesar de pensar diferente.

Otro cambio positivo fue hablar de los derechos de las mujeres. Estábamos invisibilizadas hace unas décadas. Hablar de violencia sexual era impensable hace 15 años.

Tener un gobierno de izquierdas es un cambio. Independientemente de cómo se desarrolle, indica que la gente despertó y piensa en otras realidades.

Tener debates que son muy duros, entre izquierda y derecha u otras corrientes, también es un cambio aunque tengamos dificultades y haya muchas políticas prometidas que no se materialicen.

Hace 20 años no veías a la fuerza pública, coronoles, generales, expresando abiertamente lo que pensaban sobre el país.

Hemos entendido que somos ciudadanos políticos que podemos expresar lo que sentimos.

Seguimos en una crisis social muy compleja y sin reparar a las víctimas, pero que al menos se les reconozca es también un cambio.

El gobierno no solo dialoga con guerrillas como el ELN, sino también con paramilitares o remanentes del paramilitarismo como el Ejército Gaitanista de Colombia, más conocido como Clan del Golfo, en su búsqueda de paz y cambio. Tú que fuiste víctima de la violencia paramilitar, ¿qué posición tienes?

Es complejo. Creo que tanto el proceso con los paramilitares como con las FARC tuvieron muchas falencias.

Lo mejor que se hizo fue desarmarlos. No tener un ejército de 100.000 hombres de las AUC masacrando a diario y quitarles los fusiles a las guerrillas sin tener un combate a diario fueron logros, pero con falencias.

El Estado no llenó los espacios de las guerrillas y los paramilitares y llegaron otros a hacerlo, como el Clan del Golfo y las disidencias de las FARC.

Intentar dialogar con estos agentes que causan tanto daño, sin ideología, que se agarran al narcotráfico y sostienen a los carteles mexicanos es una equivocación.

Ellos son criminales y a los criminales hay que tratarlos como tales: perseguirlos, extraditarlos y entregárselos a las autoridades.

El Clan del Golfo son los que me siguen amenazando, los que hacían parte de las AUC hace 25 años. Se reciclan.

No se concibe que un grupo criminal como ese pueda pensar en la paz. Piensan en el billete, el negocio ilícito, para seguir fortaleciéndose económicamente.

No creo que un jefe, con miles de millones de dólares que recibe mensualmente, quiera sentarse a negociar genuinamente la entrega de armas y la reincorporación a la sociedad.

No creo en la buena intención del paramilitarismo ni que haya que darles una boleta de paz.

Jineth Bedoya ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2021.

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Bedoya dice que cada vez que cuenta su caso ante la justicia sufre tanto como la vez que la violentaron, abusaron y torturaron.

Será difícil pasar página entonces.

Sí, porque nos faltan muchas generaciones para ello.

Se dio un paso importante con el proceso de paz con las FARC en 2016 y con el M19 hace 30 años. Eso nos dio lineamientos de cómo era posible que una persona que había estado en condición de guerra, armada, podía tener una percepción diferente de lo que era vivir en paz o dentro de la legalidad.

Pero cuando las cosas se hacen mal y no se encaminan, esos procesos empiezan a salir secuelas como en El Salvador, Guatemala, Nicaragua. Te empiezan a salir unas fisuras que se vuelven abismos.

Seguirá pasando si no se entiende cómo enfrentar el proceso criminal en Colombia.

Se siembra coca en los lugares donde durante 60 años el Estado no ha llegado a construir infraestructuras, carreteras, escuelas, hospitales y un sistema judicial sólido.

Si no tienes una política social clara que llene espacios, se reciclará la guerra y la violencia. Para pasar página pasarán muchas generaciones.

Durante 25 años la justicia te movió. ¿Qué quisieras que te moviera ahora?

Tengo esperanzas en las medidas de reparación ordenadas por la Corte Interamericana. Unas son administrativas y otras acciones que debe hacer el Estado colombiano.

Me hace ilusión, como periodista, un programa transmedia en el que pueda hablar de los derechos de la gente, las mujeres, su camino recorrido.

Pero eso necesita recursos que debe poner el Estado como medida de reparación. Espero que lo haga.

Otra medida que me emociona y a la que espero aferrarme es el centro investigativo y de memoria "No es hora de callar".

Desde espacios así se puede apoyar a las mujeres en periodismo, en condiciones adversas, y generar investigaciones.

Espero que eso sea suficiente para llenarme de ánimo. Esa será mi justicia: lograr dejarle algo a alguien. ¿Qué mejor justicia que esa?

Línea gris.

BBC

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